La Orquesta Sinfónica de Chicago volvió a Miami este jueves después de casi cinco años, por primera vez desde que la pandemia lo cerró todo y la vida se puso patas arriba. Y han vuelto con Riccardo Muti, su director emérito, que a sus 83 años y después de cirugías al corazón, todavía vive la experiencia de conducir como hace tres décadas: con una vitalidad, familiaridad y hasta los típicos saltos en dos pies en los clímax y fanfarrias que han hecho rabiar de emoción a las audiencias de los grandes teatros del mundo a lo largo de su trayectoria.
Entre la mortalidad, la eternidad y la trascendencia: el concierto de la Sinfónica de Chicago en Miami
La Orquesta Sinfónica de Chicago se presentó este jueves en Miami por primera vez desde febrero de 2020. Estuvimos allí y te compartimos la experiencia.


Esta vez, el programa que se sonó por solo una noche el Knight Concert Hall del Adrianne Arscht Center (y que ha repetido en la mayoría de las presentaciones durante su gira por Florida) trajo piezas ampliamente populares del repertorio, pensadas más bien para una audiencia amplia -y no para los más exigentes, que esperan sorpresas y nuevos hallazgos.
El misterio, el fatum, la posibilidad de algo que está por llegar y no sabemos qué es fue el hilo conector de la noche: un viaje emocional entre la solemnidad y la premonición de la Obertura de Norma (la ópera de 1831, de Bellini), la melancólica belleza de la Sinfonía Inconclusa, de Schubert (n.° 8 en si menor, D. 759, de 1822) y la potencia arrolladora de la Cuarta de Chaikovski (1867), el testamento más sublime que tal vez se ha escrito de la depresión, el dolor y la incertidumbre ante las vilezas del destino.
De Bellini a Schubert
La Obertura de Norma de Bellini es, quizás, una de las más conocidas, y por sobradas razones, del repertorio operístico. En poco más de seis minutos, su paleta de emociones nos lleva de la serenidad melancólica hasta el apasionado clímax final.
En la noche del jueves, la habilidad de Muti para manejar la orquesta, equilibrando de manera impecable los momentos de tensión y calma, fue simplemente impresionante. Es esta una pieza peculiar por el uso del leitmotiv y el equilibrio orquestal que exige y fue llamativo ver cómo Muti logra establecer un diálogo profundo con sus músicos a través de una gestualidad única que lo lleva a lograr momentos de una pureza exquisita.
En una orquesta de este nivel y en piezas tocadas por tutti con una perfección casi mecánica, es difícil -y a veces injusto- separar instrumentos.
Pero el nivel que mostraron los instrumentos de viento-madera –del clarinete de Stephen Williamson al oboe de William Walter al fagot de Keith Buncke- a lo largo de la noche fue de otro nivel y quizás el nivel alcanzado por estos músicos deba ser reconocido como uno de los legados de la dirección de Muti a la CSO.
La atmósfera de incertidumbre que genera la experiencia de escuchar la Obertura de Norma fue la antesala para la pieza que vino después: la Sinfonía Incompleta de Schubert, una obra que sigue generando discusiones e intrigas dos siglos después, no solo por su tono melancólico sino por el misterio que rodea su creación.
Schubert nunca la terminó y no sabemos, hasta hoy, por qué. De hecho, la ocultó y no se supo de ella hasta muchos años después de su muerte.
El tono y el carácter de esta pieza nada tenían que ver con las otras sinfonías que Schubert había escrito hasta ese momento. Cuando se le escucha, es fácil distinguir la tristeza y el miedo que se combinan con la esperanza de días más felices. ¿Resultado acaso de su sífilis incurable? Nunca lo sobremos, pero lo que es cierto es que, como se ha dicho muchas veces de ella, seguirá siendo "una pieza musical inacabada, pero más completa que muchas otras".
Al interpretarla en la noche del jueves, la Orquesta Sinfónica de Chicago logró capturar el misterio y la calma que impregnan los dos movimientos que se quedaron. Sobresalió, otra vez, el diálogo melódico del oboe y el clarinete al principio, en ese momento exquisito, en el que el mi pasa a un fa natural.
Muti supo generar ese equilibrio especial, que no siempre logran las orquestas que la tocan, en que la sutileza de la interpretación logra disipar la tensión que genera la falta de un tercer movimiento y deja en la audiencia esa sensación de que la sinfonía continúa, aunque se haga silencio, como la vida misma.
Entre el estruendo y la grandiosidad
El plato fuerte de la noche fue la interpretación de la Cuarta de Chaikosvki, el testimonio musical de uno de los periodos más oscuros en la vida del compositor ruso, marcado por un matrimonio frustrado, su homosexualidad reprimida y un aparente intento de suicidio.
Con su largo primer movimiento, su estructura densa, recargada y excesivamente apasionada, no recibió en su estreno una calurosa acogida. Sin embargo, se ha vuelto con los años parte indiscutible del repertorio y una de las piezas más queridas para el público y los músicos en general.
Es el caso de Jesús Linárez, un violinista venezolano que ganó una de las reconocidas becas de formación de la Orquesta Sinfónica de Chicago y que realiza junto a la agrupación su primera gira por Florida -y Estados Unidos como uno de los miembros más jóvenes.
“Para mí la Cuarta de Chaikovski es un recuerdo de mi formación en Venezuela, bajo ‘el sistema’ (el método de enseñanza que ha hecho del país un referente internacional).

Linárez tuvo el desafío y la oportunidad de seguir durante la Cuarta de Chaikosvki a algunos de los mejores violinistas del mundo, encabezados por la concertina asociada Stephanie Jeong y la veterana segundo violín Yuan-Qing Yu, quienes lograron guiar con destreza a las cuerdas, en particular los momentos dramáticos del primer y cuarto movimiento, de una cohesión admirable (sobre todo al final del primer movimiento).
Uno de los momentos más brillantes fue el solo de fagot de Buncke en el 2 movimiento, que logró un legato impecable y un fraseo, dinámica y articulación que logró captar el carácter introspectivo y nostálgico del momento.
La dirección de Muti recordó una vez más que la música, aunque se toque la misma partitura cada noche, siempre será diferente, y que mucho depende de la visión del director y la sensibilidad de la orquesta construir una experiencia nueva y renovada.
Fue de una sutiliza extraordinario cómo Muti logró construir la tensión y la liberación en el tercer movimiento (el Allegro) y cómo el final dramático y ostentoso fue manejado sin perder claridad en las dinámicas.
Cuando los aplausos retumbaron y Muti volvió con un encore (Danzas Húngaras No. 1) la audiencia de Miami estaba exultante, quizás por la demostración misteriosa de los vínculos entra la música, el destino y la fatalidad que el programa nos restregó en los oídos. La idea clara de nuestra mortalidad, pero también, de nuestra trascendencia.
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La Orquesta Sinfónica de Chicago se continuará presentando durante este fin de semana en varias ciudades de EEUU:
- West Palm Beach, Raymond F. Kravis Center for the Performing
Arts (enero17)
- Orlando, Dr. Phillips Center for the Performing Arts (enero 18).
- New York, Carnegie Hall (enero 21)
- Stillwater, Oklahoma, McKnight Center for the Performing Arts (enero 23 y 24)