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American Horror Story

¿Por qué no fracasan las series de terror?

Publicado 13 Nov 2014 – 02:34 PM EST | Actualizado 14 Mar 2018 – 09:48 AM EDT
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Es sencillo: las series de terror no fracasan porque aun disgustando encantan. Porque el público de este género es de una fidelidad asombrosa.

Las series de terror están muy bien emparentadas con el cine del mismo género, y éste tiene varios festivales internacionales específicos bajo la tenue excusa de “lo fantástico”, pero el terror se cuela y avanza muchas veces “lloviendo sobre mojado”, es decir, repitiéndose hasta el hartazgo, si no fuera que los fans del terror jamás se hartan.

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En las grandes series como The Walking Dead está servido el éxito, pero hay otras que, habiendo resultado de gran impacto en las primeras temporadas, luego se atascan, se tornan confusas a fuerza de querer ser originales y lo freak acaba por dar risa como sucede con American Horror Story en los últimos tiempos, aunque suele sorprender con detalles de imaginación y la carismática presencia de Jessica Lange.

Una de las peculiaridades de las últimas series consiste en organizar un buen batido de impactos efectistas, alternando con mucho desparpajo todos los géneros. Y con una naturalidad pasmosa combinan intriga combinada con horror porque llevan de todo: thriller, zombies, vampiros, hombres lobo y hasta hombres-bobos, porque llegan a introducir el humor con capacidad para reírse de sí mismos. Uno de los mejores ejemplos en esta onda es Death Valley:

Pero incluso consiguen salir adelante series que insisten en asuntos sumamente trillados, y no lo hacen con gran estilo que digamos, como por ejemplo Hemlocke Grove en torno a una joven asesinada, una intriga aderezada, claro está, de nuevos batidos: hombres lobo y ciencia ficción, generalmente mal mezclados.

 Morbo y dependencia

Somos espectadores muy persistentes, porque por mucho que hayamos visto, siempre tenemos la esperanza de ser sorprendidos. Y no es para menos, el miedo en la ficción es un gran ejercicio de libertad mental para liberar nuestros demonios sin riesgo alguno: el miedo a la muerte y la violencia se visten de pesadillas recurrentes que les suceden a otros en vida, no a nosotros, felices espectadores que nos permitimos el lujo de horrorizarnos e incluso padecer de insomnio porque los monstruos de la tele nos acechan.

Hay médicos que aseguran que el placer ante el terror de las series es peor que el del cine porque genera una dependencia mayor, produciendo un morbo que, según ellos, hace mucho daño, ya que “este tipo de filmes aumenta nuestro ritmo cardiaco, nuestra presión arterial y nuestra respiración. En definitiva, aumenta nuestra excitación, y esto persiste al haber acabado la película por bastante tiempo”.

Sin embargo, no tienen en cuenta que al producirse este estado a través de nuestro propio interés, todas esas sensaciones no son más que agua bendita y gloriosamente envenenada, ya que la felicidad —para los amantes de las series de terror— consiste en la posibilidad de destruirla con la mayor cantidad de barbaridades posibles… que en realidad nunca han ocurrido.

Un ejercicio saludable de imaginación y de destrucción, para reconstruirnos después.

Sean más explícitos, por favor

Y como muestra de éxito de una producción que no debería tenerlo, porque es un torpe remake de una obra maestra de Roman Polanski, he aquí la miniserie de 4 horas que realizó la directora —también polaca— Agnieszka Holland, debutante en la especialidad para su Rosemary´s Baby.

Y se entiende que haya funcionado muy bien en todos los países que la emitieron, y es que si algo le faltaba a la genial película, era sangre y violencia. En aquélla todo era muy contenido, más bien dejando que el espectador se imagine los pactos satánicos en pleno siglo XX.

Pero aquí, en esta miniserie de este año 2014, todo es más cruel y más evidente, y cuenta con Zoe Saldana y Jason Isaacs en los principales papeles. Modernidad a tope porque los pactos con el demonio para prosperar por todo lo alto... ya está... al alcance... de cualquiera...

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