Pertenecer o no pertenecer, he ahí el dilema.
Ese mundo secreto de los adolescentes

Nota del editor: Este texto fue escrito por Lorena Amkie, autora de El Club de los Perdedores, editado por Planeta, como una colaboración exclusiva para iMujer. Amkie también es autora de la trilogía Gothic Doll.
Ser una misma o ser lo que esperan los demás. Cortarse o no pedazos para encajar en el rompecabezas social. Y en algunos casos, ¿adaptarse o morir? Yo escribo para adolescentes, pero creo que estos cuestionamientos nos siguen a lo largo de la vida.
Mi nueva novela, El Club de los Perdedores, es la historia de Alexa, una chica que es definida, tanto por ella misma como por su grupo social, como extraña, y sufre de acoso y humillaciones al grado de estar a punto de rendirse.“Tengo 14 años y ya no puedo más”, escribe en una carta suicida.
La violencia, tanto de carne y hueso como virtual, estaba pudiendo más que sus propios recursos para salir adelante, y eso que Alexa tiene una familia cariñosa y funcional. “Ah, los adolescentes, tan dramáticos”, pensamos a veces. Pero, ¿y si sus dramas son reales? ¿Y si están en riesgo y no lo estamos viendo?

Los adolescentes, a los que a veces vemos tan perdidos, están en realidad haciéndose todo el tiempo las preguntas correctas: ¿quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿Qué vale la pena amar? ¿Por qué vale la pena luchar? Preguntas que a veces en la adultez nos olvidamos de retomar. Yo también fui adolescente. En ciertos aspectos, lo sigo siendo. Las preocupaciones siguen siendo las mismas hoy que veinte años atrás, pero no podemos ignorar el hecho de que hay nuevos medios involucrados en esta búsqueda de identidad; nuevos aliados, nuevos enemigos, nuevos riesgos.
A mis padres les preocupaba que yo fuera a ver alguna película violenta. Que fuera a prender la tele y me encontrara con escenas sexuales para las que no estaba lista; ese era el tipo de exposición que existía. Hoy, los chicos exponen su información, su intimidad, su vulnerabilidad. Hoy, los chicos se hablan en lenguajes que a veces no entendemos, a través de medios que cambian con tanta prisa que hasta da pereza mantenerse al corriente. Pero no podemos darnos el lujo de no entender.
La educación ya no es como antes. Ya no podemos censurarles el acceso a la información; tenemos que acompañarles. Ya no podemos obligarles a ver el mundo como lo vemos, a hablar como hablamos, a ser como queremos. Hoy, si buscamos comunicarnos con los más jóvenes, tenemos que encontrarlos a la mitad del camino.
Si queremos que nos escuchen, tenemos que escucharlos primero. Yo tuve el privilegio de que mis lectores no sólo leyeran mis historias, sino que me contaran las suyas, e intenté que El Club de los Perdedores fuera un reflejo fiel de los retos que los jóvenes viven tanto en el mundo virtual, como en el de carne y hueso. Entre sus páginas están las redes sociales, el enamoramiento apasionado, los mensajes de texto, el bullying, la incomprensión por parte de los adultos, la soledad, la desesperación, la esperanza. Las preguntas y miedos que yo, como adolescente sigo haciéndome, y que, como adulta, intento responder a cada paso. Es una novela de aventuras, divertida, fácil de leer, perfecta para leer con sus hijos o para recordar y retomar sus propias preguntas. Y es, también, un portal, una puerta a un mundo secreto que, si no ponemos atención, se nos pasa de largo.








