Bosnia y Herzegovina, un país que renace

Lo más notorio de Bosnia y Herzegovina es su paisaje montañoso y extravagante, mejor visto desde sus parques nacionales. Para algunos el país es sinónimo de las guerras yugoslavas que devastaron la región de los Balcanes en 1990, todavía quedan restos de ello, contando actualmente con una infraestructura fracturada y algunas regiones del país infestadas de minas.

Sin embargo, hay muchos aspectos positivos por los que vale la pena visitar los centros urbanos de Bosnia y Herzegovina, especialmente la capital cosmopolita de Sarajevo, con su herencia turca y ambiente lleno de cafés. Por doquier hay fortalezas históricas, mezquitas antiguas y monasterios y templos católicos. Pero quizá, sobre todo esto está el puente otomano reconstruido en Mostar, que simboliza el pasado y un nuevo comienzo positivo para el país.

En Sarajevo podrás ver los rastros de 500 años de dominación turca. El barrio turco (Bascarsija) y el centro de la ciudad han sido reconstruidos y la ciudad, donde la vida ha vuelto a pesar de las marcas de la guerra. Los bazares coloridos son testamento de la herencia otomana y la energía del presente. Si te detienes por el distrito de Bascarsija, podrás disfrutar del café del lugar.

Entre las tiendas podrás ver productos variados como manualidades en madera y metal, cafeteras, cerámicas, tapetes hechos a mano, artículos de lana, vinos, arte folclórico, tapicería, bordados y cajas de cuero. En algunos locales también venden como suvenir casquetes de artillería que recuerdan la época de la guerra.

Por último, no olvides hacer una parada en Mostar para ver el elegante puente otomano que une los dos lados del pueblo a través del río Neretva. El puente original del siglo XVI fue destruido durante la guerra, pero desde entonces ha sido reconstruido con ayuda de Turquía. Además, el pueblo tiene mezquitas que datan del siglo XVI y XVII, edificios medievales y calles empedradas que han sobrevivido.