Entre los 60 autos de colección hay modelos exclusivos de marcas como Ferrari, Maserati, Porsche y Jaguar. Los autos fueron comprados entre las décadas de 1950 y 1970 por el empresario del transporte Roger Baillon, quien soñaba con restaurar su antigua colección y mostrarla en un museo. Llegó a reunir más de 100 autos pero su empresa empezó a decaer y tuvo que vender la mitad. Tras su muerte todo quedó para su hijo Jacques, quien falleció el año pasado. Los siguientes herederos, los nietos de Baillon, descubrieron el tesoro cuando fueron hasta la granja para ver su estado con intenciones de ponerla a la venta.