El trabajo doméstico se asocia con lo femenino, pero seamos sinceras... ¿alguna limpia el piso por amor? ¿Nacemos con un instinto hacia la limpieza del hogar? ¿Amamos más a nuestros hijos que sus padres? ¿O queremos más a nuestros padres cuando son mayores que nuestros hermanos varones?
Economía feminista: Una propuesta simple y clara para alcanzar la igualdad

El cuidado de las personas, la limpieza y las tareas del hogar quedan a cargo de las mujeres porque está implícito en la sociedad que así sea. Y todas estas actividades llevan horas de trabajo -en su mayoría por parte de las mujeres- que no son reconocidas.
Este es uno de los mensajes que nos transmite en su libro Mercedes D´Alessandro, la economista feminista que propone una nueva mirada sobre la organización social tal como la conocemos.

Primer paso, reconocer el trabajo no remunerado
Mercedes D´Alessandro plantea entonces esta problemática: las mujeres en muchos casos tenemos un doble trabajo -dentro y fuera del hogar- pero solo uno es reconocido.
Y no exagera: Según la OCDE, las mujeres trabajan 2,6 horas más por día que los hombres si sumamos el trabajo pago y el no pago. Para hacerse una idea más clara, una mujer empleada full time dedica más tiempo a las tareas del hogar que un hombre desempleado.
El trabajo no pago necesita ser reconocido como lo que es, una tarea indispensable para toda la vida social y la base sobre la que se levanta la actividad económica cotidiana.
Las tareas del hogar son fundamentales para el funcionamiento de la sociedad y conllevan horas de trabajo diario que no son remuneradas ni reconocidas y que dejan a las mujeres en desigualdad frente a los hombres a la hora de disponer de tiempo para conseguir un trabajo o disfrutar del tiempo de ocio.
Trabajos… ¿femeninos?
Si bien las mujeres tienden a ocupar cada vez más lugares en el mercado laboral, hay ciertos resabios culturales que se mantienen presentes. Es el caso de la responsabilidad de las tareas del hogar y el cuidado de los niños y ancianos, y la idea de que hay trabajos “femeninos” y “masculinos”.
Todos asumimos que las tareas del hogar son de mujer y que se realizan por amor. La situación penaliza también a los hombres, imponiéndoles la necesidad de conseguir mejores empleos y salarios para ser el sustento y proveedor de la familia y les quita - en muchos casos- la posibilidad de participar y disfrutar de la crianza de los hijos.
De hecho, en el último siglo la segmentación de tareas por sexo, prácticamente no cambió: la principal ocupación de las mujeres sigue siendo empleada doméstica, maestra y enfermera.
Puntualmente, en Argentina cerca del 20% de las mujeres asalariadas tienen como principal ocupación el trabajo doméstico.

El desafío: romper el techo de cristal
No los vemos, pero hay ciertos mecanismos (o presiones) sociales y culturales que limitan a las mujeres a la hora de hacerse cargo de tareas asociadas al hombre. Pero estas barreras simbólicas de cristal no solo son impuestas desde afuera sino que están también en nuestro interior.
En el libro Economía feminista, Mercedes propone (entre otras cosas) reformular las teorías económicas -y, por lo tanto, reorganizar la vida cotidiana de la sociedad tal como la conocemos- incorporando una visión de género.
¿Cómo? Simple: el trabajo no remunerado debería ser redistribuido entre hombres y mujeres por igual, y a su vez, entre hogares, Estado e instituciones de cuidado.
Un futuro feminista
Imaginá un mundo en donde las tareas del hogar y la crianza de los hijos estuvieran repartidas equitativamente. Sumale empresas que ofrezcan guarderías y espacios de lactancia, un Estado que provea de instituciones de cuidado, flexibilidad laboral y licencias de parternidad acordes a las necesidades reales, solo por nombrar algunos cambios.
No se trata de un capricho intelectual o una moda, sino más bien de reconocer que la realidad ha cambiado y que la mujer hoy ocupa un rol distinto del que tuvo en los últimos siglos en el sistema productivo.
Hay ciertos preconceptos y estereotipos que están tan arraigados en la sociedad y nuestra personalidad que detectarlos es todo un desafío. Pero una vez que logramos romper esa barrera, los empezamos a ver por todas partes.
“ Economía Feminista” es una lectura casi obligatoria que nos invita a reflexionar sobre el rol de hombres y mujeres en la sociedad. Solo se trata de reorganizarnos. Porque la sociedad cambió, las mujeres cambiamos, pero la organización económica de la sociedad NO. Y es hora de impulsarlo.
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