Descubriendo Albania, un país sorprendente

Albania forma parte de esos países cuyo potencial turístico es muy real: abierto al mar Adriático y Jónico, este pequeño país de 3,5 millones de habitantes tiene una población fundamentalmente rural y muchas riquezas arqueológicas, y se ve bajo la influencia de un clima mediterráneo que garantiza unas temperaturas suaves durante todo el año y unos veranos cálido y soleados, que rondan los 40 grados.

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Sin embargo, Albania, enclavada entre Grecia, Macedonia, Kosovo y Montenegro, continúa presentando una imagen deteriorada por cincuenta años de dictadura comunista y un estado de autarquía impuesto por su antiguo presidente Enver Hodja, desde su llegada al poder en 1944, hasta los año 1990.

Atractivos naturales de Albania

Las riquezas naturales son uno de sus mejores atractivos: este país ofrece una gran riqueza de parques arqueológicos como la ciudad de Finiq, que no deja de recordar la prosperidad y la riqueza de Albania durante la civilización romana.

Imagen Thinkstock

Sobre todo el parque arqueológico de Apollonia, el mayor del país, ha permitido recuperar un centro monumental que se remonta a la época romana, pero también un gran pórtico dotado con 17 nichos. Las misiones de investigación, que fueron interrumpidas durante el tiempo del gobierno comunista, se retomaron en los años 90, permitiendo desvelar otros vestigios impresionantes del pasado.

Además de sus parques, Albania presenta una gran oferta de enclaves históricos: la montaña fortificada de Peshtan, las fortificaciones de Gorica, la fortaleza de Vokopole, pero también la antigua ciudad de Durrës, que es la segunda del país después de Tirana, así como su puerto principal. Esta ciudad, que antiguamente se llamaba Epidamme, fue rebautizada en varios momentos a lo largo de su historia, tras los episodios de conquistas sucesivas.

Monumentos y sitios históricos de Albania

Y como si se tuviera que demostrar el potencial turístico y cultural inherente a Albania, este país presenta igualmente muchos monumentos religiosos: el monasterio de Pojan, cerca de Apollonia y particularmente célebre por su capilla Santa María. En pleno centro de Tirana, se puede contemplar la mezquita de Ethem Bey, cuya construcción se remonta a 1789.

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También se puede contemplar la ribera albanesa descendiendo por la zona de Saranda. Otra forma de recuperar el pasado es visitando la ciudad de Butrint, clasificada como patrimonio histórico mundial y ocupada sucesivamente por muchas civilizaciones.

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Si bien es cierto que la apertura del país hace unos veinte años ha permitido la construcción de un cierto número de hoteles siguiendo la normativa europea, su capacidad sigue siendo pobre, así como el confort de algunos de ellos.

El desplazamiento de un lugar a otro puede llegar a convertirse en una auténtica aventura, sobre todo si se toman las carreteras albanesas: si los ejes principales han sido renovado en estos últimos años, las carreteras secundarias están lejos de estar todas asfaltadas, haciendo el viaje bastante poco cómodo. Por desgracia, la red ferroviaria no permite reemplazar la red de carreteras por razón del poco número de líneas y de trenes que siguen estando bastante viejos.

Por últimos queda el autobús, que parece ser la mejor solución para viajar por el país. Sin embargo no conviene hacerse muchas expectativas: el confort suele ser rudimentario y los horarios varían bastante. No cabe duda de que todavía hay que darle tiempo a Albania para que termine imponiéndose como un auténtico destino turístico por completo.