Control de armas: tiradora olímpica busca desestigmatizar el uso de armas en el deporte

Kim Rhode, ganadora de cinco medallas olímpicas; tres de ellas de oro.

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Una hombre sale de su casa, se dirige a una discoteca gay en Orlando con su rifle semiautomático AR-15 y dispara. El saldo fue de 50 muertos y casi el mismo número de heridos. Fue el tiroteo masivo más letal en la historia estadounidense. Fue un crimen de odio.

Meses atrás, también en Estados Unidos, una pareja comenzó un tiroteo en un centro de convenciones en donde estaban reunidas más de cien personas, dejando 14 víctimas mortales y 26 heridos. La misma escena parece repetirse en aquel país a lo largo de las últimas décadas bajo un mismo denominador común: motivaciones personales. A esto hay que agregarle el caldo cultivo que constituye la sociedad norteamericana para que este tipo de incidentes se produzcan, como la disponibilidad de armas, enfermedades mentales, la frustración del sueño americano, etc.   

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Violencia vs. deporte

Ahora bien, ¿es correcto meter todo dentro de una misma bolsa? Es decir, asociar a la violencia tanto a la tenencia de armas como el uso de estas en el ámbito deportivo. Esta cuestión fue abordada por la tiradora estadounidense Kim Rhode, ganadora de una medalla olímpica en cada una de las ediciones desde de Atlanta 1996, incluyendo tres medallas de oro.  

Antes de partir a Río en busca un sexto galardón, la atleta se sorprende cuando le preguntan a ella, una estrella del tiro profesional, sobre las nefastas consecuencias que ha tenido la libre tenencia de armas en su país. Con ironía, responde: “Cuando hablan con un conductor de NASCAR, a ellos no le piden que opinen sobre algún incidente que ocurrió con un vehículo”. “Hay un estigma asociado a nuestro deporte”, dice la atleta de 37 años durante una entrevista concedida a la revista Time.

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Hombre (mujer) prevenido vale por dos

Sin embargo, Rhode entiende que la práctica de su deporte requiere de una serie de medidas de seguridad que hay cumplir exhaustivamente. “Disparo de 500 a 1000 rondas de tiro por día, por lo que tiene que haber una verificación de antecedentes cada vez que compro una munición, o cada vez que llevo una munición dentro o fuera de un torneo”, dice la medallista olímpica.

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“Ha habido armas en mi familia que fueron pasando de generación en generación. Ahora las voy a registrar como armas de asalto. Y no van a ser heredadas a mi hijo, o para mí de parte de mi padre”, asegura la atleta.

La segunda Enmienda de la Constitución

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Por otro lado, Kim Rhode defiende el uso de armas en la sociedad y habla de la posibilidad de tenerlas y cargarlas, para que cada individuo pueda protegerse a sí mismo y a sus familias. “La segunda enmienda fue puesta allí no solo para que podamos hacer tiro de lanzaplatos”, plantea Rhode.

La segunda enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, fue introducida en 1791 y forma parte de lo que se conoce como la  Carta de Derechos (Bill of Rights), es decir, el conjunto de 10 enmiendas que protegen y garantizan ciertas libertades personales a los individuos, a la vez que otorgan algunas facultades a los pueblos, limita la injerencia del poder del gobierno en ciertos procesos judiciales y pone muy pocas restricciones a los ciudadanos.

Aunque su historia es muy extensa y su polémica aún más, el 28 de junio de 2010 la  Corte Suprema de los Estados Unidos volvió a legitimizarla, sentenciando que ninguna ley estatal o local puede restringir el derecho a poseer o portar armas.

Solo en 2013, las armas de fuego fueron usadas en 11.200 asesinatos en Estados Unidos. Esto significa, y si no, debería, que es hora de que el gobierno de una de las máximas potencias mundiales tome aún más medidas para impedir que este número de víctimas mortales siga creciendo. ¿Pero cuál es el camino? La violencia una vez germinada suele encontrar la forma de salir a la luz. Contar con mayor accesibilidad a los medios para llevarla a cabo, sin duda, es un factor a considerar. ¿Pero es esa la solución?

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No es una problemática sencilla de resolver, aunque hay esfuerzos por abordarla y atacar sus raíces. Y aunque no se trata de una situación exclusiva de la sociedad norteamericana, sin duda ella se ha convertido en un paradigma de esta clase de violencia.