Toma aérea de Coco Solo, conocido por ser el lugar que albergaba la base militar estadounidense donde nació el excandidato presidencial John McCain. A su costado, las terminales portuarias de Colón y Manzanillo, que reciben buena parte de los contenedores que se mueven en el comercio marítimo mundial.
Pablo Cozzaglio
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Ludis Cevallos, de 63 años, sentada en una mesa improvisada en la entrada de Coco Solo. Es la persona que lleva más tiempo viviendo en la barriada que queda pegada a la entrada del Canal de Panamá en el Atlántico. Llegó en 1986 y es una de las pocas que presenció desde su ventana cómo fuerzas estadounidenses invadieron el istmo en 1989 para derrocar al dictador Manuel Noriega.
Pablo Cozzaglio
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Lo que queda de Coco Solo: una calle flanqueada por 16 edificios destartalados. Al final de la vía, los contenedores de la empresa Evergreen, dueña de los terrenos donde está enclavada la barriada.
Pablo Cozzaglio
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Uno de los edificios que quedan en pie. En la planta baja, una de las dos pequeñas tiendas que han sobrevivido. Allí, Carmen Alicia Sealy, de 46 años, prepara comida para un puñado de clientes en la hora del almuerzo.
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En Coco Solo se puede llegar a contar hasta nueve niños por cada adulto. La mayoría de los departamentos no cuentan con baño, por lo que sus residentes deben compartir una ducha improvisada. Esta queda en la casa de Luis Alberto Roger, de 32 años y padre de los dos niños que aparecen en la imagen.
Pablo Cozzaglio
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Enasareth Miño sonríe a la cámara. A sus espaldas, madera y concreto a punto de ceder: la constante de las viviendas en Coco Solo.
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Dos niños juegan con lo que encuentran. En medio de la pobreza, chapotean en el agua que inunda la calle o patean las latas que lanzan los vecinos.
Pablo Cozzaglio
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Por las calles que rodean a Coco Solo transitan millones de dólares. Sin embargo, en sus edificios la gente vive en la pobreza, son parte del 25% de panameños que sigue sin ver los frutos del acelerado crecimiento económico de la nación centroamericana.
Pablo Cozzaglio
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Dos residentes de la barriada en un día cualquiera. Hay que abrirse paso por las aceras, pues tras la lluvia la única calle de Coco Solo se convierte en una piscina.
Pablo Cozzaglio
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El contraste entre vivir en Coco Solo y manejar millonarias mercancías en uno de los puertos aledaños. A un lado, edificios a punto de colapsar. Al otro, los contenedores que llegan en enormes barcos por el Canal de Panamá.