¿Por qué el Dr. Manhattan es uno de los héroes más poderosos de la historia?

Imagen DC Comics

La discusión sobre qué personaje de ficción es más poderoso es una que se ha tenido infinitas veces, y que probablemente nunca tendrá una respuesta satisfactoria para todo el mundo. Sin embargo, si en algo está de acuerdo la mayoría, es que el Dr. Manhattan, el "nudista azul" del mundo de Watchmen, está siempre en los primeros puestos de ese ranking. No importa qué tanto quieras defender a Superman, Gokú, Silver Surfer o cualquiera de los otros grandes héroes, llega un punto en el que todos se quedan cortos, si los comparamos con el Dr. Manhattan.

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Comencemos por el principio. El Dr. Manhattan originalmente era conocido como el Dr. Jonathan Osterman, un físico nuclear involucrado en avanzados experimentos científicos del gobierno norteamericano que, en 1959, tiene un desafortunado accidente que, literalmente, lo desintegra. Luego de pasar un tiempo como un puñado de partículas flotando aleatoriamente por el universo, Osterman logra reintegrarse a sí mismo, volviendo al plano físico como un ser azul luminoso, con unas habilidades que lo convirtieron automáticamente en el arma perfecta de su gobierno.

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Tan pronto como el Tío Sam se entera de lo sucedido, distintas ramas del ejército someten a Osterman a una serie de pruebas, utilizando su control sobre las partículas como un arma de destrucción masiva. Los resultados, obviamente, son más que satisfactorios. Haber pasado tanto tiempo desintegrado le dio a Osterman un vistazo de la cuarta dimensión, un plano que habitualmente se cree reservado para Dios. Su entendimiento del funcionamiento de las cosas le permite destruir tanques como si fueran de papel, y hacer estallar humanos por los aires con tan solo pensarlo. Su utilidad como arma se vuelve de inmediato el as bajo la manga del ejército norteamericano, y luego de su participación en Vietnam, donde actúa prácticamente como un dios sobre la Tierra, el dominio global de los Estados Unidos se vuelve indiscutible.

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Y más allá de sus habilidades puramente físicas, recordemos que ya antes de ser Dr. Manhattan, nombre que le otorgan para recordarle a sus enemigos el terror del Proyecto Manhattan y la bomba atómica que generó, el Dr. Jonathan Osterman era prácticamente un genio. Luego de su transición como partículas flotantes, sus habilidades mentales se vuelven aún más considerables, permitiéndole desarrollar avances tecnológicos junto a Adrian Veidt que superan cualquier barrera que la imaginación pueda colocar.

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Sin embargo, más allá de todo eso, el verdadero momento donde entendemos el alcance del poder del Dr. Manhattan es durante su exilio autoimpuesto en Marte, luego de que se le acusara de ser el causante del cáncer de sus allegados. Una vez instalado en el planeta rojo, el hombre azul construye intrincadas y complejas estructuras de cristal con tan sólo imaginarlas. Incluso, durante su conversación con Silk Spectre, llega a considerar crear vida en algún otro planeta y verla desarrollarse. Ese es el punto en el que, realmente, dejamos de hablar de un héroe con superpoderes, y comenzamos a hablar de algo mucho más cercano a un dios.

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Este es Dr. Manhattan, la creación de Alan Moore que deja pequeños a la mayoría de los personajes de ficción.

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