Iris Mittenaere nació en Lille city al norte de Francia, tiene 23 años, estudia odontología y este domingo 29 de enero se consagró Miss Universo 2017. Inundada por sentimientos de emoción y sorpresa dijo que su triunfo hará que el concurso sea más conocido en Europa y que con su esfuerzo buscará que más niños vayan a la escuela.
Miss Universo: un concurso de belleza que sigue generando controversia

En las redes sociales muchos festejaron la elección, mientras que usuarios de Latinoamérica se lamentaron de que una latina no hubiese conseguido el primer puesto.
Este concurso de belleza en el que forman parte mujeres de varios países del mundo sigue dando qué hablar. Voces en contra y a favor se pronuncian y cada año se renueva el debate.
Voces a favor
Aquellos que están a favor de los concursos de belleza argumentan que son grandes posibilidades de llegar a la cima. En esta línea, afirman que si no fuera por los concursos, sería más difícil para estas mujeres tener éxito y ser reconocidas. Quienes forman parte del mundo del modelaje consideran que ganar un concurso de características mundiales te ayuda a conseguir contratos más largos para trabajar con distintas marcas y para publicidad.
Incluso también es posible oír opiniones de aquella gente de a pie que cree en la idea del concurso como un factor de fortalecimiento de la identidad local.
Y por supuesto, resulta también un contenido de entretenimiento y diversión.
Voces en contra

Por su parte, aquellos que están en contra de este tipo de concursos sostienen que los reinados son la muestra más decadente de la cosificación de las mujeres. Argumentan que establecen modelos de mujeres que no se corresponden con las mujeres “reales”. Además estos concurso establecen rangos que marcan una línea y separan las mujeres que cumplen con el ideal de belleza de la cultura occidental de las que no: unos cánones estéticos y étnicos que no todas las mujeres compartimos.
Quienes critican la elección de reinas también afirman que estos concursos favorecen un sistema de subordinación de las mujeres, no solo en relación con el hombre sino con el resto de las mujeres del mundo.
La salud en juego

En este respecto, es difícil diferir con aquellos que se postulan en contra de los certámenes. Existen sobradas pruebas del efecto que tiene para la salud seguir estereotipos de mujeres cuyas exigencias se llevan al máximo. Los parámetros de salud desaparecen y se coloca la mira solo en caber en un molde estrecho.
En la actualidad, las mujeres contamos con una cantidad inmensa de técnicas y tratamientos disponibles por lo que quizás no sea tan difícil como hace unas décadas introducirse en estos moldes. Sin embargo, los resultados son cada vez más escalofriantes. La angustia, el estrés y la depresión que generan la imposibilidad de cumplir con todos los parámetros son solo el comienzo de trastornos graves como la anorexia y la bulimia que padecen miles de mujeres alrededor del mundo.
Un negocio millonario

Todos los reinados, desde el pequeño del club deportivo barrial a Miss Universo, son industrias que mueven dinero. A mayor escala, mayor es el caudal de dólares que se mueven. En este sentido, no quedan dudas de que el propósito de este tipo de certámenes está muy lejos de las causas humanitarias. El objetivo es generar ganancias extremadamente altas a costa de un grupo de mujeres y miles de televidentes que sustentan esta visión de la belleza.
Ideales caducos
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Así las cosas, desde chicas vivimos en un mundo en el que se valora una belleza que equivale a poco más que algunos atributos físicos. Una sociedad superficial en la que se da por sentado que si una mujer es bonita de seguro carece de inteligencia y aún hoy en pleno siglo XXI se le pide a una mujer que “demuestre” cuánto sabe respondiendo determinadas preguntas de interés general.
Es hora de que dejemos de mirar a un costado y nos cuestionemos si realmente esta es la sociedad que queremos para nosotras y nuestros hijos. Miss Universo nos sigue interpelando como sociedad. Miss Universo es de unos pocos, la tarea es de todos.



