¿Quiénes fueron los poetas malditos originales según Paul Verlaine?

¿Puede el genio creativo convertirse en una maldición? Paul Verlaine pensó que sí y lo demostró al escribir Los poetas malditos, un libro de ensayos donde versaba sobre la vida y arte de seis poetas (incluido él mismo) cuya individualidad los llevó a una vida de tormentos e incomprensión, una aparente consecuencia de su talento.

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El término fue aumentado y generalizado en lo que se llama el «malditismo», una especie de condición que aparentemente condena a aquellas mentes artísticas que no van con el rebaño y se alejan de la sociedad, criticándola.

Ahora no es exclusivo de la poesía, sino que se utiliza para nombrar a cualquiera con características similares y actividades enmarcadas en el arte: Jim Morrison, Ian Curtis, e incluso deportistas como George Best y Muhammad Ali son señalados como poetas malditos, cada uno de su área.

Pero hablemos de los originales, esos que Verlaine bautizó inconscientemente como «pioneros del malditismo». ¿Quiénes eran? ¿Realmente estaban malditos?

Arthur Rimbaud

Arthur Rimbaud por Reginald Gray
Arthur Rimbaud por Reginald Gray
Imagen Wikimedia

Cuando Rimbaud tenía seis años su padre abandonó a la familia dejando a una madre sola con tres hijos y forzada a criarlos en la pobreza. Pero el joven Arthur siempre gozó de un genio escolar que volcó en las letras.

Admirador de Verlaine, le escribió intentando tener una dosis de su genialidad y se topó con un hombre que le llevaba más de diez años y que lo invitó a formar parte de su vida como amigo cercano, aunque pronto se convertirían en pareja.

La relación fue tan tumultuosa que Verlaine un día le disparó a su pupilo, que si bien no murió, sí puso fin a la relación.

Señalado como homosexual, Arthur intentó dejar atrás su vida de letras, quemó sus poemas y procuró dedicarse al comercio, sin éxito. En el proceso fue diagnosticado con un tumor en la rodilla por lo que se le debió amputar la pierna y murió en los 37 años de edad en una habitación de hospital, harto de una vida en la que, aparentemente, nunca fue bienvenido.

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En vida solo publicó un libro y su amante, Verlaine, rescató su historia y genio en su libro.

Marceline Desbordes-Valmore

Marceline Desbordes-Valmore
Marceline Desbordes-Valmore
Imagen Wikimedia

Desprestigiada por muchos de sus pares por el simple hecho de nacer mujer. Esta poeta fue hija de un pintor que dejó los pinceles por la actuación, una actividad que su hija aprendió a amar y que intentó perseguir.

Su madre murió de fiebre amarilla cuando ella era muy joven dejándola desolada. Pronto conoció a Henri de Latouche, un poeta y escritor con quien estuvo más de 30 años en una relación de vaivenes. Tuvieron dos hijos y ninguno sobrevivió, por lo que Marceline se refugió en la poesía.

Las cosas parecían mejorar cuando conoció a Prosper Lanchatin-Valmore, se casó con él y tuvieron tres hijos. Solo un quedó con vida.

Su obra hablaba de la femineidad y la maternidad, algo que fue criticado por la sociedad de la época, que la rechazaba por ser mujer, aunque muchos otros autores de renombre aplaudieron su obra.

Tristan Corbière

Tristan Corbière
Tristan Corbière
Imagen Wikimedia

El más desconocido del grupo. De su existencia se sabe poco, solo publicó un libro en vida que pasó por debajo de la mesa.

Verlaine lo describe como «bretón, marino y perfecto desdeñoso». Su obra fue una sátira de una sociedad en la que no se sentía incluido y de la que desapareció como un total anónimo por la fiebre amarilla. Diez años después, Verlaine lo llevó al estrellato.

Auguste Villiers de L’Isle-Adam

Auguste de Villers de L'Isle-Adam
Auguste de Villers de L'Isle-Adam
Imagen Wikimedia

Hijo de una familia aristocrática donde solo quedaba el apellido y el prestigio. Su padre fue un hombre obsesionado con la fortuna que alguna vez tuvieron, algo que “heredó” a su hijo, quien miraba con arrogancia, singularidad y desdén al resto de la sociedad, como lo demuestra su obra.

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Se gastó el poco dinero que quedaba en la bóveda familiar y publicó los populares Cuentos Crueles (1883), una obra desigual que va de la risa a lo absurdo.

Stéphane Mallarmé

Stéphane Mallarmé
Stéphane Mallarmé
Imagen Wikimedia

Su madre murió muy joven y quedó bajo la tutela de sus abuelos. Con ellos vivió la muerte de su hermana María, algo que lo marcó profundamente.

De París se fue a Londres para estar con su amor, María Gerhard, una jovencita alemana con quien se casó. Pronto tomó un trabajo como profesor de inglés y empezó a “experimentar” con las letras, algo que lo marcó como uno de los exponentes del fin del simbolismo francés.

Mantuvo correspondencia con grandes literatos de la época, Verlaine incluido, y falleció de forma abrupta: un día tuvo un espasmo en la faringe mientras escribía. Al día siguiente falleció, luego de haber mandado a destruir sus escritos.

Pauvre Lelian (Paul Verlaine)

Paul Verlaine por Dornac
Paul Verlaine por Dornac
Imagen Wikimedia

Verlaine fue el poeta maldito por excelencia. Así se consideró él mismo, quien se enmascaró en el libro bajo un seudónimo que era un anagrama de su nombre,

Pero el malditismo de Lelian extrañó (y mucho) a la gente de la época. Era un niño bien, un hijo de familia pudiente y normal que se perdió en el camino, según se dijo en aquella época.

A los 14 ya escribía sus primeros versos, pero también mostraba una inclinación sexual “prohibida”. Al enterarse su madre de sus noches bohemias en compañía de hombres, lo obligó a casarse con Mathilde Mauté de Fleurville, a quien dedicó un poema con aparente desgana, pues resulta el menos prolífico de sus obras.

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Como contamos previamente, cuando conoció a Arthur Rimbaud iniciaron una relación tóxica que este pretendió acabar, cosa que Verlaine no aceptó y, en su indignacióń, le disparó un tiro a Rimbaud, aunque no lo mató. Pagó en prisión por su crimen y fue investigado por su homosexualidad, aunque pronto entabló una nueva relación con L. Létonois.

Paul Verlaine es considerado como uno de los padres del simbolismo, algo en lo que nunca estuvo de acuerdo. Pero eso de ser maldito… eso sí sabía que estaba dentro de él.