¿Fanático de las historias misteriosas y de las leyendas urbanas? Perfecto, estás en el lugar indicado. Nos propusimos hacer una selección de los mejores y más espeluznantes mitos de una ciudad muy particular: Buenos Aires. Si bien es conocida por ser una de las ciudades más cosmopolitas del mundo y destino obligado si visitas Latinoamérica, el labo B de Buenos Aires te va a cautivar mucho más.
El lado B de Buenos Aires: 3 leyendas urbanas de las que nadie quiere hablar

El libro " Buenos Aires es Leyenda" de Guillermo Barrantes y Víctor Coviello lo comprueba. Hace unos años, los escritores argentinos salieron a recorrer la capital mundial del Tango en busca de los relatos más escalofriantes y ocultos en la profundidad de los distintos barrios porteños. Lo que encontraron: 3 mitos urbanos de la ciudad de Buenos Aires.
Algunos más conocidos que otros, pero todos, sin ninguna duda, forman parte del imaginario colectivo y popular de Buenos Aires. ¿Te animas a emprender esta sombría aventura con nosotros? Vamos, no te arrepentirás.
3 mitos ocultos en el corazón de Buenos Aires
#Hasta el cementerio, por favor
Bienvenidos al barrio de Chacarita. Nos trasladamos a finales de los años 70. El cuerpo de una mujer es encontrado sobre la tumba de su madre en el cementerio de esa ciudad. La víctima era Felipa Hosperatto y tenía 39 años. Cuando los autores investigaron la historia, les llamó la atención que la noticia de este hallazgo -tan extraño, por cierto- sólo hubiera sido informada por un periódico local llamado Todo Real.
El hecho pasó desapercibido para la mayoría de la población del país, que para aquel momento vivía una de las épocas más tenebrosas de su historia -hacía dos años se había perpetrado un golpe de estado comandado por Jorge Rafael Videla-, pero aún así logró convertirse en una verdadera leyenda urbana para los habitantes de Chacarita.
Muchos creen que Felipa había ido -como cualquier día- a llevarle flores a su madre, quien descansaba en el cementerio de la calle Corrientes desde hacía unos años. Había hablado con ella por unas horas, y luego se despidió para volver a su casa con sus dos hijos. Ya era bastante tarde y Felipa no quería caminar. La mejor opción era tomarse un taxi. Caminó por la calle Lacroze y allí frenó a un taxi que estaba libre. Subió y le indicó su dirección. Es que Felipa estaba cansada, solo quería recordar a su madre en esos minutos que tomara el viaje hasta su casa.

Sin embargo, habrán pasado unos pocos segundos para que Felipa comenzara a sentirse extraña. Algo raro sucedía. El hombre apenas hablaba -no muy común en cualquier taxista- y se lo notaba extremadamente pálido. Felipa se había dado cuenta, además, que estaba comenzando a tener mucho frío. Había tenido la intención de subir la ventanilla, pero no podía, pues curiosamente ya estaba cerrada. Y peor aún: la ventana del chofer también lo estaba.
El coche no tenía ningún un escape de aire abierto. No obstante, el frío se hacía sentir cada vez más en su cuerpo. ¿Qué era lo que estaba pasando, entonces? Observó más en detenimiento y vio que el auto era extremadamente viejo y que lucía muy descuidado. Giró su mirada hacia al chofer y pidió una explicación. Pero el hombre no contestaba.
Lo único que Felipa llegaba ver, desde su asiento, eran las manos del taxista. Eran delgadas, blancas y arrugadas, como si se tratara de un espectro. Para colmo, su rostro era imperceptible. Había querido tocarle el hombro pero no podía, parecía como si no llegara, como si el hombre estuviera a metros de distancia. El miedo ya poseía a Felipa. Así que comenzó a gritar desesperadamente muy fuerte. Hasta que en un arrebato percibió que sus propias manos lucían extrañas. Eran las de un muerto o, al menos, eso parecían. Felipa obviamente no encontraba la calma, por lo que siguió gritando hasta que el vidrio retrovisor del auto, en tan sólo unos segundos, se hizo añicos. Para su sorpresa, el taxi finamente se había detenido.
El hombre giró, por primera vez, hacia Felipa que aterrada, observó su rostro difuminado y deformado. La cara del chofer no era más que su propio reflejo. Felipa miró a su alrededor, una vez más. Estaba nuevamente en el cementerio. Ahora todo estaba claro. El viaje solo tenía un destino y ése era su camino hacia el más allá.

Según los autores del libro, los habitantes de Chacarita creen que por las calles del barrio deambula un taxi que solo recoge a los que salen del cementerio. Quien suba ya tendrá un lugar asegurado en el otro mundo.
#La estación fantasma
Marina acababa de enterarse que su novio la engañaba con una compañera de trabajo. Lo único que quería era desaparecer por un tiempo, tomar un rumbo incierto. Así que no había tenido mejor idea que bajar en la primera boca de subte que había encontrado. Estaba en Piedras de la línea A e iba hacia San Pedrito.
La realidad es que a ella no le gustaba el subte. Las luces intermitentes, el ruido molesto de la bocina, todo le molestaba. Sin embargo, eso ya no importaba. Estaba enojada, así que subió a la formación igual. El vagón estaba casi vacío. Se sentó y observó que un joven la miraba con insistencia. Estaba claro que el chico sentía cierta atracción hacia ella, pero no era un buen momento para eso. Había decidido ignorarlo y mirar para otro lado. Para cuando levantó la mirada, ya estaba en Pasco. Odiaba esa estación y la próxima Alberti, también. Tenían un solo andén, eran oscuras, le parecían extrañas.

Marina estaba tratando de olvidar todo lo que había sucedido, quería borrar ese día de su memoria como sea. Cerró sus ojos, advirtiéndo al mismo tiempo que el subte había comenzado a circular más lento. Era extraño, pero había empezado a sentir que no podía respirar justo cuando las luces del subte se habían apagado.
Abrió los ojos. No podía creer lo que tenía ante ella. A través de la ventanilla se podía ver una rara estación en construcción. ¿Cómo era esto posible? Que ella supiera no estaba proyectada una nueva estación en ese recorrido.
Luces nuevamente prendidas. El joven de enfrente seguía mirándola. Pero ella no estaba bien, se sentía inquieta y hablaba sola. El chico, que había notado su desesperación, no dudó en acercarse para ayudarla a bajar del vagón. Trató de tranquilizarla pero Marina estaba fuera de sí. Ingresaron al primer bar que habían encontrado sobre la calle Rivadavia y, allí Leandro -como se había presentado- le pidió que se sentara y tratara de tomar un poco de agua.
Cuando Marina recobró un poco la cordura, Leandro insistió en que le explicara qué le había pasado. Segura de que lo que había visto había sido real, la joven contó que entre Pasco y Alberti había una estación en construcción con dos obreros muertos que la habían observado al pasar. Leandro, incrédulo pero interesado por la historia de la chica, continuó escuchando con atención.
La leyenda cuenta que a principios del siglo XX, la línea A iba a tener una nueva estación entre Pasco y Alberti. Dicen que hasta hubo obras para poder concretar esa media estación pero que luego de un accidente, donde dos obreros murieron, el proyecto jamás vio la luz. Sin embargo, tras una exhaustiva investigación, los escritores jamás encontraron evidencia fidedigna de que esto verdaderamente haya sucedido. Aunque por supuesto, el que quiera creer que crea ¿no?
#El hombre sin párpados de Coghlan
Cuentan los vecinos de este barrio, ubicado al norte de la ciudad de Buenos Aires, que por las calles lindantes a la estación de Coghlan del ferrocarril Mitre, deambula sin rumbo un hombre con una discapacidad especial: sus ojos no tienen párpados. Según cuentan los investigadores en el libro, la mayoría de los pasajeros entrevistados no conocía la historia y aseguraba no haberlo visto jamás por allí.
Sin embargo, algunos comerciantes sí afirmaron conocer la historia sombría que rodeaba a ese hombre. La dueña de un puesto de diario contó que sí, efectivamente, el hombre había existido pero un día -hacía varios años- una locomotora que iba a Retiro lo había asesinado. Lo curioso es que, según ella, esa formación había sido abandonaba a mitad de camino y que aún hoy pueden observarse unas extrañas manchas de sangre en el frente.

Algunos creen que el fantasma de ese hombre no deja en paz a los habitantes del barrio y, cada tanto, aparece cuando el sol se oculta. Definitivamente no quisiera pasar por allí a esa hora.
¿Qué opinas de estas historias? ¿Qué mitos existen en la ciudad que vives?
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