Jersey Boys, de Clint Eastwood [Crítica]

Imagen Warner Bros. Pictures

El eterno Clint Eastwood hace gala de su talento para la narración cinematográfica en Jersey Boys. A sus 84 años experimenta por primera vez con un género muy hollywoodense, que en los últimos años no hace más que entregar producciones olvidables: el musical. Afortunadamente, el viejo Clint no es uno más dentro de la industria, y sabe que cuerdas tocar para que la película suene afinada y entretenida.

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La mejor recomendación que se puede dar antes de ingresar a la sala a disfrutar de Jersey Boys es no hacer una investigación previa sobre Frankie Valli y su grupo de, The Four Seasons. Este desconocido grupo para las nuevas generaciones, y sobre todo para aquellos que no se criaron en Estados Unidos, tiene una cantidad considerable de hits y en su momento de mayor popularidad (durante los 60s) fueron considerados tan exitosos como los Beatles. Por eso la experiencia que propone Eastwood, la de descubrir la historia detrás de estos músicos, es absolutamente completa cuando el espectador va descubriendo las canciones a medida que avanza el argumento. Canciones populares, reconocibles y muy muy buenas. 

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De Broadway a Hollywood

Imagen Warner Bros. Pictures

Eastwood se vale de un elenco de ilustres desconocidos para personificar las los cuatro protagonistas. Pero algunos de ellos desde hace una década dan vida en Broadway a los Four Seasons, en un musical tan exitoso que atrajo la atención del director justo cuando estaba en busca de un proyecto musical para dirigir. 

Es por eso que las interpretaciones son tan ajustadas. Luego de ver Jersey Boys va a ser difícil disociar el rostro de John Lloyd Young del real Frankie Valli, todavía con vida. Ambos son dueños de una falsetto vocal que es la marca distintiva de las canciones del grupo, y el nivel actoral de Young (junto al resto del elenco, destacándose Vincent Piazza) es altísimo. Sin dudas, estamos presenciando el despegue un grupo de actores hacia el estrellato.

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Buenos muchachos

Si hay que asociar una película previa con Jersey Boys es sin dudas Goodfellas, la obra maestra de Martin Scorcese. Básicamente por dos razones. Primero, por el ambiente donde se desarrollan los inicios de los personajes, en los barrios italianos de New York, y la fauna que reinaba por ese entonces, donde se mezclaban el catolicismo, la familia y la mafia por parte iguales. Y segundo por el estilo de narración. Los personajes, rufianes queribles como los de Goodfellas, habitualmente rompen la cuarta pared para hablar directamente con el espectador, narrar lo que se ve en acción pero desnudando con sus comentarios los que subyace debajo de ellas. 

Aunque también se podría agregar otras dos películas menos conocidas que la de Scorcese que alienadas en esa misma integración. Primero A Bronx Tale, el interesante debut de Robert De Niro detrás de las cámaras, donde ponía en escena en un registro similar pero más tirado hacia el melodrama la historia de crecimiento y aprendizaje de Calogero, un joven del barrio italiano del título.

La otra película es Sleepers (1996), dirigida por Barry Levinson. Aquí la acción transcurre en Hell´s Kitchen, otro distintivo barrio de raíces italianas de New York. Con un giro hacia el policial, esta película de 1996 cuenta con un reparto de grandes estrellas (De Niro nuevamente, Kevin Bacon, Brad Pitt, Vittorio Gassman, Dustin Hoffman, entre otros) y está injustamente olvidada por estos días.

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La receta del éxito

Imagen Warner Bros. Pictures

Volviendo a Jersey Boys, Eastwood sabe bien cómo es este negocio de contar historias. En este caso, no escapa a la fórmula tradicional de cualquier biografía forjada bajo las leyes del “ American Dream”: Inicio, éxito, fracaso y retorno. Cualquier similitud con el relato bíblico de la vida de Jesús no es mera coincidencia. 

Para plasmar la historia de los Four Seasons, Eastwood se valió del guión del musical y de la autobiografía de Frankie Valli, quien también es productor ejecutivo del filme. Tal vez es por eso que este personaje sea el menos “gris” del elenco, el que tiene más zonas luminosas que negras.

Imagen Warner Bros. Pictures

Sin embargo, este clasicismo es fundamental a la hora de entender por qué la película emociona profundamente. La trama no corre, da tiempo al espectador de conocer e identificarse con los personajes. Cada triunfo y cada fracaso de ellos se nos hacen propios durante esas dos horas en las que Clint Eastwood se hace dueño de la pantalla y nos transporta a un mundo de canciones bellas y personajes sensibles. Uno de los estrenos del año y una de las grandes películas dentro de la carrera del enorme Clint.