¿Caso resuelto? La verdadera identidad de Jack el Destripador develada con nuevo análisis forense

En muchas películas o series policiales hay un detective atormentado, usualmente con una trágica historia de fondo y con una vida dedicada por entero a su trabajo, que se obsesiona con un caso que no puede resolver, como si en él se encontrara la llave para solucionar todos sus problemas.

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En el caso de Jack el Destripador, ese detective fue en algún momento una persona concreta —el inspector Frederick Abberline, interpretado por Johnny Depp en la película From Hell—, pero eventualmente se convirtió en un ente colectivo que ha existido y se ha obsesionado con el asesino por casi un siglo y medio.

Un ente formado por prensa, artistas, científicos y ciudadanos que con el paso del tiempo forjaron toda clase de teorías e hipótesis, y los inevitables mitos y leyendas en torno al célebre asesino serial, uno de los casos sin resolver más enigmáticos de la historia.

El caso de Jack el Destripador acaba de cumplir 130 años, y es ahora que un grupo de científicos parece haber llegado a una nueva evidencia, aparentemente concluyente, sobre la identidad del asesino de Whitechapel.

¡Era el barbero polaco!

Imagen TedPerez

Parece la resolución de un juego alternativo del Clue, pero las nuevas evidencias surgidas de un novedoso análisis forense de ADN apuntan al «barbero polaco» como el verdadero Jack el Destripador.

Desde que tuvieron lugar los brutales asesinatos, entre agosto y noviembre de 1888, se han propuesto más de 100 posibles identidades para el misterioso asesino que atacaba prostitutas y les sacaba los órganos.

Identidades propuestas por hipótesis policiales de la época, por la opinión pública o la prensa, o por estudiosos y analistas posteriores.

Entre los primeros sospechosos considerados por la policía había un hombre del que solo sabían su apellido, Kosminski, y que era un polaco judío que tenía una barbería en el vecindario de Whitechapel, donde ocurrieron todos los asesinatos.

Imagen Shutterstock

La policía llegó a creer con firmeza que Kosminski era el asesino, y hasta consideraban que había un testigo que lo había visto cometer uno de los crímenes, aunque el testigo no iba a declarar en su contra porque también era judío y no iba a traicionar a su correligionario.

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El tal Kosminski fue encerrado en un manicomio, un par de años después de los asesinatos de Jack el Destripador y sin haberse comprobado si era él o no.

El asunto se complica todavía más porque tampoco está completamente comprobado que el Kosminski en el manicomio sea el mismo que consideraron sospechoso. Esto se puso en duda porque el hombre del hospital psiquiátrico era muy tranquilo y nunca tuvo conductas violentas. Se cree que tal vez hubo una confusión con otro paciente polaco y judío que había en el manicomio.

La bufanda de la víctima

Fue en 2014 que un investigador llamado Russell Edwards aseguró que Kosminski era Jack el Destripador, realizando un estudio de ADN mitocondrial en la bufanda o chal de una de las víctimas, aparentemente la única evidencia que sobrevivió de las escenas de los crímenes.

Esta hipótesis es la que ha sido respaldada por un nuevo análisis genético.

El estudio publicado en el Jornal de Ciencias Forenses dice: «Aplicamos técnicas muy novedosas y mínimamente destructivas de recuperación de muestras de ADN, obtenidas de manchas en la evidencia [la bufanda] que resultan científicamente relevantes, y separamos células únicas vinculadas al sospechoso, seguido de un análisis fenotípico».

Agregan que los perfiles de ADN mitocondrial coinciden con las muestras de referencia, tanto de la víctima como del sospechoso, lo que refuerza la hipótesis de que la bufanda realmente estuvo en la escena del crimen.

«De acuerdo a nuestro conocimiento» dicen los investigadores, «este es el estudio más avanzado hasta la fecha sobre este caso».

Imagen Wikimedia Commons

El estudio, sin embargo, ha sido cuestionado por otros expertos.

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Los detalles de las muestras de ADN y las comparaciones realizadas para llegar a la conclusión no están presentes en el paper presentado, y hay en su lugar unas casillas de diferentes colores.

Walther Parson, científico forenses de la Universidad de Innsbruck en Austria cuestionó la decisión de dejar afuera estos datos. «Me pregunto hacia dónde va la ciencia y la investigación cuando empezamos a evitar mostrar resultados y en cambio presentamos cuadritos de colores» dijo.

Otro experto en análisis de ADN mitocondrial dijo que este tipo de análisis solamente sirven para excluir a un sospechoso, pero no para incriminarlo. En otras palabras: el análisis de ADN sería confiable y concluyente si determinara que NO es de Kosminski, pero partiendo de la premisa que sí es, no alcanza para comprobarlo fehacientemente. Podría ser su ADN, pero también de cualquier otra persona.

Otros cuestionamientos apuntan a que no es seguro que la bufanda haya estado en la escena del crimen y, aún si lo estuvo, puede haberse contaminado en todos estos años.

En definitiva, el enigma continúa.

Y ese detective colectivo y eterno que se ha obsesionado con el caso podrá seguir persiguiendo su resolución.

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