Descubriendo Petra, la Ciudad Rosa de Oriente Medio

"Una ciudad rosa tan antigua como el tiempo" fue el verso con el que John William Burgon se refirió a Petra tras su descubrimiento por parte de Johann Ludwig Burckhardt, explorador sueco quien, tras camuflarse bajo los ropajes de un estudiante árabe, dio a conocer uno de los secretos mejor guardados del exótico Oriente en 1812.

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Doscientos años después Petra, la Ciudad Rosa de Jordania, sigue cautivando a quienes se acercan al otro lado del Mar Rojo para contemplar la perfecta simbiosis esculpida por la mano del hombre sobre la naturaleza como mejor lienzo.

Los colores secretos del desierto

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El cañón conocido como Siq parece estrecharse a lo largo de sus dos kilómetros mientras avanzamos a pie o en camello ya que el único medio de transporte permitido en la ciudad jordana es aquel de cuatro patas.

A medida que penetramos, la bella estructura del conocido como Tesoro de Jordania (Al-Khazneh) comienza a dibujarse entre las paredes del desfiladero y despliega toda su belleza una vez que lo alcanzamos. El monumento más señalado de Jordania luce los colores rosas y anaranjados de la caliza en los que fue esculpido y se encuentra sostenido sobre una fachada de doce metros compuesta por columnas, dos plantas que albergan diversas salas rituales y relieves de influencia griega, un espectáculo cuyo esplendor debemos agradecer a la cultura nabatea.

Los nabateos conformaban una tribu procedente del noroeste de Oriente Medio que se instaló en Petra alrededor del siglo VI a.C. La ciudad, ubicada en Wadi Musa (o Valle de Moisés), fue el supuesto lugar al que llegó el protagonista del Éxodo seguido de los egipcios tras elevar las aguas del Mar Rojo, además de un lugar de clara influencia egipcia que los nabateos adoptarían a la hora de potenciar su particular arquitectura.

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Además, Petra se convirtió en ubicación estratégica de las rutas comerciales, especialmente de aquellas que traían seda desde China o la India a través de Oriente Medio hasta llegar a los países mediterráneos.

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Una vez dejamos atrás El Tesoro de Petra, la ruta nos conduce a través de la Calle de las Fachadas hasta el Templo Romano de 7 mil asientos que confirman la influencia del Imperio tras la toma de la ciudad.

Cuando dejamos atrás las Tumbas Reales ubicadas en el desfiladero, nos encontraremos con El Monasterio (o El Deir), el monumento más imponente de la ciudad de Petra, con más de 48 metros de alto y un nombre que responde a las cruces insertadas en su interior durante el período bizantino (siglo IV).

Para finalizar, nada mejor que ascender hasta la cima de la Montaña de Aaron en la que yace la tumba del hermano de Moisés, si bien los locales utilizan burros como transporte cuyo trato no es el más apropiado. Desde este enclave pueden contemplarse las mejores vistas de esta ciudad designada como patrimonio de la Unesco en 1985 y cuyo encanto lo convierten en uno de esos lugares que, de forma obligada, debes visitar al menos una vez en la vida.

Petra, la Ciudad Rosa de Jordania fue elevada por los nabateos entre los siglos VI y IV a.C., conservando el secreto de su arquitectura hasta la posterior influencia romana y bizantina, que terminaron de perfilar uno de los grandes secretos de Oriente Medio y uno de las más claras muestras de que el hombre, en ocasiones, puede crear belleza.

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