Milagros Inesperados: la VERDADERA razón por la que este clásico nos emociona y sigue impactando

Imagen Warner Bros. Pictures

Tras el éxito de The Shawshank Redemption, el director Fran Darabont volvió a tomar el reto de llevar la pluma de Stephen King a la gran pantalla. Nuevamente, no se trataba de sus usuales historias de terror, sino de un drama carcelario enmarcado en el superrealismo. Así llegó a la gran pantalla The Green Mile ( La milla verde), una historia emocional que impactó los corazones de la audiencia de inmediato.

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La película es protagonizada por Tom Hanks como Paul Edgecomb, y es quien narra la historia. Desde un hogar de ancianos, empieza a recordar sus años como supervisor de la penitenciaría Cold Mountain, situada en Louisiana, Estados Unidos. Allí conoce detenidos de extraña pureza, así como personas completamente detestables, y queda involucrado en medio de un hecho sobrenatural que impactará su vida.

Sin embargo, quien se roba nuestras lágrimas es otro personaje, sobre quien recae mayormente el peso dramático del film.

El gran Michael Clarke Duncan

Es Michael Clarke Duncan quien se roba la mirada de la audiencia con un papel infantiloide de alma pura. John Coffey (Duncan) es un hombre negro y gigantesco acusado del asesinato de dos pequeñas. Para los carceleros, tener a tal espécimen en la celda probablemente aseguraba problemas, hasta que descubren que el susodicho es un hombre con una inocencia casi infantil.

Entonces, ¿cómo es que este gigantón indefenso fue capaz de acabar con la vida de las dos pequeñitas? Pronto, Coffey se convierte en nuestro recluso favorito y sorprende al demostrar sus habilidades mágicas capaces de curar a un enfermo y un herido. El primero en notar sus poderes es el propio Edgecomb, cuya infección urinaria fue sanada tras el extraño toque del sentenciado a muerte.

Su figura entonces se convierte en una diatriba estereotipada por su color de piel y su estampa, pero, como bien nos dicen, hay que ver más allá de las apariencias. La brillante interpretación le valió al actor nominaciones al Oscar, el Golden Globe y el SAG como mejor actor secundario.

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Los malos y los peores

Pero no todo es amor en la penitenciaría. Hay dos personas que se disputan el papel del villano: por un lado tenemos a Wild Bill (Sam Rockwell), un asesino múltiple quien le pone los nervios de punta al resto del grupo, no teme hacer comentarios de pésimo gusto a todos y resulta ser el verdadero asesino de las pequeñas.

Aunque no sea tan terrible, también nos enfrentamos a Perry (Doug Hutchison), un nuevo oficial de la milla cuyo orgullo, autosuficiencia y aires de superioridad son detestados por todos, entre ellos los reos, a quienes no duda en hacer maldades.

Para balancearlos, tenemos a personajes como Eduard Delacroix (Michael Jeter), otro sentenciado a muerte quien desarrolla una amistad hermosa con un ratón. Su muerte es una de las más emotivas de la cinta, pues demuestra la verdadera maldad de Perry: una vez el reo está en la silla eléctrica, este finge haber olvidado ponerle una esponja mojada en la cabeza para facilitar la muerte y, como resultado, vemos cómo el hombre se «fríe» y sufre gran dolor.

Un final agridulce

Pero el carácter dulce de Coffey tiene un final: tras salvar de la muerte a una mujer, usa sus poderes para hacer que Perry asesine a Wild Bill, a quien sabe responsable de la muerte de las pequeñas. A pesar de este acto de «justicia», y aunque se demuestra su inocencia, Coffey es ejecutado en la penitenciaría para dolor de los personajes y la audiencia.

Lo más increíble llega al final, cuando Edgecomb revela que el favor de Coffey dejó secuelas en él mismo: ahora tiene 108 años y goza de una salud envidiable. ¿Aquella ayuda lo habrá sentenciado a nunca poder pasar al otro lado?

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