La extraña y fascinante historia de los tests de embarazos con ranas

Damos ciertas cosas por sentado. Sabemos que cuando salgamos de la casa vamos a tener acceso a transporte (público o privado), que a donde sea que vayamos vamos a tener electricidad y que un resfrío no es mortal.

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Podemos pasar la vida sin preguntarnos de dónde vienen muchas cosas. Simplemente están. Y todo, hasta lo que parece más insignificante, tiene una historia por detrás.

¿Alguna vez te preguntaste cómo hacían las mujeres para saber si estaban embarazadas en el pasado? Nos acostumbramos tanto a ver la prueba de embarazo que te da una línea o dos según el resultado que seguramente nunca nos preguntamos qué había antes de que los científicos llegaran a ese punto.

La respuesta es verde y croa. Como lo lees. Hasta principios del siglo veinte las mujeres tenían que esperar a que los signos del embarazo se hicieran visibles para saber, o tenía que acudir a « profetas de la orina» que le dijeran si estaba o no encinta dependiendo del color de su pis.

En la antigüedad era todo muy rústico y sencillo, pero con el avance de la ciencia las cosas se pusieron un poco más extrañas.

A principios de los años 30 un científico británico llamado Lancelot Hogben descubrió por accidente que las ranas empezaban a poner huevos si las inyectaba con orina de otro animal embarazado. Pero no cualquier anfibio, tenía que ser la rana de uñas africana, una especie pequeña que vive en el África subsahariana.

Ranas por doquier

Los científicos ya sabían que la orina de las mujeres embarazadas tiene hormonas que afectan el desarrollo de los ovarios y antes del descubrimiento de Hogben utilizaban ratas y conejos para saber cuándo una mujer estaba embarazada. La diferencia es que ninguno de esos animales pone huevos, entonces tenían que matarlos para inspeccionar sus ovarios meticulosamente.

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Era un desperdicio de tiempo y una masacre injustificada de animales, así que cuando llegó la noticia de que habían descubierto un método menos cruel y más rápido de saber fue como un anillo que cayó en un dedo. Fue así que entre los años 30 y 50 se exportaron miles de ranas por todo el mundo para los tests de embarazo.

La prueba era muy sencilla, los científicos inyectaban un poco de orina de la mujer en el muslo de la rana y si esta ponía huevos era señal de que la mujer estaba, efectivamente, esperando un hijo. Por lo general los resultados demoraban menos de un día en salir y eran exactos. Así fue cómo los anfibios se convirtieron en la primera prueba de embarazo confiable del mundo.

Las pruebas terminaron cuando, en los 60, se impuso la prueba de embarazo que conocemos ahora. Así que la próxima vez te encuentres pensando que la vida en el siglo XXI es complicada solo piensa que tu abuela hubiera tenido que usar una rana para saber si estaba embarazada.