Dependiendo de la relación que llevamos con nuestros padres, estos nos parecerán buenos o malos ejemplos. Muchos de nosotros evitamos parecernos a ellos por indefinidas razones, pero la genética y el tiempo no perdonan.
5 señales de que eres igual a tus padres y no te habías dado cuenta

Aquí te traemos cinco señales de que eres igual a tus padres y no te habías dado cuenta:
1. Escuchas que dices algo familiar
No entiendes por qué eso que dijiste te suena tan familiar. ¡Claro! Tu mamá o papá lo decía todo el tiempo. Aunque lo evitemos, es difícil que nos quitemos el ejemplo de nuestros padres, incluso sus frases más repetidas, especialmente si ahora somos nosotros quienes criamos a un hijo.
2. Cocinas las mismas cosas
Cuando nos vamos de casa de nuestros padres los primeros días pueden ser terribles, así que para no sentirnos tan fracasados y malos cocineros, tratamos de repetir lo más exacto posible una vieja receta de mamá (aunque nadie lo hace como ella). Es así como empiezan las grandes tradiciones de la cocina familiar.

3. La crianza de los niños
Sin darte cuenta empiezas a opinar acerca de la manera en la que tus amigos crían a sus hijos y lo que dices suena exactamente a la forma en la que tus padres te criaron. No conoces otra forma, así que no te sientas tan culpable al respecto, tampoco si juraste no criar a tus hijos de la misma manera. Sí pueden cambiar las cosas.
4. Piensas en cómo fuiste con ellos
La adolescencia es la peor etapa tanto como para hijos como para padres, y con ardor recuerdas esos días y como solías odiar a tus padres. Hoy sientes que no fueron lo suficientemente estrictos contigo y que les debes mucho más de lo que creen.
5. Las notas y tu letra a mano
Sin darte cuenta notas como dejaste algo escrito en la nevera que te trae muchísimos recuerdos . No solo tus padres solían hacer lo mismo, sino que tu caligrafía se parece mucho a la de ellos. Y esto te puede pasar en el más inesperado detalle de tu cotidianidad.
No podemos negar el ADN, la crianza ni el parentesco con nuestros padres. Es casi imposible que no tengamos algunas de sus buenas (y malas) costumbres y nos demos cuenta que en la vida adulta nos comportamos muy parecidos a ellos. Es normal, toca aceptarlo y también entender que aún así, sigues siendo una persona diferente.
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