El naturalista francés Henri Mouhot se aventuró en la espesa selva camboyana, en el año 1860, buscando las fabulosas ruinas descriptas diez años antes por un compatriota suyo, el padre Bouillevaux; éstas pertenecían a la ciudad de Angkor, que ocupaba más de cien kilómetros cuadrados con sus templos, santuarios, casas, calles, depósitos, canales de riego y terrazas.
La ciudad-templo de Angkor: historia y espiritualidad

Destreza natural
Hacia el año 1000 Angkor debe haber sido la ciudad más populosa del mundo, pues en su trazado en cuadrícula de líneas perfectamente rectas puede haber albergado con facilidad unos 500.000 habitantes; ellos eran los “jemeres” y su religión, al parecer, se basaba en el hinduismo.
Lamentablemente los documentos jemeres, escritos en hojas de palma y pieles de animales, no resistieron el paso del tiempo, pero sí sobrevivieron las inscripciones en lengua sánscrita y jemer.

El edificio más destacado en ella es Angkor Vat, templo funerario de Suryavarnam II, que ordenó su construcción a principios del siglo XII.
Dos curiosidades lo tornan distinto: no está dedicado a Siva sino a Visnú y la entrada principal mira hacia el oeste, hacia la “tierra de los muertos”. Su laberinto de corredores adornados con tallas y esculturas muy elaboradas ocupa una extensión de 2,6 kilómetros cuadrados; cuenta además con numerosas torres construidas en forma de capullos de loto, la central y de mayor tamaño supera los 61 metros.
Ciudad de luz
Fue una ciudad modelo en su época, contaban con extensos canales y dos grandes depósitos ubicados al Este y al Oeste, que podían contener millones de litros de agua para regar los cultivos durante las épocas de sequía. Gracias a ello obtenían varias cosechas al año.
En el gran lago Tonle Sap, poco profundo y cubierto de flores, tenían una reserva de peces extraordinaria. La selva les proporcionaba los materiales de construcción, especialmente la teca para los pisos y toda la zona era rica en piedra arenisca, con abundantes yacimientos de hierro, oro, plata, cobre y estaño.

Un paseo por las ruinas nos mostrará, aquí y allá, la enorme cara sonriente del rey-dios Jayavarman VII, quien se diferenció de sus predecesores convirtiéndose al budismo. Al ser coronado en el año 1181 fue proclamado “Buda viviente”.
El templo de Angkor Thom cuenta con 200 de estas caras de dos metros y medio de alto, a pesar de estar cubiertas de líquenes y deformadas a veces por las lianas que crecen en sus grietas, su serena y lejana mirada es aún capaz de estremecernos.
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¿Conocían Angkor? ¿Qué les llama más la atención del lugar?







