La bella ciudad de Medina Azahara

La bella ciudad de Medina Azahara, o Madīnat al-Zahrā que significa ciudad resplandeciente, era la de mayor preponderancia dentro del Califato de Córdoba, cuando España se hallaba bajo el poder de los árabes. Fue construida por orden de Abderramán III en el 936 y se mantuvo en auge hasta el año 1010 en el que comienzó una guerra civil por problemas de sucesión. En la actualidad pueden distinguirse dos partes de ella, las 112 hectáreas de su recinto interior y las 1.518 que forman todo el conjunto arqueológico del entorno.

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Construida para reinar

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La ciudad de Medina Azahara está situada a ocho kilómetros de la ciudad de Córdoba, en las últimas estribaciones de la Sierra Morena, sobre la ladera de Yabal al-Arus, enfrentada con el Valle del Río Guadalquivir al que dominaba y visualizaba desde lo alto de su alcázar. Aprovechando los desniveles del suelo se la distribuyó en tres terrazas separadas por murallas. Su trazado rectangular mide 1.500 metros de largo por la mitad exacta de ancho.

En el año 945, la corte se trasladó a ella. En la parte alta (situada al norte) se ubicaban el palacio, residencia del califa mientras que en la terraza media estaba la casa del visir, las dependencias administrativas y los jardines reales. En su terraza inferior estaban las viviendas del pueblo, los mercados, la mezquita y los jardines públicos. El califa recibía allí a dignatarios del mundo entero que se acercaban a su suntuosa residencia atraídos por el lujo y la fama que Medina Azahara poseía, pero que duró poco tiempo puesto que las luchas de la guerra civil acabaron con la bellísima ciudad, saqueándola e incendiándola.

Un lujo deslumbrante

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Los lugares mejor conservados del conjunto son: La Puerta Norte (construida en piedra), a la que se llega siguiendo el Camino de los Nogales que la unía con la ciudad de Córdoba. La Casa Militar, o Dar al-Yund, pavimentada con ladrillo y unida a una gran plaza en el sector sur del complejo. El Gran Pórtico, corazón mismo del recinto amurallado, con su conjunto de arcos y el Salón Rico, que derrochaba suntuosidad, dedicado a la recepción de los visitantes.

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Acompañan a aquellos la Mezquita Aljama, donde el califa dirigía la oración comunitaria de los días viernes; la Casa de la Alberca, que fuera la residencia del príncipe heredero, con varias habitaciones que rodean a un jardín que posee una piscina en el centro y la Casa de Yafar, quien ostentaba el título de primer ministro.

Todo ello sumado a las múltiples fuentes con profusa decoración de estatuillas de bronce zoomórficas, al igual que las cerámicas encontradas y los paneles de mármol que cubrían los muros hacen que uno valorice de inmediato lo que debió haber sido la bella ciudad de Medina Azahara en su época de mayor esplendor. Un hermoso y educativo paseo para los amantes de la historia, del arte y del buen gusto en general.

¿Han recorrido Medina Azahara alguna vez? ¿Qué les parece este maravilloso sitio?