María Soledad, Candela, Ángeles, Marianela, Solange, Adriana, Marina, María José, Lola... una lista que no debería existir y a la que hoy se le suma un nombre más: Lucía. Pero el nombre no es lo que importa porque hoy es una y en 30 horas será otra, según las estadística de femicidios en Argentina publicadas por La Casa del Encuentro.
Femicidio en Mar del Plata: Lucía somos todas

Y el número no se detiene.
Nos siguen violando, nos siguen matando, y aunque muchos piensen que se avanzó lo suficiente, es tanto -pero tanto- lo que nos falta que la lucha recién comienza.
El año pasado las fuerzas policiales de Mar del Plata reprimieron a un grupo de participantes del Encuentro Nacional de Mujeres, una reunión autoconvocada que se realiza anualmente en el país desde 1986 con el objetivo de impulsar mejoras en los derechos de las mujeres.
Pero pareciera que aquel grito fue en vano, no solo porque nos siguieron violando y matando y porque nuevamente hubo represiones en el encuentro que este año se realizó en Rosario (al que por cierto asistieron cerca de 70 mil mujeres de todo el país), sino porque hoy tenemos que volver a contar otra historia de violencia de género, la de Lucía, que con solo 16 años fue asesinada en Mar del Plata. No aprendimos nada.
¿Qué ocurrió?
Matías Farías y Juan Pablo Offidani pasaron a buscar a Lucía por su casa, la trasladaron hasta la de Farías (en el barrio Alfar), la violaron por vía vaginal y anal, la torturaron, la sometieron a una agresión inhumana y la asesinaron. Después lavaron el cuerpo, la vistieron y la llevaron hasta un centro asistencial de Playa Serena aduciendo que estaba inconsciente por el consumo de cocaína y marihuana.
Pero después de la autopsia, se confirmó que Lucía “había sido sometida a los más bajos instintos de al menos estas dos personas”, según explicó la fiscal María Isabel Sánchez en conferencia de prensa. Se investiga la presencia de un tercero.
No estamos hablando de dos locos sueltos sino de una sociedad que avala este tipo de actos enseñando a sus hijos a ser fuertes y violentos y a sus hijas a ser sumisas y a cuidarse. Lo que tenemos que hacer es cambiar las conductas, y empezar por uno mismo.
Esta vez le tocó a Lucía, pero en 30 horas puede ser tu amiga, tu hermana, tu hija, tu sobrina, tu nieta, tu tía, tu mamá, vos o yo. Por eso tenemos que hablar, que concientizar, que reclamar, que marchar. Por cada nombre de esa lista y por cada una de las que seguimos vivas. Porque así, VIVAS, es como nos queremos.






