Se sentía abrumada por la posibilidad de empezar su trabajo ideal en plena pandemia, sola, ya que su esposo pasaba 100 horas a la semana fuera de casa ayudando a combatir el COVID-19 en un hospital infectado por el virus. Sus dos hijos estaban en casa, sin maestro, con tareas; no la dejaban concentrarse e interrumpían sus llamadas de trabajo, pasándole notitas pidiendo —no, ¡exigiendo!— que les prestara atención a toda hora.
Esta recesión es más dura para la mujer
Desempleo de dos dígitos. Más horas cuidando a los hijos. Menos horas de trabajo y menos beneficios. En tres meses, las mujeres han perdido el equivalente a una década de avances económicos.


“Si entran, perderé mi trabajo”, le dijo desesperada a su hijo de 6 años para tratar de mantenerlo lejos.
Su esposo era el héroe. Estaba salvando vidas. Ella era una pésima mamá— “la peor mamá de todas”, le dijeron sus hijos, y una terrible trabajadora.
En tres meses, Ellu Nasser notó que poco a poco perdía el estresante contacto con la fuerza laboral. Dejó de beber alcohol en marzo. Le dijo a la importante firma de consultoría con el trabajo de sus sueños que sus responsabilidades familiares se interpondrían en su desempeño laboral, por lo que no podía empezar a trabajar en la fecha acordada, el 1 de junio. Se enfocó en el trabajo a medio tiempo que tenía como consultora sobre el cambio climático. Y luego, en junio, renunció también a este.
Durante exactamente un día, el alivio fue abrumador. Luego empezó a preocuparse.
“Me preguntaba una y otra vez, ‘¿Por cuánto tiempo me perjudicarán las decisiones personales que he tomado en torno al covid-19? ¿Será permanente?’”, confesó Nasser, de 42 años. “Me gustaría trabajar 25 años más. Me encanta hacerlo. Mi trabajo es parte de mi identidad, no es algo separado”.
Ahora, por primera vez en su vida, Nasser se dedica a su casa e hijos. Ella es un daño colateral de lo que ahora es la primera recesión femenina de Estados Unidos.
Por primera vez desde que empezaron a ascender sistemáticamente en la fuerza laboral en la década del setenta, las mujeres están sufriendo las repercusiones de un sistema que todavía no las trata igual. Los hombres son los principales proveedores. Las mujeres siguen siendo los principales trabajadores de bajos ingresos, cuyos empleos desaparecieron cuando se propagó el coronavirus. En la pandemia de 2020 las madres vieron que su horario laboral se redujo cuatro a cinco veces más que el de los padres por cuidar a sus hijos en un país que no ha creado una base fuerte de cuidado infantil.
Cuando la economía se derrumbó, las mujeres cayeron en picada.
Este año, el desempleo de mujeres alcanzó los dos dígitos por primera vez desde 1948, cuando la Oficina de Estadística Laboral empezó a contabilizarlo. El porcentaje de mujeres de raza blanca con empleo es el más bajo desde fines de los años setenta. Y las mujeres de color, que tienden a ser el único sostén de su familia y trabajadoras de bajos ingresos, se han visto muy afectadas. La tasa de desempleo entre latinas fue de 15.3 por ciento en junio. Entre mujeres de raza negra fue de 14 por ciento. Entre hombres blancos: 9 por ciento.
Al mismo tiempo, las mujeres siguen ganando menos que los hombres: por cada dólar que gana un hombre blanco, las mujeres blancas ganan 79 centavos, las mujeres negras ganan 62 centavos, las indígenas americanas ganan 57 centavos y las latinas ganan 54 centavos.
Lo que viven las mujeres en Estados Unidos en este momento es la consecuencia de muchos años de segregación ocupacional que impidió que tuvieran cargos gerenciales y las mantuvo en empleos con poca paga y pocas medidas de protección como licencia remunerada por enfermedad. Cuando un tercio de la fuerza laboral femenina —las empleadas de supermercado, auxiliares de salud en casa y trabajadoras sociales— pasaron a ser “trabajadoras esenciales” este año, se vieron forzadas a tomar decisiones difíciles sobre preservar su salud o retener su empleo. El resto ocupaba puestos con grandes posibilidades de desaparecer de la noche a la mañana, como en el caso de las encargadas de limpieza o dependientas de tiendas y, en casos extremos, trabajos en peligro de desaparecer para siempre.
En conjunto, estas pérdidas atentan contra décadas de logros alcanzados gradualmente y con mucho esfuerzo.
En el caso de Nasser, le fue más evidente lo que había perdido en los días en que la constante actividad de lavar platos y limpiar la cocina le hacía sentir que su vida se había detenido. Para este otoño, ha improvisado clases en casa con un maestro jubilado para su hijo en kindergarten y otros niños de su vecindario en Austin. Su hijo de 9 años volverá a su escuela privada.
Tener la opción de cuidado infantil fue lo que la ayudó a responder que sí, cuando la llamaron a fines de julio para volver a ofrecerle el puesto que no aceptó en junio. Reconoce una y otra vez que es más afortunada que la mayoría. Pudo tomar la difícil decisión de dejar la fuerza laboral —y luego volver— porque su esposo gana más que ella y juntos tienen los medios para pagar a otros para que se encarguen de sus hijos. Muchas mujeres no tendrán esa opción este año.
“Al mismo tiempo, me siento culpable de poder hacerlo”, dijo, “y triste de que esta sea la situación en la que estamos”.
Efectos colaterales
En 1958, las mujeres constituían menos de un tercio de la fuerza laboral en Estados Unidos. Tomó 30 años que llegaran a 45 por ciento, gracias a un incremento sostenido durante el siglo XX que propició el “cambio más importante en el mercado laboral del último siglo”, escribió la economista de Harvard Claudia Goldin.
Los logros de la mujer en el mercado laboral ayudaron a crear una economía que, según ciertos cálculos, es $2 millones de billones mayor que si el nivel de participación de la mujer hubiese permanecido igual que en 1970, cuando empezó a aumentar vertiginosamente.
Sin embargo, en las últimas décadas, las diferencias de género en la fuerza laboral disminuyeron mucho. Luego llegó 2009, con una recesión que mayormente afectó empleos en los que predominaban los hombres, como los de construcción y producción industrial. Por primera vez en la historia, las mujeres sobrepasaron a los hombres hasta constituir más de la mitad de la fuerza laboral. Sucedió solo una vez más: en diciembre de 2019, cuando el coronavirus todavía era un titular distante desde China, las mujeres superaron a los hombres como 50.04 por ciento de la fuerza laboral.
Fue un avance pasajero.
Casi 11 millones de empleos ocupados por mujeres desaparecieron de febrero a mayo, con lo que se borró una década de logros laborales para la mujer.
En junio, las mujeres recuperaron 2.9 millones de puestos, pero esos empleos, mayormente en el campo de la hospitalidad, todavía son poco seguros pues la propagación del coronavirus continúa y está imponiendo nuevos cierres.
Según cuánto dure esta recesión y cuándo surja un tratamiento eficaz o una vacuna para el COVID-19, existe la real posibilidad de que muchos de los empleos que las mujeres han perdido nunca reaparezcan, dijo Heidi Shierholz, economista principal y directora de política del Instituto de Política Económica.
En este momento, aproximadamente 8 por ciento de las mujeres que han quedado cesantes no tienen ninguna posibilidad de recuperar su empleo, en comparación con 6.4 por ciento de los hombres, según un análisis por ese instituto. Otras, 4 por ciento, esperan que las llamen para regresar al trabajo, algo que probablemente no sucederá.
Se tiene previsto que los empleos en peligro sean en campos vulnerables al distanciamiento social, cargos como el que Cristina Aguirre Sevillano ocupa desde que emigró de Cuba hace una década.

Aguirre, trabajadora de limpieza del hotel Fontainebleau en Miami Beach, ya está insegura en un puesto poco seguro: la despidieron de su empleo a tiempo completo en marzo, pero cuando el hotel volvió a abrir en junio, se reanudó el trabajo de manera limitada. La han llamado para que vuelva a trabajar unas cuantas veces. El pago por desempleo ha sido predeciblemente inestable en uno de los estados que peor lo administra. Y el empleo que aceptó clasificando fruta en un almacén en Miami para trabajar un poco durante la primavera resultó ser un error.
El séptimo día que trabajó con las cajas de fruta, terminó yéndose a casa con fiebre. Tenía dificultad para respirar. Esta vez, el coronavirus fue el responsable directo de que perdiera el empleo.
Aguirre, de 50 años, se recuperó, pero “este es el peor año que hemos tenido que soportar”, dijo. Su hija de 23 años, que vive con ella, también fue despedida de su trabajo en un hotel, y su esposo está en casa recuperándose de una lesión laboral. “Yo nunca había visto algo así en el poco tiempo que estoy aquí”.
Ahora le cuesta aceptar que repentinamente podría desaparecer del todo su trabajo seguro, al que se aferró 10 años mientras su paga aumentó poco a poco a $15.17 por hora, un salario bueno para los estándares de Florida. Es una posibilidad que aterra a cualquier trabajador de bajo nivel salarial, pero a una inmigrante en particular.
“Mi inglés no es bueno”, dijo en español, insinuando lo que en realidad se pregunta: ¿Quién la va a contratar con un salario remotamente parecido?
A medida que los trabajadores dejen la fuerza laboral, sus aptitudes perderán valor. Cuanto más tiempo estén desempleados, se volverá más difícil que encuentren empleo al mismo nivel. Y ya que las mujeres son las más propensas a estar sin trabajo, la brecha salarial entre los géneros aumentará mientras que los sueldos, en general, dejarán de subir, dijo Gad Levanon, director del Instituto de Mercados Laborales de The Conference Board, firma de investigación sin fines de lucro.
Los empleadores tendrán muchos empleados entre los cuales escoger, y eso hará que los salarios bajen. Los trabajadores de bajo nivel salarial son los que más sienten esa disminución. Las mujeres tienen casi dos tercios de los 40 empleos peor pagados.
El apoyo a aumentos del salario mínimo —lo que los economistas dicen es una de las mejores medidas de política para reducir las diferencias de género en la paga— también se debilita. Por ejemplo, en Virginia, el primer aumento en una década del salario mínimo del estado se ha pospuesto cuatro meses a insistencia de grupos empresariales preocupados por el impacto del virus.
El panorama tampoco es bueno para quienes se incorporan al mercado laboral o se acaban de graduar de la universidad. La clase de 2020 (y probablemente la de 2021) ingresará al mundo laboral con menor paga y menos empleos disponibles. Es una situación muy diferente de la que esperaban a inicios de año los recién graduados, cuando el empleo en Estados Unidos era prácticamente total. El desempleo en enero de 2020 era de apenas 3.6 por ciento, uno de los más bajos niveles registrados desde fines de los sesenta.
Según un estudio de 2014 de egresados entre 1974 y 2011, los estudiantes que se gradúan durante una recesión tienden a tener salarios 10 por ciento más bajos su primer año de trabajo y luego una disminución anual de aproximadamente 2 por ciento durante su primera década en la fuerza laboral. Si estudian carreras con mejor paga, en las que hay una concentración de hombres, les irá mejor, mientras que aquellos en especialidades de menor paga, donde predominan las mujeres, se verán más perjudicados.
“Es algo que los afectará el resto de su carrera”, dijo. “Es dificilísimo recuperarse completamente de eso”.
William Spriggs, profesor del Departamento de Economía de la Universidad Howard y exsecretario adjunto de política del Departamento de Trabajo durante el gobierno de Obama, lo describió como una “catástrofe”.
“No podemos seguir pasando por estos espasmos económicos, en los que perdemos una década de expansión laboral. Y eso es lo que está sucediendo”, afirmó Spriggs. “Entonces, aquellos pasados por alto, justo cuando empezábamos a incluirlos, porque su currículo mejoró, su capacidad de sobrellevar la pérdida de trabajo aumentó, ahora los volvemos a dejar atrás”.
Crisis del cuidado infantil

Para las mujeres en particular, la esperanza de recuperarse de esta recesión depende de una pregunta importante y persistente: ¿Qué pasará con el cuidado infantil?
La división desigual del cuidado infantil en los hogares estadounidenses es una realidad obvia desde que el trabajo pasó de la oficina a la casa, por lo menos para aquellos que retuvieron el empleo. En 2020 en parejas casadas en las que ambos padres trabajan a tiempo completo, las mujeres siguen asumiendo la mayor parte de la responsabilidad por el cuidado infantil y dedican 40 por ciento más de su tiempo a cuidar a sus hijos que los papás, según un estudio por economistas de la Universidad Northwestern.
Luego miles de guarderías empezaron a cerrar. Desde enero, 1 de cada 4 proveedores de cuidado infantil han perdido el empleo y es posible que con el cierre de centros se pierda hasta la mitad de la capacidad de cuidado infantil, según un estudio por el Centro para el Avance Estadounidense, centro de estudios de tendencia izquierdista.
Durante una recesión regular, las mujeres a veces se incorporan a la fuerza laboral para complementar las horas de trabajo perdidas por su pareja; en esta recesión, en la que ha desaparecido la red de seguridad del cuidado infantil, ni siquiera existe esa opción.
Diana Niermann recuerda que cuando se iniciaron los despidos, algunos padres le contaron entre sollozos que no tenían trabajo y debían sacar a sus hijos de la guardería. La suya, Kozy Kids Enrichment Center en Portland, Oregon, cerró el viernes, 13 de marzo, fecha de mal agüero que no le pasó desapercibida.
La inyección de casi $160,000 de un préstamo del Programa de Protección de Cheques de Pago ayudó a evitar que cerrara permanentemente, pero el dinero disminuyó rápidamente a medida que le pagó a su personal, el alquiler y los gastos para hacer que el centro cumpliera con los estándares reglamentarios respecto al coronavirus para poder volver a abrir en junio.
De los 92 niños que iban a Kozy Kids antes del coronavirus, 17 volvieron. Muchos de los empleados de Niermann tampoco volvieron, pues los desalentaron las perspectivas del sector de cuidado infantil. Su director renunció el día que aquel volvió a abrir.
“Al comienzo, pensaba, ‘Quizá no debo hacer esto’, pero he pasado por tanto que pensé, ‘no me voy a dar por vencida, esto es lo que he hecho toda la vida. Creo totalmente en esto: el cuidado bueno, de calidad’”, dijo Niermann. “El cuidado infantil no paga mucho. Tenemos que cambiar eso”.
En gran parte, esto se debe a medidas de política que con frecuencia desatienden las necesidades de las mujeres trabajadoras, dijo Heather McCulloch, fundadora y directora ejecutiva de Closing the Women’s Wealth Gap, un programa dedicado a promover medidas que aumentan el patrimonio de la mujer.
“No se reconoce el papel de la mujer, por lo que nunca preguntamos, ‘¿Se beneficiarán las mujeres?’” señaló McCulloch. “Ignoramos del todo o subestimamos el papel que desempeñan las mujeres, no solo en su propia familia como sostén, sino también como propulsoras económicas. Si las mujeres no se benefician, es necesario cambiar la política porque todos vamos a salir perdiendo”.
Los expertos indican que el coronavirus ha ayudado a muchas personas a comprender, algunas por primera vez, los desafíos que enfrentan las mujeres desde hace décadas. El cuidado infantil ahora es un rubro en múltiples propuestas para la recuperación.
El paquete de asistencia por el coronavirus propuesto por los demócratas, llamado la Ley Heroes, plantea asignar $7 mil millones por medio de Subvenciones para el Cuidado y Desarrollo Infantil a fin de que los proveedores reciban asistencia de emergencia con planilla, suministros de limpieza y equipo adicional. La medida ha sido aprobada por la Cámara de Representantes, pero se ha quedado estancada en el Senado.
Los republicanos del Senado divulgaron a fines de julio su propia propuesta de estímulo, conocida como la Ley Heals, que asignaría más dinero al cuidado infantil. Los proyectos de ley proponen $5 mil millones por medio de Subvenciones para el Cuidado y Desarrollo Infantil, y $10 mil millones adicionales en subvenciones para reiniciar el cuidado infantil a fin de ayudar a los centros a pagar el costo adicional que conlleva la pandemia y reinscribir a niños.
Los demócratas han dicho que el plan no es factible. Las partes se reúnen para hablar de una propuesta conjunta que lograría la aprobación en ambas cámaras.
Los defensores del cuidado infantil, que aplauden la renovada atención que se le presta, también advierten que ninguno de los planes, en su versión actual, cubre la inyección de aproximadamente $50 mil millones que se necesita para darle estabilidad al sector.
Se anticipa que el problema siga generando atención al aproximarse las elecciones de 2020. Joe Biden, el candidato demócrata a la presidencia, quien cuidó a sus dos hijos solo tras la muerte de su esposa e hija en un accidente automovilístico en 1972, ha sacado un plan de cuidado infantil que abarca 10 años y asigna $325 mil millones específicamente a mejoras al cuidado de niños, entre ellas prekindergarten gratuito para niños de 3 y 4 años de edad; créditos tributarios por cuidado infantil de hasta $8,000 por niño para familias de ingresos bajos y medios; aumentos salariales para cuidadores de niños; e incentivos para que las empresas creen guarderías en sus locales.
“Si realmente queremos recompensar el trabajo en este país, tenemos que aliviar la carga económica del cuidado infantil que abruma a las familias”, dijo Biden durante un discurso en julio, cuando anunció el plan en Delaware. “Estamos atrapados en una crisis de cuidado infantil, dentro de una crisis económica, dentro de una crisis de atención médica”.
Pero mientras los trabajadores esperan que el Congreso tome una decisión respecto al cuidado infantil —especialmente antes del próximo año escolar— muchas madres trabajadoras se sienten paralizadas.
Jenny Galluzzo, cofundadora de Second Shift, una plataforma en que mujeres encuentran proyectos como profesionales independientes y consultoras, dijo que el sitio tiene el cuádruple de solicitantes desde febrero, pues muchas mujeres tratan de compensar las horas de trabajo perdidas con consultorías a tiempo parcial.
Más allá de eso, la mayoría de las mujeres dicen que simplemente están a la espera.
“No es posible hacer planes concretos. Y ese estrés se manifiesta porque no sabes cómo interactuar con la fuerza laboral. Si buscas empleo, ¿cómo sabes qué trabajo aceptar si no sabes cuál será la situación de la escuela de tus hijos dentro de dos meses?” señaló Galluzzo. “Me preocupan las mujeres porque están asumiendo la carga desproporcionada de todo el cuidado infantil y el trabajo invisible. Me preocupa que se están perdiendo todos los logros que hemos alcanzado”.
Lo que vemos ante nosotros es consecuencia de los años en que se mantuvo a la mujer fuera de los cargos que podrían haber convertido su experiencia de vida en medidas de política, afirmó el economista Olugbenga Ajilore del Centro para el Avance Estadounidense. Se trata de muchos años en que el cuidado infantil era un asunto “de la mujer”, en vez de una prioridad.
“Si tuviéramos más mujeres en el campo de la economía, si tuviéramos más mujeres en el Congreso, el cuidado infantil no quedaría relegado”, afirmó Ajilore. “Cuando consideramos que las mujeres están dejando la fuerza laboral, no solo estamos perdiendo rendimiento económico, sino que estamos perdiendo ese margen de aporte. Forjan la cultura y la forma de hacer negocios, la forma en que pensamos. Eso es lo que estamos perdiendo con esto”.
Pero de muchas maneras, el coronavirus ha servido de lupa para enfocarse más en asuntos que durante mucho tiempo se ponían de lado, como el cuidado infantil, y los empleadores están reaccionando. Las empresas que alguna vez rechazaban arreglos de trabajo flexible y, en particular, trabajo remoto, están empezando a apoyar el concepto.
“Venimos luchando desde hace años por la posibilidad de que las mujeres trabajen a distancia y con flexibilidad. Es lo que más quieren las mujeres de su empleo, y las compañías están empezando a verse forzadas a hacer que ese modelo funcione”, dijo Galluzzo, de Second Shift. “Y cuando la economía se recupere y haya más trabajo y nuestros hijos estén en la escuela, veo esto como un beneficio, a fin de cuentas, porque ya no será necesario convencer a la gente de que [la flexibilidad y el trabajo remoto] funcionan”.
“¿Es posible tenerlo todo?”

Hace más de una década, Mara Geronemus dejó un cargo en una gran firma de abogados en Nueva York, se mudó a Miami Beach y empezó a buscar oportunidades más flexibles en el derecho. Después del nacimiento de su tercer hijo, abrió su propio negocio donde trabajaba de manera remota para clientes de todo el país, una posición que le permitió participar muy activamente en la vida de sus hijitos. Recientemente creó un grupo para que las mamás trabajadoras se conecten, llamado All Before Dinner, y está por dejar el cargo de presidenta del directorio de la escuela judía privada de sus hijos.
Todo iba de acuerdo con el plan. Su esposo permaneció en su cargo inflexible pero bien remunerado como radiólogo intervencionista.
Cuando el coronavirus forzó a sus hijos a quedarse en casa, fue como ver el colapso de un castillo de naipes, dijo Geronemus.
Le dedicaba todo el día a asegurarse de que sus hijos estuvieran al día en sus tareas escolares, pero recién podía sentarse frente a la computadora a las 10 p.m. para empezar su propio trabajo. Su día pocas veces terminaba antes de las 2 o 3 a.m.
“Desde la facultad de derecho no pasaba tantas noches en vela”, aseguró Geronemus.
Pero a pesar de todo lo que hacía, no bastaba. Cuando terminó el año escolar, su hija de 6 años tenía 200 asignaciones sin terminar.
“No podemos pasar un año escolar más, ni siquiera un mes más, haciendo las cosas de la manera que las hicimos entre marzo y junio”, afirmó.
Pero cuando se pone a pensar en qué eliminar, el cálculo es rápido: “Mi esposo no va a renunciar a su trabajo, no va a irse del hospital. Mis hijos no van a dejar los estudios”, señaló Geronemus. “Entonces, ¿qué queda? Probablemente mi trabajo”.
Se esforzó mucho por llegar aquí, dejar Nueva York y echar raíces en una comunidad en la que ha invertido mucho para ser la mamá con la que sus hijos pueden contar.
Cuando cerró su oficina en Miami Beach este verano, sintió que todo eso empezaba a desvanecerse. Ya tenía un pie afuera.
“Lo quiero todo y había encontrado la manera —y otras mujeres habían encontrado la manera— por un tiempo breve de tenerlo todo o casi todo, o tenerlo todo ciertos días o la mayoría de los días”, dijo Geronemus. “Ahora, 2020 nos está forzando a reconsiderar, creo yo, si es posible tenerlo todo”.