El partido de la muerte: el día que futbolistas soviéticos le ganaron a los nazis y sentenciaron su destino

A fines de la década de 1930 el Mundial de la FIFA se había instalado como el torneo de fútbol internacional de mayor prestigio e importancia, pero todo el impulso que había cobrado en sus primeras ediciones se interrumpió en la década del 40.

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En 1942 y 1946, años previstos para el torneo, el Mundial no se realizó por razones obvias: el mundo estaba hundido en la Segunda Guerra Mundial, el conflicto bélico que, una vez finalizado, dejaría como resultado una reorganización de la estructura social y una nueva configuración política global, la caída de tres imperios, la emergencia de dos superpotencias rivales, más de 70 millones de muertos y los horrores más crueles que haya visto la humanidad.

A pesar de todo esto, durante esos años todavía quedaban algunos interesados en el fútbol: los nazis. Aunque no era por el simple placer del deporte y la competencia.

En la Ucrania ocupada, los nazis quisieron restablecer un clima de normalidad en medio de una sociedad asolada por la guerra, y para eso apelaron, naturalmente, al fútbol, el deporte que más veces ha sido utilizado como metáfora del circo romano.

Esto desembocó en la realización de un partido que pasaría a la historia y que tiene todos los componentes clásicos que nos hemos acostumbrado a ver en las más emocionantes películas deportivas: el sacrificio, el honor, el coraje, la resistencia y la solidaridad, aunque en este caso todos estos elementos estaban todavía más exacerbados, porque se trataba literalmente de una cuestión de vida o muerte.

En efecto, el mítico partido entre soldados nazis y futbolistas ucranianos recibió apropiadamente el nombre de «Partido de la muerte».

El fútbol como método de distracción

En junio de 1941 la Wehrmacht invadió a la Unión Soviética y aunque le llegada del invierno ruso famosamente arruinó los planes de Adolf Hitler y determinó la eventual retirada del ejército alemán, los nazis lograron ocupar varios territorios soviéticos, entre ellos Ucrania.

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Al tomar Kiev, la capital ucraniana, los alemanes capturaron a más de 600.000 soldados soviéticos y establecieron un severo régimen de ocupación. Cerraron escuelas y universidades, establecieron obligaciones laborales para todo ciudadano de entre 15 y 60 años, deportaron a miles de ucranianos a Alemania para realizar trabajos forzados, tomaron control de la policía ucraniana y se dedicaron a perseguir a bolcheviques y judíos.

Todas las organizaciones y clubes soviéticos fueron desmantelados.

En medio de toda esta oscuridad, el Reichskommissariat Ukraine (o el «Comisariado del Reich para Ucrania») ideó una estrategia que llamó «Pacificación mediante la normalización». Esencialmente consistía en hacer de cuenta que nada extraordinario estaba ocurriendo y que todo seguía igual que siempre, lo que incluyó permitir la formación de nuevos clubes y organizar torneos de fútbol.

FC Start, un club de panaderos

Cuando las autoridades permitieron la creación de nuevos clubes, un famoso entrenador de fútbol y periodista deportivo de Kiev, Georgi Shvetsov, creó el primero de ellos, llamado Rukh («Movimiento»), y quiso reclutar a los mejores futbolistas que había en Kiev, que es lo mismo que decir los futbolistas que habían jugado en el ahora disuelto Dynamo de Kiev (un equipo que desde sus inicios estaba vinculado al Ejército Rojo soviético).

Nikolai Trusevich, guardameta del Dynamo y una de las figuras más populares del deporte en Ucrania, se negó al llamado de Shvetsov, considerándolo un colaborador del régimen nazi.

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Trusevich, luego del desmantelamiento del Dynamo de Kiev y del fútbol nacional, se había convertido en trabajador de la panadería estatal de Kiev, y varios otros jugadores del club lo habían seguido, dado que este empleo les garantizaba el pan para ellos y sus familias, en tiempos de raciones y economía de guerra.

Así que en lugar de sumarse al club creado por un presunto colaborador nazi, los panaderos decidieron formar su propio equipo, al que llamaron FC Start (tenían prohibido llamarle Dynamo, un nombre asociado al comunismo soviético).

Al equipo se sumaron otros tres futbolistas que antes habían defendido al Lokomotiv —el otro gran club de Kiev—, y cuatro jugadores directamente enviados por la administración alemana: tres oficiales de policía ucranianos y un operador ferroviario alemán.

Entre junio y julio de 1942 hay registro de siete partidos disputados por el FC Start. Enfrentaron a los ucranianos recientemente formados Rukh y Sport, a tres equipos militares de Hungría, a un club de la artillería alemana y a otro alemán formado por trabajadores ferroviarios.

El FC Start era invencible: ganó los siete partidos, en los que convirtió 37 goles y concedió nada más que 8.

Los partidos del FC Start comenzaron a convocar muchedumbres a los estadios, y sus jugadores se convirtieron en héroes locales.

El espíritu de lucha y resistencia se sublimaba a través del fútbol.

En las autoridades alemanas creció la preocupación y la molestia.

En respuesta crearon el equipo llamado Flakelf, representante oficial de la Luftwaffe alemana (la Fuerza Aérea), formado por perfectos y puros miembros arios, que enfrentaría al FC Start con la intención de romper definitivamente su racha victoriosa.

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En agosto de 1942 tuvo lugar el primer encuentro entre el FC Start ucraniano y el Flakelf alemán.

Estaba en juego no solamente el invicto del Start, sino toda la filosofía de Hitler, la superioridad de la raza aria (años antes, el atleta estadounidense Jesse Owens había refutado a Hitler en sus propias naricas, pero esto había sido convenientemente olvidado).

Los ucranianos ganaron 5 a 1.

¿Cómo un equipo formado por la élite de la Fuerza Aérea alemana, miembros arios de supuesta y exuberante superioridad física, habían sufrido una derrota tan humillante ante un equipo formado por ex jugadores soviéticos devenidos en panaderos?

El partido de la muerte

Imagen Wikimedia Commons

Los alemanes no quisieron tomar medidas inmediatas contra los jugadores del FC Start, lo que los convertiría en mártires. Organizaron un partido revancha. que pasaría a la historia como «el partido de la muerte».

La encrucijada era crítica para los ucranianos. ¿Volver a demostrar su poderío deportivo y someter a los alemanes a una nueva humillación, desafiando las creencias más arraigadas de Hitler y los nazis, arriesgando sus propias vidas en el proceso, o ceder su honor y dejarse ganar?

Los carteles que anunciaban el segundo partido entre Start y Flakelf estaban impresos simbólicamente en el mismo estilo y forma que los anuncios oficiales nazis, y contenían en un tamaño destacado la palabra «revancha» (que también puede significar «venganza» o «represalia»). También aseguraban que el equipo alemán se había fortalecido con nuevos jugadores.

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Antes del partido, llevado a cabo el 9 de agosto de 1942 con una multitudinaria asistencia, ingresó al vestuario del FC Start un hombre vestido con el uniforme de las SS y habló con los jugadores:

«Seré el árbitro del encuentro. Sé que son un gran equipo. Por favor respeten las reglas, no rompan ninguna de ellas, y antes del juego saluden a sus oponentes como es debido»

El mensaje era implícito pero claro: debían dejarse ganar, y antes del partido debían dedicar su reverencia al Führer con el saludo Heil Hitler.

Los jugadores ucranianos sin embargo habían tomado otra decisión: antes del partido, amagaron con levantar su mano derecha y saludar Heil Hitler, pero inesperadamente llevaron sus manos al pecho y gritaron «Fizculthura!», el viejo lema de los equipos soviéticos.

Estaba claro que no iban a dejarse ganar.

El partido terminó 5-3 a favor del FC Start. El árbitro lo finalizó antes de los 90 minutos, temiendo que el equipo alemán perdiera por más de dos goles.

Según los registros, tras el final del partido la atmósfera en el campo de juego era relajada.

Se ha dicho que tras el partido los victoriosos jugadores del FC Start brindaron con el vodka que ellos mismos habían elaborado y lanzaron una fiesta por el triunfo.

El pitazo final

Los jugadores y las autoridades alemanas quizá juzgaron prudente simular que no era más que una derrota deportiva.

El FC Start incluso llegó a jugar otro partido una semana más tarde, derrotando nuevamente a Rukh por 8 a 0.

Pero el 18 de agosto la Gestapo se apareció en la panadería en la que trabajaban los jugadores ucranianos y arrestó a los seis de ellos que estaban en ese momento allí. Dos días más tarde fueron arrestados los otros dos jugadores del equipo que no habían sido designados por la administración alemana.

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La Gestapo acusó a los jugadores de ser agentes de la NKVD, el Comisariado del pueblo soviético, y de organizar actos de sabotaje a los nazis en Kiev. Fueron puestos prisioneros, interrogados y torturados. El primero en morir fue Olexander Tkachenko, que intentó escapar y recibió un disparo por parte de un oficial de la Gestapo.

El segundo fue Mikola Korotkykh, delantero del Start, al que su hermana delató como miembro de la NKVD y murió durante una sesión de tortura.

El resto de los jugadores fueron enviados a un campo de concentración en Syretz.

En febrero de 1943, un año y medio después de su arresto, tres de los jugadores ucranianos fueron ejecutados.

Los jugadores sobrevivientes, sin embargo, no adjudican su muerte al haberle ganado dos partidos a Flakelf. «Murieron como muchos otros soviéticos a causa de dos regímenes totalitarios en guerra entre sí, víctimas de una masacre a gran escala» dijo después Makar Honcharenko, el otro delantero del FC Start y autor de dos goles en el segundo partido, que logró sobrevivir al campo de concentración nazi.

El partido de la muerte adquirió, inevitablemente, carácter de mito, y en la era Brezhnev de la URSS, en los 60, se catapultó como relato histórico y heroico de resistencia soviética ante la tiranía nazi. Se creó una leyenda, con los consiguientes detalles engrandecidos, agregados ficticios y simbólicas tergiversaciones. Algunas de esas cosas quizá pueblan incluso esta nota.

Se dice que Trusevich, el guardameta que fue símbolo y figura del equipo ucraniano, murió ejecutado en el campo de concentración vistiendo su camiseta del FC Start, la misma que vistió en el partido que desafío a los nazis.

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No sabemos si el detalle es cierto o invención mítica, pero es un cierre propicio.

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