Este es el posible impacto ecológico del gigantesco iceberg que acaba de desprenderse de la Antártica

El mundo amaneció este miércoles con una impresionante noticia… y no precisamente una buena. El bloque de hielo gigante conocido como Larsen C se ha desprendido de la Antártica y se encuentra ahora en el mar.

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El evento fue confirmado gracias a las imágenes infrarrojas de un satélite de la NASA. Los expertos que trabajan en el Proyecto MIDAS, el cual fue creado en el Reino Unido para investigar este tipo de eventos, estiman que la ruptura debió ocurrir en algún momento entre el lunes 10 de julio y el miércoles 12 de julio.

Larsen C es el tercer iceberg de gran magnitud que se desprende de esta región desde la década de los 90, sus predecesores Larsen A y Larsen B se separaron de la capa glaciar en 1995 y 2002 respectivamente. Los científicos venía observando la ruptura de Larsen C de más de 200 km de longitud desde 2010 y esperaban que esto ocurriera en cualquier momento.

Las consecuencias del desprendimiento

“Este iceberg es uno de los más grandes que se han registrado y es difícil de predecir su futuro. Podría permanecer entero, pero lo más probable es que se fragmente. Parte del hielo podría quedarse en el área durante décadas, mientras que algunas partes podrían derivar hacia aguas más cálidas,” explicó el profesor Adria Luckman, quien trabaja para el Proyecto MIDAS.

El iceberg tiene nada más y nada menos que un área de 5,800 km², esto equivalente al doble del área que ocupa la ciudad de Londres y es más grande que la isla de Puerto Rico, la cual tiene un área de 5,656 km². Se estima que su peso sobrepasa el billón de toneladas y que contiene dos veces el volumen de agua del Lago Erie, uno de los 5 Grandes Lagos de Norteamérica, de manera que podría esperarse algún impacto en el nivel del mar.

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Sin embargo, se piensa que este impacto sea menor y solo afecte a las costas de la región, y que además ocurra a largo plazo. Debemos recordar que el más grande iceberg reportado en la historia, bajo el nombre de B-15 en el año 2000, tenía un área de 11,000 km² (dos veces la de Larsen C) y no causó ningún impacto global en el nivel del mar.

Por el momento, los científicos no asocian el desprendimiento a la actividad humana y lo están considerando un fenómeno de origen geológico. Tampocó queda muy claro si los posibles fragmentos de Larsen C representarán un peligro para el tráfico marítimo.

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