¿Por qué la Liga Extraordinaria es mejor en el cómic que en el cine?

Cuando Alan Moore comenzó con La Liga Extraordinaria la describió muy apropiadamente como una Liga de la Justicia de la Inglaterra victoriana. Formada por un grupo de personajes literarios clásicos, como Mina Harker (de Drácula , de Bram Stoker) y el Dr. Jekyll (de  El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert L. Stevenson) luchan contra villanos de la literatura, como el profesor Moriarty (clásico antagonista de Sherlock Holmes, ambos personajes de Arthur Conan Doyle), o los aliens de La Guerra de los Mundos (novela de H. G. Wells). Es una serie emocionante e imaginativa que corre con la mala fortuna de haber sido adaptada en el 2003, en una terrible película.

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Moore, convencido de que su trabajo nunca termina reflejado adecuadamente en la gran pantalla, se distanció por completo del proyecto. Además, una demanda posterior que un par de escritores le hicieron al estudio por plagio lo terminó de separar de la versión cinematográfica. Todos los elementos que hacen de la serie de cómics algo excepcional, están completamente ausentes en la película. Fue, básicamente, como si un productor de cine hubiese leído una sinopsis muy vaga del concepto y la hubiera convertido en un film sin haber leído ni uno de los números de cómic, y sin tener ni la más mínima idea de cómo son los personajes en realidad.

Más que un grupo de investigadores que luchan contra el mal, el fuerte de la versión cómic está en las interacciones entre lo miembros de la Liga, la política interna y la dinámica de poder dentro del grupo, y esto es algo que es muy difícil de traducir a otro medio si no se tiene respeto por la creación original. Por ejemplo, un hecho como cuando Hyde abusa del Hombre Invisible hasta que muere, es algo normal en la serie impresa, pero ni siquiera tiene mención en la adaptación fílmica.

Lo que tenemos en pantalla es una versión diluida de unos personajes geniales, encarnados por actores que no estaban totalmente convencidos de lo que hacían... como para esperar que funcionara. Entre las peores cosas del film está la interpretación de Sean Connery, quien parecía no haber actuado ni un segundo de la película. Los personajes son reducidos a seres unidimensionales, inmersos en situaciones absurdas y mal diagramadas.

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Parecería que la industria cinematográfica tiene la manía de leer los cómics de Moore y drenarlos de todo tipo de profundidad, intensidad y desarrollo de personajes antes de convertirlos en malas películas de canales nacionales en un domingo. Los grandes perdedores en esta ecuación son los que, sin haber leído el material original, creen que es tan malo como la película, y nunca se dan la oportunidad de leer una pieza increíblemente relevante en el mundo de los cómics.

Queda entonces una pregunta en el aire: ¿cómo es que tantos cineastas fracasan al adaptar las grandes historias de Moore? Sencillamente, es porque no están hechas para ser films. Es en su formato original en el que se mueven con total comodidad y nos llevan hacia las profundidades del espíritu humano que su creador quiere transmitir.