Algunos países siempre han estado ahí aunque los circuitos turísticos aún no los hubiesen descubierto, lo cual a su vez les ha permitido seguir cultivando sus costumbres y marcando sus propias reglas. Este es el caso de Bután, el país de la Felicidad Interior Bruta basada en una naturaleza exuberante, prácticas budistas o unos locales que apenas supieron de la existencia de Internet hasta hace unos años.
Bután, el país de la Felicidad Interior Bruta

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La felicidad cuesta

Entre la India y China, la pequeña nación de Bután se despliega en forma de valles verdes, ciudades históricas como Paro o monasterios esculpidos en montañas convertidas en paraíso para los amantes del hiking. Un edén secreto que se ha beneficiado de su anonimato durante gran parte de su historia, resistiéndose a la influencia occidental y acuñando sus propias normas, entre ellas la total ausencia de bolsas de plástico, la preservación de sus patrimonios o una primera conexión a Internet que llegó en 1999.
Este estado de contemplación constante, alimentado por la religión budista, llevó al gobierno de Bután en 1972, y más concretamento al Emperador Dragón Jigme Singye Wangchuck, a establecer el Gross National Happiness (o Felicidad Interior Bruta), un sistema basado en los siguientes cuatro conceptos:
- Desarrollo sostenible.
- Preservación y promoción de valores culturales.
- Conservación del medio ambiente.
- Establecimiento de un buen gobierno.
Cuatro factores que se apoyan en el potencial cultural y natural del país para consolidar un sistema económico propio que no entiende de contaminación, estrés ni pérdida de valores. A su vez, estos "mandamientos" se amplían en función de un cuestionario de 180 preguntas que abarca 9 aspectos diferentes:
- Bienestar psicológico
- Uso del tiempo
- Vitalidad de la comunidad
- Cultura
- Salud
- Educación
- Diversidad medioambiental
- Nivel de vida
- Gobierno

De esta forma, la Felicidad Interior Bruta se convirtió en la principal forma de medir los impactos de Occidente y preservar las acciones de sus locales, si bien otros países como Tailandia o Estados Unidos comenzaron a adoptar esta filosofía una vez Bután consolidó la segunda parte de su propósito, el Gross National Well-being (o Índice del Bienestar Nacional), en 2005 .
Visitar Bután supone hacerlo a un lugar en el que la naturaleza aún luce casi virgen, el silencio inunda los templos y el aire llega cargado de una pureza que ni las empresas internacionales ni el turismo han sabido perturbar. De hecho, entrar en Bután supone pagar una tasa de 250 dólares por día (200 de diciembre a febrero).
Sí, la felicidad a veces cuesta.
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Bután, el país de la Felicidad Interior Bután se apoya en su naturaleza, cultura y religión budista para confeccionar un santuario propio cuyo acceso es exclusivo y un estilo de vida convertido en modelo a aplicar por otras naciones más desiguales.
¿Pagaría 250 al día por visitar Bután?








