Estambul es una bella ciudad de Turquía que se llamó Bizancio durante más de diez siglos, antes de convertirse en Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente. Mientras Miguel Ángel levanta en Roma la cúpula de la Basílica de San Pedro aquí se construye la Gran Mezquita de Solimán el Magnífico que resplandece con sus veinticuatro columnas de mármol blanco, pórfido y granito rosa.
Estambul y su magia en el Mar Mediterráneo

Crisol de culturas
Estambul alberga etnias muy dispares: armenios, libaneses, griegos, otomano. Pero cada grupo ha sabido respetar la religión y las actividades de los otros. El centro de la ciudad está lleno de mezquitas y monumentos célebres.
En la zona antigua todo parte de la explanada que se encuentra frente a la que fuera la Basílica de Santa Sofía. Aquí se puede degustar el refinamiento de Bizancio, evocar la Roma antigua, pasar horas a la sombra del Islam o sumergirse en el eterno hormigueo del puerto, gracias al cosmopolitismo de esta mágica puerta de Oriente.

Por donde vayamos hay obras arquitectónicas que nos hablan del pasado: la Cisterna de Justiniano que se asemeja a un inmenso palacio con sus 336 columnas con capiteles corintios que sostienen una bóveda de ladrillo; la avenida sembrada de obeliscos que fuera el Hipódromo romano, de los cuales tres aún están en pie, el Obelisco de Teodosio (columna de pórfido sacada de un templo en Karnak), la columna Serpentina (traída del templo de Delfos) y el Obelisco vallado que fuera reconstruido por el emperador Constantino quien hizo que lo revistieran de bronce.
El poderío romano quedó representado por las murallas almenadas del lado Oeste de la ciudad, que formaban una línea de seis kilómetros entre el Mar de Mármara y el Cuerno de Oro. Eran en total ciento diez torres de diez metros de alto, también había murallas marítimas pero se deterioraron y prácticamente desaparecieron.
El arte bizantino

Algunos de los más bellos mosaicos del arte bizantino se pueden apreciar dentro de Santa Sofía. Pocos paneles han sobrevivido pero nos permiten ver aún una Virgen con el Niño, un Arcángel Gabriel, un Papa arrodillado a los pies de Cristo y la imagen de la Sabiduría Divina, los contemplamos con deleite pero no sin tristeza pensando en los que se han perdido en el tiempo.
Debemos visitar también el museo por excelencia, el Topkapi, con sus colecciones de cerámicas turcas, de porcelanas chinas, de libros raros y miniaturas, los tronos de oro y las armas de tortura recubiertas de piedras preciosas.
El puerto, los bazares (a veces verdaderas ciudades dentro de la ciudad), todo forma una compleja mezcla donde se comercia continuamente y en los alrededores de todo ese torbellino la calma, la paz de las costas del Mar de Mármara con sus playas de ensueño, al igual que las de las nueve Islas de los Príncipes, para los que aman el sol.







