Se estima que en el mundo actual existen más de 1.100.000 personas sordomudas. Una discapacidad que, de imaginarla durante un momento, se nos antoja totalmente agobiante.
Nacer sordociega no la detuvo: Conoce la inspiradora vida de Helen Keller

Por suerte, y a pesar de los muchos obstáculos que esta enfermedad lleva años causando a quienes la padecen, muchas personas pueden continuar desempeñando sus sueños y vida normal gracias a los muchos avances realizados en torno a este problema pero, especialmente, gracias a Helen Keller, activita sordociega cuya inspiradora historia es digna de volver a recordar.
Hablando desde la oscuridad
Según la Escuela Perkins for Blind, la sordoceguera se aplica a "aquel que representa deficiencias visuales y auditivas sin consideración del grado de deficiencia y cuya combinación provoca unos problemas de comunicación y desarrollo educativos tales que no pueden encajar adecuadamente en los programas de educación especial para déficit auditivo o visual".
Una desoladora definición que, hasta la implantación de nuevos programas de adaptación para estas personas, reflejaba la realidad de unos personas sujetas a la marginaldad y la total ausencia de medios para defenderse en la vida diaria.
Una situación que cambiaría considerablemente tras la aparición de Helen Keller (Alabama, 1880), joven que a los diecinueve meses comenzó a sufrir severes desequilibrios derivados de una posible escarlatina que perturbaron sus sentidos de la vista y el oído, provocando a su vez serios problemas en el habla y la movilidad.
Totalmente debastada, la familia de Heller contrató los servicios de la eminente Perking for Blind, institución que envió a Anne Sullivan, una de sus más reputadas institutrices, para encargarse de la asistencia de Keller. Con el paso del tiempo, Sullivan desarrollaría un sistema de comunicación con Helen basado en el lenguaje de signos mediante el tacto, emulando diversos símbolos con los dedos cuya apreaciación tenía lugar al entrar en contacto con la piel de su pupila.
Gracias al apoyo de Sullivan, Keller no solo aprobó sus estudios de secundaria en Cambridge, sino que se convirtió en la primera persona sordociega en conseguir una licenciatura universitaria en 1904 tras graduarse en la Radcliffe University, donde cursó estudios financiados por el magnate de Standard Oil, Henry Huttleston Rogers, a su vez amigo de un íntimo de Keller, el mismísimo escritor Mark Twain.
Durante sus años en la universidad, el profesorado no solo focalizó su atención en ella, sino que Keller comenzó a interesarse por la política de izquierdas y por la literatura, pasión que derivaría en una docena de libros publicados posteriormente, entre ellos Luz en mi oscuridad.
Luchadora innata
Tras contraer matrimonio con John Macy el mismo año en el que finalizó la universidad, Keller comenzó a abrazar la ideología socialista de su marido, pasando a ser miembro del Partido Socialista en 1905, lo cual derivaría en su total oposición a la esclavitud, la guerra y, por supuesto, el mal trato a las minorias sordociegas en el panorama laboral. Feminista acérrima, Keller también estuvo inmersa como activista al apoyar el sufragio femenino.
Sin embargo, su lucha pasaría por reivindicar el papel de las personas sordociegas en todo el mundo: se atrevió a actuar en un vodeville junto a su querida Anne Sullivan (fallecida en 1926) interpretando un número cómico sobre la sordoceguera, fue nombrada embajadora de la Fundación Americana para Ciegos, viajó a más de 35 países a fin de defender su causa e incluso fue propuesta a Nobel de la Paz en 1953.
Keller fallecería en 1968, dejando como legado toda una vida en la que, a pesar de confesar en más de una ocasión que su frustración era la no "poder hablar bien", pudo manifestar su pensamiento gracias a la ayuda de grandes profesionales, de una voluntad que no tenía límites.
La inspiradora historia de Helen Keller confirma como la enfermedad no debe ser un impedimento a la hora de transmitir un mensaje, tatuar algo de luz en un mundo de muchos tabúes e injusticias pero, sobre todo, de buscar fervientemente la manera de comunicar a pesar de las adversidades. A pesar de todo.
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