¿Se convertirá la Tierra en un planeta de viejos por doquier dentro de 80 o 100 años y tú serás uno de ellos?
La esperanza de vida es cada vez mayor: ¿La humanidad está volviéndose cada vez menos mortal?

De Matusalén a Jeanne Calment

Según el relato bíblico, Matusalén vivió 969 años, con su nieto Noé pisándole los talones en longevidad, con nueve siglos y medio. Adán habría tenido que conformarse con la medalla de bronce.
Pero seres humanos longevos ha habido muchos. Thomas Parr fue un inglés que supuestamente vivió 152 años, entre 1483 y 1635.
Verdad o mentira, su historia caló. Una marca de whisky escocés lleva su nombre. Siendo un hombre modesto, tuvo los honores de posar para los pinceles de Rubens y de Van Dyck y de ser enterrado en la Abadía de Westminster.
En cambio, no hay dudas de que la francesa Jeanne Louise Calment vivió 122 años y 164 días, entre 1875 y 1997, el récord Guinness entre los casos rigurosamente documentados.
Parr atribuía su longevidad a una dieta a base de leche y sus derivados y a su abstinencia sexual durante sus primeros 100 años de vida.
El caso de Jeanne es más sorprendente. Fumó hasta los 120 años, aunque se mantenía activa en su bicicleta y practicando esgrima. Usaba aceite de oliva para todo (aderezos, jarabes, loción para la piel), tomaba diariamente una copita de Oporto y comía una ración de chocolate.
¿Están los seres humanos entrando en una época en la que la vida promedio hará un salto espectacular? ¿Una era en la que los Thomas Parr y las Jeanne Calment pasen a ser casos comunes y corrientes? Mucha gente cree que sí.
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¿Un salto espectacular?

La estadística no es una ciencia muy vieja y los datos estadísticos confiables son todavía más recientes. La vida promedio actual, excluyendo muertes violentas, es de 67 años.
En los países más desarrollados es de 78 años, mientras que en África es de 50. Se estima que a comienzos del siglo XX la expectativa de vida era de unos 57 años. Las mejoras en las condiciones de salubridad, el descubrimiento de la penicilina y otros fármacos y los adelantos en la Medicina produjeron una mejora promedio de 10 años en un siglo.
Hay razones para pensar que durante el siglo XXI la esperanza de vida podría tener un cambio espectacular. La creación de órganos, los trasplantes de animales a humanos, la regeneración celular de tejidos enfermos y la cura casi total del cáncer serían por lo menos cuatro factores que aumentarían la duración de nuestro tránsito por la Tierra.
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¡Ni tan espectacular!

Los pronosticadores que ya andan viendo las autopistas llenas de conductores de 120 años son llamados a la moderación por visionarios más prudentes.
Habrá un salto importante en la expectativa de vida, pero no como consecuencia de unos ejércitos de ancianos centenarios, sino como producto del incremento del periodo vital en los países y poblaciones más rezagados.
El zambiano o el centroafricano que hoy muere, en promedio, a los 39 años, después de arrastrar una vida de fiebres palúdicas, quizá lo haga a los 45 o a los 50 en un futuro no muy lejano. Pero el estadounidense que supere un cáncer o reciba un órgano natural o artificial a los 60, lo más probable es que siga muriendo cerca de los 80.
La escuela de la «antilongevidad» afirma que el cuerpo humano está celularmente programado para alcanzar una determinada cantidad de años y que no estamos muy lejos de esa cima.
Nuestros nietos bicentenarios parece que están lejos todavía.







