¿A qué edad somos más felices?

Según un reciente estudio, somos verdaderamente felices de jóvenes y de viejos y casi toda la vida la pasamos viajando en un vagón distinto a la de la felicidad. La ingeniosa frase de John Lennon «la vida es todo aquello que nos está pasando mientras nosotros estamos haciendo otros planes» cobra ahora vigencia científica.

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¿Salud, dinero y amor o salud, dinero y tiempo?

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Una vieja sentencia dice que la vida está dividida en tres partes. En la primera tenemos salud y tiempo, pero no tenemos dinero; en la segunda tenemos salud y dinero, pero no tenemos tiempo, y en la última disponemos de dinero y de tiempo, pero no de salud. Más o menos arbitrariamente, la primera etapa es la de la niñez y juventud; la segunda, la de la adultez y madurez; y la tercera, la de la ancianidad.

Lo que viene a significar que la felicidad nunca es completa. ¿El amor? No lo hemos olvidado. Suponemos que los autores del largo aforismo dejan a cada quien en libertad de conseguirlo, independientemente de que carezcan de uno o varios de los ingredientes anteriores. Esta escéptica visión ha sido cuestionada por un estudio australiano que acaba de identificar la edad de la felicidad, o mejor dicho, las edades, porque son dos y bien separadas en el tiempo.

La curva de la felicidad

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Según el estudio, conducido por especialistas de la Universidad de Nueva Gales del Sur, la curva de la felicidad comienza a ascender desde los 15 años y alcanza su punto máximo pasados los 20; luego viene una larga travesía por el desierto que se inicia a más tardar a los 25, en la que la dicha comienza a quedarse sin agua hasta casi perecer de sed. Es el periodo vital en el que ya empezamos a estar estresados por el exceso de trabajo o por llegar a tiempo a algún evento de los niños.

En el aforismo del comienzo se supone que en esta edad tenemos suficiente dinero, por lo que no está incluido el aguafiestas adicional de tener que cuadrar un presupuesto deficitario. Pero sobran ejemplos de personas que alcanzan el éxito económico en esta etapa y no les queda más remedio que ir incrementando el saldo de la cuenta bancaria porque no disponen de un minuto libre para tomarse un respiro y disfrutar de la vida. Concluyen los expertos australianos que la felicidad recién recupera su tendencia ascendente a los 65 años, para conseguir su mejor momento en torno a los 75.

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Los peligros de extrapolar el modelo australiano

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No deja de ser sorprendente que ya a partir de los 25 años comencemos a sentirnos infelices. Los chicos que ahora andan entre los 15 y los 20 tienen la ventaja de retar al sistema y decidir que no formarán parte de ese enorme contingente de hombres y mujeres jóvenes y con algo de dinero, pero desdichados.

Por otro lado, resulta un alivio que, en el peor de los casos, volveremos a ser felices cuando nos convirtamos en septuagenarios. Los que es propicio para plantear algunas dudas sobre este modelo y los riesgos de extrapolarlo a otros países.

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No es de extrañar que los jubilados australianos se sientan felices a partir de los 65, para alcanzar el nirvana a los 75. Las pensiones que cobran los oceánicos les proporcionan lo suficiente para llevar una vida cómoda, con la estabilidad de una vivienda propia en una bonita urbanización, uno o dos autos en la cochera y los hijos hace tiempo bien posicionados, mientras disfrutan de unas ciudades que suelen encabezar los rankings mundiales en calidad de vida. Un porteño, un chilango, un limeño o un caraqueño quizá no puedan hacer tanto con su pensión; para no hablar de los riesgos de vivir en varias de las grandes ciudades latinoamericanas.

De todas formas, asumiendo que el modelo tiene una mínima validez general, nos atrevemos a preguntarte ¿en qué etapa te encuentras?