El reino perdido de los Hunzas

Los pueblos del Cachemira pakistaní  que se escalonan a lo largo de los 150 kilómetros del Valle del Hunza formaban en el pasado un pequeño reino independiente, cuyo príncipe, el Mir, residía en Karimabad; es en esta región donde los imponentes Montes Karakorum  se encuentran con sus pares los Montes del Indo Kush.

PUBLICIDAD

Las terrazas cavadas en la montaña son cultivadas con el mayor esmero por los Hunzas de ambos sexos, ya que las mujeres del valle contribuyen en todas las labores. Las vemos llevando una especie de sombrero de forma circular, profusamente bordado y adornado con un velo que ya no usan para cubrirse el rostro como antes.

Un país saludable

Pero Hunza debe su reputación no tanto al esplendor de sus paisajes de alta montaña, donde los glaciares vienen a morir en prados recubiertos de hermosas flores, sino a la sorprendente salud de sus moradores. Ésta tomó estado público cuando en la década de 1920 un médico británico llevó a cabo numerosos estudios en los habitantes, pasando junto a ellos siete años. Encontró que ninguno de ellos padecía de dolencias que eran comunes al resto de los seres humanos del planeta, no conocían ni las úlceras gástricas, ni el cáncer, ni la tuberculosis y su longevidad era sorprendente.

Imagen Wikimedia

Estudió los alimentos que consumían intentando hallar una explicación; éstos eran por demás sencillos: chapatis (que son galletas de harina integral), judías secas, lentejas, garbanzos, leche cruda, yogurt, aceites vegetales, frutos frescos o secos (principalmente albaricoques), vino de uva fermentado de manera natural y carne, si bien ésta sólo se la permitían una vez a la semana.

Tal rusticidad podría llevarnos a dudar de las cualidades de la cocina de los Hunzas, pero sería un completo error: es una verdadera delicia disfrutar de los chapatis con espinacas, el paté de berenjena, los caris de legumbres, la mousse de albaricoque con yogurt e incluso el yogurt solo, que contiene trigo germinado, levadura de cerveza y granos de girasol, y que se sirve con frutos secos, por ejemplo con melocotones.

PUBLICIDAD

Cambio radical en la existencia

Seguramente no es sólo la buena alimentación la que mantiene en tan buen estado a este maravilloso pueblo que llega a vivir más allá de los cien años. Está también el respeto del que gozan los mayores, que conservan todas sus funciones sociales activas y no se sienten para nada desplazados del grupo. Un pueblo esencialmente agricultor que posee doce expresiones diferentes para designar un campo, según la naturaleza del terreno, según la superficie y así diez condiciones más; que no conoce el stress ni tiene idea de lo que es el retiro por edad avanzada.

Si les preguntamos a ellos, aseguran que su buena salud proviene de la calidad del agua que beben, que proviene de los glaciares que dominan su valle y el del Nagar, donde aún se pueden encontrar cabras de Falconer y búfalos de Argali a 4.500 metros de altitud.

Imagen Wikimedia

Hacerles una visita nos cambiará la vida. El paisaje sobrecogerá nuestro espíritu. La bondad y sencillez de esa gente nos harán olvidar de los problemas que hay en las grandes ciudades y adquiriremos una sabiduría nueva que no se aprende en los libros, sino así, en un contacto directo con la madre naturaleza.

¿Conocías a los Hunzas? ¿Qué te parece su historia?