El dedo en la llaga: 13 retorcidas pero excepcionales frases del Marqués de Sade

Donatien Alphonse François de Sade, mejor conocido por su título nobiliario como « El Marqués de Sade», nació el 2 de junio de 1740 en París, Francia. Fue un filósofo de una afilada e infecciosa pluma que incursionó en todos los grandes géneros, destacándose especialmente en la novela, el ensayo y, con menor intensidad, en el cuento y la dramaturgia.

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No obstante, la intensidad es el nombre femenino que mejor le definiría si hemos de convertirla en adjetivo.

El Marqués de Sade fue un hombre intenso, bohemio, oscuro e indudablemente peligroso, como es el caso de todo genio, para una época absolutamente incapaz de entenderlo.

Tanto así fue que su determinación por alcanzar el caos y la destrucción en pos de engendrar y edificar nuevas otras maneras de analizar los más recónditos escondites de la naturaleza humana, lúgubre y malvada, le valieron el encierro que durante el Antiguo Régimen lo sumió en el aislamiento absoluto, pasando los últimos 27 años de su vida en calabozos, fortalezas y asilos mentales, además de haber figurado en más de una lista para enchastrar la guillotina.

El mito del Marqués no tardó en crecer y, entre otras cosas, se dice que muchos de sus escritos se perdieron en las prisiones de su aislamiento, donde la conciencia y producción intelectual de Sade fue plasmada con su propia sangre y estiércol en cada pared de las celdas.

Monumento al Marqués de Sade en Lacoste, Alpes, Francia.

Sus obras fueron incluídos en el Index librorum prohibitorum ( Índice de libros prohibidos de la Iglesia Católica) desde que vieron la luz y, lógicamente, no es de extrañar. Sus tremebundos, lánguidos y lascivos personajes, viciosos y librados a los excesos de la carne, dieron cátedras de ateísmo, presentaron el más amplio catálogo de las parafilias, la muerte, el abuso y la más repugnante maldad.

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Esa que tras órganos, tejidos y partículas, yace en lo más profundo de cada ser.

Las 120 jornadas de Sodoma (1785), Justine o los infortunios de la virtud (1787) y la mítica Filosofía en el tocador (1795), entre otras, son algunas de las obras que hacen la corrompida columna vertebral de la sádica literatura del Marqués.

En su aniversario número 202, venido en sustantivo, hoy quiero invitarte a despertar tu lado más sádico y meter el dedo en la llaga con trece retorcidas pero excepcionales frases del Marqués de Sade.

13. Incomprensión

«Mi desgracia no es consecuencia de mi manera de pensar, sino de la de los demás».

12. La crueldad

«La crueldad, lejos de ser un vicio, es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza».

11. Lo imperdonable

«La idea de Dios es el único error por el cual no puedo perdonar a la humanidad».

10. No es amor

«Lo que hace celoso al amante no es el afecto que siente por ella sino el miedo a la humillación pública si su querida cambiara de sentimientos hacia él».

9. Nada que temer

«Pienso que si existiera un Dios, habría menos maldad en esta tierra. Creo que si el mal existe aquí abajo, entonces fue deseado así por Dios o está fuera de sus poderes evitarlo. Ahora, no puedo temer a un Dios que es o malicioso o débil. Lo reto sin miedo y me preocupan un comino sus rayos».

8. Religión

«Ninguna religión vale una sola gota de sangre».

7. Un mal trato

«El orden social a cambio de libertad es un mal trato».

6. Cumbres borrascosas

«En el amor, todas las cumbres son borrascosas».

5. ¿Que qué es un amigo?

«Un amigo es alguien con quien se cuenta cuando se siente uno muy débil para hacer algo por sí mismo».

4. Vicio

«Respetemos eternamente el vicio y no combatamos sino la virtud».

3. Hipócritas

«Predicar sin practicar es lo mismo que construir un barco y dejarlo en la orilla».

2. Hasta las últimas consecuencias

«Imperioso, colérico, irascible, extremo en todo, con una imaginación disoluta como nunca se ha visto, ateo al punto del fanatismo, ahí me tenéis en pocas palabras... Mátenme de nuevo o tómenme como soy, porque no cambiaré».

1. Dolor

«Solamente a través del dolor puede alcanzarse el placer».

Sin lugar a dudas, un visionario, único y excepcional, de una fortuna nefasta, pero con una vigencia condenada a la eternidad.

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