El miedo a ser enterrado vivo se intensificó durante el siglo XIX, sobre todo después del descubrimiento en Europa de la Enfermedad del Sueño africana, pero no ha muerto ni mucho menos.
Enterrado vivo: conoce los ataúdes de seguridad para entierros prematuros de la era victoriana

Muertos con la llave de su ataúd

En 1790, el duque austríaco Fernando de Brunswick, maestro de la guerra moderna y mecenas del matemático Carl Friedrich Gauss, se hizo construir el primer ataúd de seguridad del que se tenga noticia fidedigna. Estaba equipado con un tubo para la entrada de aire fresco y una ventana para el sol. El duque ordenó hacer en su mortaja un bolsillo especial para las llaves.
La preocupación del Dr. Adolf Gutsmuth era más bien no morir de hambre bajo tierra. En 1822 decidió ensayar y se hizo enterrar vivo. Durante su permanencia allá abajo recibió sopa, salchichas y cerveza, y comió y bebió algo incómodo, pero quedó satisfecho.
- También te recomendamos leer: «10 cosas que tu cuerpo puede seguir haciendo aunque mueras»
Cómo avisar que estoy vivo

Un diseño que causó admiración en el siglo XIX fue el ataúd contra todo riesgo del Dr. Johann Gottfried Taberger. Tenía un sistema de cuerdas que unía la cabeza y las extremidades del cuerpo supuestamente muerto a una campana situada sobre la tumba. Lo que Taberger no reveló es que, al descomponerse, los cadáveres primero se hinchan y luego van perdiendo volumen, por lo que quizá algunos de sus clientes muertos hicieron algo de ruido en el cementerio.
El miedo no era solo europeo. En Estados Unidos, el médico Timothy Clark Smith, quien sufría de tafefobia, se mandó a hacer una tumba con ventana, que ahora es una atracción turística en el cementerio de Evergreen, New Haven, Vermont. Para colmo, el Dr. Clark Smith murió el día de Halloween de 1893 y los curiosos podían ver la parte superior de su cuerpo descomponiéndose.
- Lectura recomendada: «13 grandes frases de Edgar Allan Poe para reflexionar»
Morir de pena

Quien estuvo a punto de morir de vergüenza con su ataúd de seguridad fue el conde ruso Michel de Karnice-Karnicki. Haciendo una demostración pública, en 1897 enterró a uno de sus ayudantes, pero los sistemas de alarma y de apertura de la entrada de aire no funcionaron. El empleado salvó la vida, pero la reputación comercial del conde murió.
El célebre escritor de misterio Edgard Allan Poe también temía ser enterrado vivo, a juzgar por las veces que toca el tema en su obra. En el relato de 1850, Entierro prematuro, describe un féretro con una cuerda que va de las manos del cadáver a una campana exterior.

La tafefobia o tapefobia, el miedo a ser enterrado vivo, sigue campeando en la actualidad. Aparte de ataúdes ecológicos, de segunda mano (más bien, de segundo cuerpo) y de otros modelos, los hay también de seguridad. El diseño del italiano Fabrizio Caselli es muy completo. Incluye alarma, intercomunicador de doble vía, bombona de oxígeno, linterna y hasta sensor y estimulador cardíaco.
- Recomendación de la semana: «Las costumbres sexuales de estos 7 pueblos te dejarán sin palabras»







