Donald Trump empieza el tercer mes del proceso de primarias para la selección del nominado presidencial del partido Republicano en modo “reparación de daños”, después de una semana que bien puede considerarse la peor de su campaña.
El nuevo muro que se inventó Donald Trump y que puede costarle la campaña
Los comentarios sobre el aborto del puntero en las primarias republicanas pusieron la guinda a su históricamente mala relación con el electorado femenino, nada menos que la mitad del padrón electoral.


El malabarismo al que se vio forzado Trump tras un comentario sobre la necesidad de penalizar a mujeres que se practiquen abortos ilegales parece haber sido el revés más fuerte sufrido por un candidato que se ha caracterizado por declaraciones altisonantes y controversiales que quedan por lo general sin rectificación.
Pero la reacción desde ambos lados del debate sobre el aborto, a favor o en contra, fue insualmente unánime en contra del magnate que éste tuvo que retractarse no una sino dos veces en pocas horas.
El episodio le ha sido puesto en su cuenta de “problemas con las mujeres” que se refleja en el 74% de rechazo de un que tiene Trump entre el electorado femenino, de acuerdo con una encuesta publicada la semana pasada por CNN.
Ese problema se alimenta con los insultos públicos que ha hecho a varias mujeres antes y durante la campaña y tuvo su cúspide en la llamada “guerra de las esposas” en la que se enfrascó con Ted Cruz.
Y para complicarle el panorama, una encuesta indica que Cruz le estaría sacando ventaja en Wiscosin, donde el martes se realizan unas primarias con gran importancia simbólica.
El jueves el candidato-empresario tuvo una reunión con la cúpula de la Comité Nacional Republicano en Washington para calmar las angustias de quienes temen por el futuro de la unidad de la organización afectada por el "efecto Trump".
Y aunque no es la primera vez en la campaña que se pronostica la caída de Trump, los sucesos de la semana y el hecho de que involucre a la mitad del electorado (más sus roces ya viejos con la minoría hispana) lo pone en una situación al menos delicada.
Asesor arrestado
La semana había empezado con mal pie, cuando su jefe de campaña Corey Lewandowski fue arrestado por la policía de Jupiter, Florida, acusado de agresión menor contra Michelle Fields, una reportera a la que tomó del brazo durante un evento de campaña cuando trataba de acercarse para entrevistar a Trump.
La defensa a ultranza que hizo Trump de su director de campaña y la negativa a despedirlo o suspenderlo fue naturalmente criticada por los rivales del empresario, tanto republicanos como demócratas.
Además, Trump sugirió que podría presentar cargos contra la reportera, a la que acusa de haber cambiado el relato de lo que pasó el 8 de marzo en una conferencia de prensa en una de las propiedades del magnate en Florida donde celebró los resultados electorales de aquella jornada.
La bomba atómica
Un día antes de que hiciera su criticado comentario sobre el aborto, Trump había dejado caer una verdadera “bomba atómica” al decir que estaba de acuerdo con que países como Japón o Corea del Sur desarrollaran armas nucleares para que asumieran su propia defensa.
El domingo Trump en una entrevista con The New York Times presentó por primera vez sus ideas en política exterior, algunas de las cuales parecen ir en contra de la politica de no proliferación nuclear que ha sido central en todos los gobiernos de Washington desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque se trató de generalidades, el aspirante republicano esbozó una estrategia de repliegue y no intervencionismo, asegurando que Washington ha hecho “malos negocios” asumiendo el papel de policía del mundo.
Demanda contra Louisiana
Trump amenazó con demandar al partido Republicano en Lousiana, estado que ganó el 5 de marzo, pero donde podría quedar con menos delegados si se distribuyen los 5 que obtuvo Marco Rubio y los 5 delegados “no comprometidos”.
Aunque las reglas del partido indican que esos delegados pueden respaldar al aspirante que deseen durante la convención, el magnate asegura que es una demostración de lo “injusta” que es el sistema de selección del candidato.
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Mientras tanto, Marco Rubio, pese a que ya no está en la competencia, pidió al partido que sus delegados sigan vinculados a su candidatura hasta que se realice la primera votación en la convención.
Sin compromiso partidista
El martes, durante un cabildo abierto en Wisconsin organizado por la cadena de noticias CNN, Trump no se comprometió a respaldar a quien resulte ganador de la nominación presidencial republicana, un compromiso que habían adquirido al principio de la campaña.
En realidad ni Trump, ni sus contrincantes, el senador Ted Cruz y el gobernador de Ohio John Kasich, expresaron explícitamente estar dispuestos a honrar ese compromiso, por lo que muchos expresaron su preocupación por la unidad del partido.
Los republicanos están muy alarmados por la posibilidad de que la convención nacional de julio en la que se debe seleccionar al nominado sea “abierta”, y que se produzca una lucha interna entre facciones que fragmente al partido.
La guerra de las esposas
Cuando se publicó la encuesta sobre el rechazo entre las mujeres que padece Trump, la campaña estaba metida en una verdadera novela política que fue calificada como “la guerra de las esposas”.
Todo empezó cuando Trump amenazó con “soltar la lengua” sobre la esposa de Cruz, Heidi, a raíz de un anuncio publicado por un superPAC en el que se rescataba una vieja portada de la revista británica CQ en la que aparecía desnuda Melania, la esposa del magnate.
Ambos candidatos se tranzaron entonces en la defensa de sus compañeras, en una pelea en la que Trump parece haber quedado mal parado, sobre todo después de que se burlara del aspecto físico de Heidi.
Su argumento para justificar esa pelea siempre ha sido: “El (Cruz) empezó”, algo que a muchos les ha parecido la excusa que presentaría un niño de colegio.
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