Cuando se habla de las criaturas que habitan la región ártica y que son capaces de tolerar sus intensos frío invernales, muchas veces nos vienen a la mente los osos polares, los enormes alces y renos, los zorros árticos y alguna que otra especie, siendo muy poco usual que pensemos en una rana. Sin embargo, existe una especie que ha demostrado una capacidad extraordinaria para superar las extremas temperaturas en esa latitud y de la que los científicos han descifrado sus secretos para conseguir sobrevivir largos períodos de tiempo prácticamente congeladas.
¿Cómo hacen las ranas para tolerar el frío extremo?

La ultracongelación de la rana de la madera

La rana de la madera (Lithobates sylvaticus) está ampliamente distribuida en América del Norte en un territorio que va desde Georgia hasta los límites al norte de Canadá, en pleno Círculo Polar Ártico. Su capacidad para sobrevivir en esta región a pesar de ser un animal de «sangre fría», es decir, que su temperatura corporal se regula con la del ambiente, ha intrigado a los científicos, quienes desde hace años estudian como estas alteran su fisiología para sobrevivir.
Hasta ahora, solo se habían realizado estudios en laboratorios, pero unos investigadores han estudiado y publicado en The Journal of Experimental Biology sus últimos resultados empleando una población en estado salvaje, descubriendo por fin que el secreto de este anfibio para la ultracongelación en vida está no solo en un incremento notable del contenido de glucosa en sangre, algo que ya se conocía, sino también en varios ciclos de congelación y descongelación previos a que estas se ven sometidas en la naturaleza.
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Ranas capaces de soportar casi 20 grados bajo cero
El seguimiento de los científicos a las ranas duró todo el otoño y el invierno, tiempo en el que observaron entre 10 y 15 ciclos de congelación y descongelación e intuyeron que esto podría ser vital para su preparación ante la llegada de la temporada más dura. Para comprobarlo, se llevaron algunas ranas al laboratorio que no pasaron por este ciclo, sino que fueron directamente congeladas.
Las que estaban en la naturaleza sobrevivieron durante todo el largo invierno a temperaturas entre los -8,9º C y los -18,1º C, un período mucho más largo que lo observado hasta ahora en estos animales y las temperaturas más frías jamás registradas. En el laboratorio la tolerancia al frío fue mucho menor.

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El secreto está en la producción de glucosa, que impide la congelación de la sangre del animal a pesar de que hasta el 60% de su cuerpo se encuentra absolutamente helado. Estos niveles fueron entre 2 y 10 veces mayores en las ranas que vivieron los ciclos de congelación y descongelación, lo cual en la naturaleza ocurre durante el inestable clima otoñal y las prepara para sobrevivir mucho más tiempo que si se congelaran de una sola vez, que es lo que se había hecho hasta ahora para estudiarlas en los laboratorios. Ahora los científicos enfocan sus esfuerzos en comprobar cómo los seres vivos que hay en su interior, como por ejemplo los parásitos, sobreviven a este período tan difícil de esta «rana criogénica».
Asombroso, ¿verdad?
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