Los superhéroes, más de moda que nunca, siempre van varios pasos por delante de los lectores en cuestiones de ciencia y tecnología, ¿pero qué tanto de esa ciencia es ficción?
La ciencia de la ficción: ¿Realmente podrían existir superhéroes como Batman, Superman o Flash?

A simple vista y más allá de lo que, lógicamente, no tendría sentido cuestionar en estas coloridas fantasías de adolescente, hay ciertos detalles que nos traen esa clase de pregunta.
En estos términos y sin caer en las burdas y aburridas intenciones de estar cuestionando siempre la ficción, veamos algunas pocas pero interesantes posibilidades en tres de los personajes animados más populares de nuestros días: Superman, Batman y Flash.
El tecnólogo Batman

Como la tecnología siga progresando, el héroe de Ciudad Gótica se va a quedar sin recursos para impresionar, siendo posiblemente el más verosímil de estos personajes.
Su moto, que tiene la facultad de desaparecer, ya encontró una versión próxima a la realidad. La firma de tecnología bélica BAE Systems tiene en desarrollo un material de camuflaje que hace «desaparecer» los tanques de guerra y otros vehículos militares haciendo que se confundan con coches corrientes e incluso con vacas.
El traje que hace a Batman inmune a los disparos ya es moneda corriente entre los soldados y policías de todo el mundo, que llevan su chaleco antibalas de Kevlar.
Así que solo sería cuestión de tiempo para que el progreso científico y tecnológico de lugar a un Batman real.
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El superpoderoso Superman

De momento, el más inverosímil.
Es de suponer que la gravedad de la Tierra es mucho menor que la de Kripton, el ficticio lugar de nacimiento del superhéroe. del que hemos hablado en nuestro artículo sobre las características del kriptón (Kr), el trigésimosexto elemento de la tabla periódica.
Aunque de ficción, Kriptón tiene muchos émulos en el universo real. Todo astronauta se comporta como un Superman real en la Luna. Levanta grandes peso y salta alturas inimaginables en la Tierra.
La ingravidez de los viajes espaciales le provoca a los astronautas un estiramiento de la columna vertebral, pérdida de masa muscular y alteraciones en el sentido del gusto, cosas que hasta donde sabemos no le ocurren a Superman, quien viaja y come como si nada.
Claro está, Superman no pertenece a la especie de los Homo sapiens, pero en términos biológicos, sus características taxonómicas sugieren que debería compartir varias leyes.
Pero entre tantas otras varias, hay una cosa corriente en las que Superman desafía a la ciencia y salta a simple vista. Esa mágica facultad de transportar cosas enormes, incluso planetas, sin que se le caiga ni se le derrame nada.
El superhombre de nuestro querido Nietzsche, aunque aún muy lejano, promete mucho más que el animado.
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El necesariamente lento Flash

En medio estaría Flash.
Flash es veloz, pero sería derrotado por la luz. Si Flash en verdad pudiera desplazarse a 299 792 kilómetros por segundo, podría hacer un viaje de ida vuelta a la Luna para fulminar a un villano selenita en pocos segundos.
Pero un Flash a elevadísima velocidad desaparecería, a menos que le inventemos unos poderes que le hagan inmune a los efectos de la fricción con el aire y a otras leyes de la Física.
Otro contratiempo de viajar a enormes velocidades es que no hay tiempo suficiente para desalojar todo el aire del camino y habría que comprimirlo.

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Las cápsulas espaciales reingresan a la atmósfera terrestre a 230 metros por segundo, más de un millón de veces más lentas que la luz y sin embargo alcanzan temperaturas exteriores superiores a los 1600 grados centígrados. Flash perecería entre abrasado, abollado y desmembrado.
Incluso suponiendo que sobreviviera, Flash terminaría demente. A velocidades próximas a la de la luz los nervios (al menos los humanos) enloquecerían por no disponer de tiempo suficiente para enviar sus mensajes, que circulan a la ridícula velocidad de 100 metros por segundo.
Flash sería vencido por la realidad del universo si pretendiera aproximarse a la velocidad de la luz.
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