Londres recobra su pulso tras el terror
Todavía conmocionada por la masacre, Londres trata lentamente de empezar de nuevo, como una respuesta civilizada a los brutales atentados que la hicieron temblar.
No obstante, la larga y sinuosa sombra de la red terrorista Al Qaeda parece cernirse cada vez con más fuerza sobre la autoría de los atentados.
La Policía Metropolitana, que durante toda la jornada estuvo renuente en precisar la cifra de víctimas, dijo el viernes que al menos 50 personas murieron. Pero que este número podría aumentar debido a que todavía pudiera haber más cadáveres sepultado debajo de los escombros.
Las cuatro explosiones dejaron además 700 heridos, de las cuales 22 permanecían en estado grave el viernes.
Las bombas fueron detonadas en un espacio de 58 minutos, la primera a las 8:51 de la mañana y la última, en el autobús de dos pisos, a las 9:47 a.m. No descartaron nuevos ataques y dijeron estar revisando toda la ciudad en busca de posibles explosivos.
El horror segó de raíz la resaca que vivían los londinenses, que aún se felicitaban por la gran victoria olímpica conseguida el miércoles, cuando el Comité Olímpico Internacional anunció desde Singapur que sería esta capital la sede de los Juegos en el 2012.
No hubo lugar para festejos. La sorpresiva concatenación de atentados disparó las alarmas e hizo que las miradas se dirigieran hacia la organización terrorista Al Qaeda, responsable de las brutales matanzas del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos y del 11 de marzo del 2004 en Madrid.
Los peores presagios del Reino Unido, que desde hacía meses mantenía una situación de alerta permanente al ser considerado objetivo claro del terrorismo, cobraron vida el jueves por la mañana y el caos, el humo y la confusión inundaron todos los rincones de esta ciudad.
La sombra de Al Qaeda se fue perfilando con mayor intensidad a medida que pasaban las horas y después de la publicación en la "Elaf", una página de internet islámica, de un comunicado en el que un grupo que decía pertenecer a esta red terrorista se atribuía la masacre.
El Gobierno británico se está "tomando en serio" este mensaje colgado por el "Grupo de la Organización Secreta Al Qaeda y de la Organización para la Yihad en Europa", declaró el ministro británico de Interior, Charles Clarke.
Este viernes, los servicios secretos y la policía británica llevan a cabo una intensa operación para dar con los culpables de los ataques en las estaciones de metro de King's Cross, Liverpool Street y Edgware Road, y en un autobús en la plaza de Tavistock.
Las autoridades ven similitudes con los ataques a los trenes del transporte urbano de Madrid, el 11 de marzo de 2004, de los cuales Al Qaeda fue responsable. Los investigadores estudian la posibilidad de que las bombas fueran detonadas a través de teléfonos móviles, como había sucedido en España.
Como ocurrió el año pasado en Madrid, donde los ataques dejaron a 191 personas sin vida y más de mil heridos, las fuerzas de seguridad no recibieron en Londres ninguna amenaza o aviso que alertara de la catástrofe que se avecinaba sobre la ciudad.
Parece que las primeras pesquisas policiales apuntan a que los responsables de los ataques no fueron terroristas suicidas ya que, según sus informes, había paquetes sospechosos en los trenes afectados, aunque apenas hay información de lo sucedido en el autobús.
Cada una de las bombas contenía menos de 10 libras (4.5 kilos) de explosivo y probablemente se encontraban en el suelo o, en el caso del autobús, en uno de los asientos.
Sumida Londres todavía en el aturdimiento, el viernes por la mañana el transporte comenzó a funcionar con lentitud y los ciudadanos, que durante años han sido blanco de acciones terroristas por parte del Ejército Republicano Irlandés (IRA), se apresuran, recelosos, a recuperar un clima de aparente normalidad.
Sigue la crispación y urge la necesidad de confirmar quién ha sido el culpable de la tragedia. Mientras, el Gobierno del primer ministro, Tony Blair, insiste en que los terroristas no lograrán con sus acciones "intimidar" al pueblo británico.
Por su parte, el canciller británico Jack Straw dijo que los atentados "llevan la marca de un ataque vinculado con Al Qaeda", y que ni la policía ni los servicios de espionaje habían recibido advertencias de los ataques.
Straw reemplazó temporalmente a Blair como titular de la cumbre del Grupo de los Ocho que se celebra en Escocia.
"Obviamente hay la presunción de que está es una organización vinculada a Al Qaeda. Tiene la marca de estar vinculada a Al Qaeda, por lo despiadada que es", expresó Straw.
Andy Trotter, subdirector de la policía de tránsito británica, manifestó: "La gente debe permanecer alerta... No sabemos si esto ha terminado".
El subdirector de la policía Brian Paddick dijo que no se han producido arrestos de momento y que aún es pronto para determinar si hubo atacantes suicidas.
En Oxford Street, la principal arteria de la capital, recobraba el pulso tras varias horas dormida, y el aspecto fantasmal del jueves, con el tráfico cortado y las tiendas cerradas, daba paso a un nuevo bullicio.
Pero este viernes, los londinenses retomaban su vida con un sorprendente estoicismo, haciendo gala de "gran aplomo y coraje", como dijo el alcalde, Ken Livingstone.
La red del metro funcionaba con relativa normalidad, excepto en las líneas Circle y Hammersmith & City, donde se encuentran las tres estaciones afectadas por los atentados: Liverpool Street, King's Cross y Edgware Road.
La mayoría de los autobuses cumplía su ruta y las calles que el jueves estaban cortadas volvían a recibir el tráfico.
Livingstone ha cancelado por segunda jornada la tasa de unos seis euros que pagan los coches para transitar por el centro, a fin de que los familiares de las víctimas puedan llegar a los hospitales.
Cuando uno sale a la calle, apenas ve indicios de lo ocurrido. Los coches circulan, las tiendas están abiertas, la gente camina con su usual determinación.
Pero una segunda mirada revela una ciudad trastornada, que intenta encajar lo sucedido bajo una apariencia de normalidad.
Hay más presencia policial, los viajeros están alerta a paquetes sospechosos, coger el metro provoca emociones desconocidas, leer los periódicos es reencontrarse con la tragedia.
"Pero la vida sigue -comentó Paul Gallagher, conductor de uno de los típicos taxis negros de Londres-. Si cambias tus planes, les das la victoria a los terroristas".
Los taxistas ejercen su actividad cotidiana, e incluso se benefician del mayor número de personas que usa sus servicios en lugar del transporte público. Si cortan una calle, los taxistas circulan por otra. "Es cuestión de adaptarse y continuar", añade Gallagher.
El carácter inglés, reservado y contenido, no admite dramatismos.
"No se soluciona nada ¿no? Es como decíamos en la Segunda Guerra Mundial: 'nil desperandum' (No hay motivo para desesperarse)", comentó John McCartney, un veterano de ese conflicto.
Tras vivir la Gran Guerra y una cruenta campaña del Ejército Republicano Irlandés (IRA), los británicos han desarrollado un caparazón de supervivencia que oculta sus cicatrices.
Lo peor es que, a menudo, las emociones salen por los puños, y las organizaciones de musulmanes han tenido que pedir protección contra represalias de ultraderechistas.
El rápido restablecimiento del transporte indica que la actividad económica, como siempre, sigue. Hasta hay quien ha intentado hacer negocio de la desgracia: algunos hoteles doblaron el precio de sus habitaciones después de los atentados, visto que muchos ciudadanos se veían obligados a buscar alojamiento en el centro de la ciudad.
Con respeto a las víctimas pero sin muestras públicas de dolor, los londinenses volvieron hoy a sus quehaceres. La frase en boca de todos es esta: "We must get on with it". Hay que seguir adelante.
Alemania se une a la pesquisa
Por su parte, el Fiscal General Federal de Alemania, Kay Nehm, encargado de los casos de terrorismo, informó el viernes que inició su propia investigación de los ataques de Londres, en los que resultaron heridos cuatro alemanes.
La oficina de la procuraduría federal manifestó que lanzó una investigación de miembros no identificados de una organización terrorista extranjera.
Por ahora no hay indicios de eventuales vínculos con presuntos grupos terroristas o células durmientes instaladas en Alemania, precisó la fiscalía, que mantiene estrechos contactos con los servicios de seguridad británicos (Scotland Yard y los servicios secretos MI5 y MI6).
Es común que los fiscales de este país inicien sus propias pesquisas cuando ciudadanos alemanes resultan perjudicados en ataques en otra nación. Lo hicieron tras los atentados dinamiteros al sistema ferroviario de Madrid del 2004, en los que una mujer alemana resultó herida.
El portavoz gubernamental Thomas Steg dijo que cuatro alemanes resultaron lesionados en los ataques del jueves en la capital británica, uno de ellos de gravedad.
El funcionario más importante de la seguridad alemana, el ministro del Interior Otto Schily, viajó a Londres para reunirse con su colega británico, Charles Clarke.
Schily ordenó también que las banderas de los edificios gubernamentales permanecieran a media asta el viernes en Alemania.
Los funcionarios diplomáticos alemanes se mantienen en contacto con los heridos y sus familiares.
Pese a la amplitud de la tarea, el plan largamente repetido por los servicios de emergencia de Londres pareció haber funcionado correctamente tras los sangrientos atentados registrados el jueves en pleno centro de la ciudad.
"Londres se preparó muy bien para un acontecimiento como éste" desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, y "estos preparativos tuvieron su resultado", según Ron Mountain, experto en gestión de las caatástrofes en la Universidad de Conventry.
Todos los escenarios, incluyendo ataques NBC (nuclear, bacteriológico y químico) fueron previstos y ensayados a gran escala en varias ocasiones.
La última prueba tuvo lugar en 2004, en la estación Bank, muy cerca de Liverpool Street, que sufrió uno de los ataques del jueves.
La complejidad de la operación de emergencia llevada a cabo el jueves se multiplicó por tratarse de cuatro atentados perpetrados en distintos puntos de una ciudad de 7.5 millones de habitantes.
Unos minutos después de los primeros ataques en el metro en Aldgate y King's Cross, los grandes hospitales enviaron un mensaje a todos sus personales refiriéndose a un "incidente mayor" y convocándolos a presentarse de urgencia.
En el mismo momento, se liberaron camas, se anularon operaciones no urgentes y se difundió a las radios un mensaje pidiendo al público no llamar a las urgencias excepto en los casos muy graves.
En el Hospital Great Ormond Street, la cantina del personal fue transformada en media hora en un centro para tratar a los recién llegados en función de la gravedad de sus heridas.
En el lugar de los atentados, las ambulancias llegaron rápidamente y en número suficiente. Los testigos describieron el desfile de ambulancias durante toda la mañana en King's Cross. Los heridos menos graves fueron tratados en hoteles.
Unas 170 heridos leves fueron trasladados al Royal London Hospital a bordo de seis autobuses.
Incluso la suerte estuvo presente de algún modo en el horror: la explosión que decapitó un autobús de dos pisos tuvo lugar en Russell Square, justo enfrente del inmueble del sindicato de los médicos BMA. Decena de doctores se ocuparon de inmediato de las víctimas.
Toda la evacuación fue realizada en función con un plan constantemente adaptado por las autoridades de una ciudad que se sabía amenazada por un ataque masivo.
El plan estratégico de emergencia de Londres, revisado una vez más hace poco meses, contiene procedimientos para toda eventualidad, hasta la operación Sassoon, es decir la evacuación completa de la capital británica.
Ante la ausencia de Blair, que recibía a sus socios del G8 en Gleneagles (Escocia), fue el ministro del Interior Charles Clarke quien organizó la primera reunión del comité ministerial de crisis Cobra.
Fue esta instancia la que calificó al ataque de "incidente catastrófico", un grado que autorizó a los ministros a ordenar el cese completo de la red de transportes púlbicos, una decisión tomada en menos de dos horas.