Hokusai: el artista de «La gran ola» que enamoró a Monet y a todos nosotros

Probablemente, si menciono el nombre de  Katsushika Hokusai no tengas demasiada idea de a quien me estoy refiriendo; pero ¿si te muestro « La gran ola de Kanagawa​ (神奈川沖浪裏, Kanagawa oki nami ura)»? 

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Mejor conocido como Hokusai —aunque utilizó más de 27 seudónimos a lo largo de su carrera y su verdadero nombre era Takitaro—, este artista de origen japonés, nacido en Edo (actual Tokio), en 1760, es considerado el máximo exponente de la escuela de grabados Ukiyo-e («pinturas del mundo flotante»), género de grabados realizados mediante xilografía y legado oriental que revolucionó el arte Occidental gracias a la libertad en su composición, la abstracción del color y sencillez de sus trazos.

En tierras japonesas, el Ukyo-e era un medio artístico que se reproducía masivamente —los ciudadanos compraban las réplicas como una alternativa económica de adquirir arte—; y si bien era un «producto» popular, sus temas apuntaban hacia la alcurnia: sus personajes eran cortesanas, samurais, actores, etc. Además, cabe destacar que se pagaba muy bien por la creación de arte erótico; aunque este estaba prohíbido.

«Si los cielos me concedieran la gracia de vivir cinco años más, llegaría a ser un verdadero pintor»

Interesado por la vida urbana, la moda, el teatro kabuki y las casas de placer (como cualquier adepto a la corriente  Ukyo-e), Hokusai fue un hombre que realizó más de 30 mil obras de arte en vida. Siendo huérfano, fue adoptado por un prestigioso artesano que realizaba espejos para la corte del Shogun; a los 5 comenzó a dibujar y desarrollar su pasión por la pintura, y de joven trabajó como vendedor en una librería, lo que también le permitiría convertirse en discípulo de Shunsho, su primer maestro de la escuela Ukyo-e. Se especializó en el grabado y retrato de actores, y algunos años después, con la técnica ya dominada, publicó sus primeros trabajos y estudió pintura europea. 

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Décadas después, tras la pérdida de su maestro y esposa, Hokusai alcanzó su apogeo artístico creando todo tipo de obra: retratos femeninos, libros ilustrados, ilustraciones de antologías de versos, libros eróticos, libros a mano, surimonos, representación de paisajes y escenas históricas tarjetas, caracterizadas por su impecable uso de la perspectiva y el colorido occidental. 

Pero su influencia no se limitaría a Japón, también transformaría el arte moderno Occidental

Según el historiador Angus Lockyer: «Manet, Van Gogh y el resto pudieron haber empezado la revolución en Francia, pero necesitaron de Hokusai para romper las convenciones estancadas del representacionalismo, para entender que uno podía hacer más con una superficie bidimensional que simplemente replicar el mundo tal como es». 

En 1854, cuando los puertos japoneses se abrieron al comercio con Europa, la estética y arte Oriental se extendieron por Occidente marcando la vida y obra de quienes serían los precursores y principales expositores del impresionismo: Henri de Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin, Edgar Degas, Édouard Manet, Vincent Van Gogh y Claude Monet. Este último, en particular, demostró un interés mucho más profundo y apasionado. 

Comparativa Monet/Hokusai

Entre sus tantas aficiones, Monet se distinguía por coleccionar arte japonés. En su casa poseía 231 impresiones en bloque de madera —adquiridas a lo largo de tres décadas—, de las cuales 56 adornaban el comedor, en las que predominaba el trabajo de Hokusai y cuya favorita era  The Falls at Aoigaoka in the Eastern Capital ( Tōto Aoigaoka no taki). Además, la serie de  Nenúfares de Monet está inspirada en Flores y pájaros de Hokusai, y la serie realizada sobre la Catedral de Rouen tomó referencia de la serie sobre el Monte Fuji. Aunque es posible que la muestra absoluta de su fanatismo —si bien tiempo más tarde fue tratada como basura por el mismísimo Monet— haya sido  La Japonaise, en donde Camille Doncieux  posa vestida con kimono en una versión occidental de los clásicos retratos de Geisha. 

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Comparativa Van Gogh/Hokusai

Pero Monet no fue el único enamorado, Vincent Van Gogh también recibió influencia de su obra y manifestó su admiración, sobre todo hacia el trabajo xilográfico: «Amamos la pintura japonesa. Hemos experimentado su influencia —algo que todos los impresionistas tenemos en común—, en otras palabras (...) todo mi trabajo está basado en cierto punto en el arte japonés». Es más, también se expresó sobre  La gran ola de Kanagawa​, diciendo: «Esas olas son como garras, puedes sentir cómo el barco está atrapado en ellas».

La huella de Hokusai, patente en los paisajes rebosantes de movimientos ondulantes, el negro empleado en los contornos y los trazos rotos; también es presenciada en obras como Lirios, la cual también está inspirada en Flores y pájaros de Hokusai. Sobre esto, Vincent escribió una carta a su hermano Theo comentando: «No parecen japonesas, pero son las creaciones más japonesas que nunca he hecho».

Hokusai vivió una vida conflictiva sazonada con el sabor de las pérdidas familiares, los problemas políticos (consecuencia directa sus libros de manga, en los que contaba estampas de la vida cotidiana, y láminas eróticas) y, por supuesto, al estilo de vida que cualquier genio artístico lleva. Dícese muriendo en la bancarrota, el Gakyo Roijin (otro de sus tantos apodos, cuyo significado es «El hombre viejo loco por pintar») vivió su vida al máximo y nos entregó el fruto de su pasión y talento, el cual cambió la historia del arte para siempre. 

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«A la edad de cinco años tenía la manía de hacer trazos de las cosas. A la edad de 50 había producido un gran número de dibujos, con todo, ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años. A los 73, finalmente aprendí algo sobre la verdadera forma de las cosas: pájaros, animales, insectos, peces, hierbas o árboles. Por lo tanto, estoy convencido que a la edad de 80 años habré hecho cierto progreso, a los 90 habré penetrado más en la esencia del arte, los 100 habré llegado finalmente a un nivel excepcional y a los 110, cada punto y cada línea de mis dibujos, poseerán vida propia [...] si los cielos me concedieran la gracia de vivir cinco años más, llegaría a ser un verdadero pintor».

—Katsushika Hokusai.

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