El Monte Saint-Michel en Normandía

Al norte de Francia, en la región de Normandía, dentro del Departamento de La Mancha, en la desembocadura del hermoso Río Couesnon encontramos este famoso promontorio rocoso, el Monte Saint-Michel, que recibe el nombre de la abadía erigida en su cima. Esta abadía fue consagrada al Arcángel San Miguel y es uno de los sitios del mundo más visitado por los turistas.

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La estatua del santo, ubicada en lo alto de la iglesia se yergue a 170 metros sobre el nivel del mar. El monte, de cerca de mil metros de circunferencia, junto con todo su patrimonio, fue declarado Monumento Histórico en la segunda mitad del siglo XIX.

Un lugar elegido desde la antigüedad

Cuando los galos poblaban la zona se dice que el monte y su vecino Peñasco de Tombelaine estaban cercados por el bosque de Scissy pues la costa quedaba a unos cincuenta kilómetros de distancia de donde se encuentra actualmente. Pero no se han hallado vestigios de él, lo que lleva a pensar que sea tan sólo una leyenda. Geológicamente nada es imposible y más cuando los embates de la marea en esa parte del país son particularmente fuertes y en esa bahía en especial. También las grandes crecidas de los ríos Couesnon, Sée y Sélune pueden haber influido.

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Durante siglos fueron dos las formas de viajar hasta la isla, por tierra cuando la marea bajaba y navegando cuando crecía, ahora una carretera permite llegar hasta la base del monte sin inconvenientes en cualquier momento del día y se planea también la construcción de un puente. A fines del siglo XIX  hubo allí un dique, cuyo emplazamiento se ideó para convertir la bahía en un polder, como se hace en Holanda. Pero se acumuló muchísima arena y esto acarreó más inconvenientes que beneficios; el dique fue quitado pero permanecen aún los bancos de arena que se formaron.

Una historia tortuosa

Algunos historiadores afirman que en el monte las tribus galas habían emplazado un gran megalito en honor a Belenus (Dios del Sol en su mitología) y que en sus alrededores se situó un cementerio. Los romanos lo llamaron Puerto Hércules y construyeron a partir de él sus famosas vías (caminos empedrados) que se dirigían hacia distintas ciudades del interior.

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Los cristianos llegaron en el siglo IV, dedicando el primer oratorio levantado a San Esteban; el segundo a San Sinforiano y, hacia el año 708, ya hubo uno dedicado a San Miguel Arcángel; en el año 966 se funda la abadía benedictina.

En el siglo XI unos cincuenta monjes comienzan a construir albergues para los peregrinos. En 1204 el monte es incendiado, pero fue reconstruido en estilo normando con ayuda del rey Felipe Augusto II y se lo fortificó. Tras la Revolución Francesa la abadía es convertida en prisión y se instala sobre la cumbre un telégrafo; en 1863 Napoleón III la cierra definitivamente. A fin de siglo comienzan a llegar visitantes ilustres atraídos por la belleza del lugar y se construyen algunos hoteles.

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Otros edificios religiosos establecidos en el monte son la Catedral de Notre-Dame-sous-Terre, la Parroquia de San Pedro y la Capilla de Saint-Aubert con su fuente; dentro de un espacio relativamente pequeño tanta Fe que sobrevivió al embate de los siglos.

Pero de tres millones de visitantes al año, sólo la tercera parte llega hasta allí por motivos exclusivamente religiosos, el resto encuentra en el Monte Saint-Michel otros múltiples encantos.

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