Cómo unos documentos clasificados acabaron en una exposición escolar de una colegiala de octavo grado
Un día de invierno de 1984, un maletín repleto de documentos clasificados apareció en Pittsburgh, en manos de alguien que no debeía tenerlos consigo.
Ese alguien era Kristin Preble, de 13 años, que se plantó en su escuela con secretos del gobierno de Estados Unidos como parte de una exposición para su clase de octavo grado. Su padre los había encontrado en su habitación de hotel en Cleveland varios años antes y se los había llevado a casa como recuerdo.
A medida que avanza en Washington DC el espectáculo del mal manejo de los secretos de Estado por parte de las administraciones de Trump y ahora Biden, el episodio de la colegiala de hace cuatro décadas se erige como un recordatorio de que otros presidentes también han dejado a la vista de todos información sensible.
El caso de Kristin y otro conocido como Debategate involucraron el mal manejo de documentos clasificados que el presidente demócrata Jimmy Carter usó para preparar un debate con el entonces aspirante republicano, Ronald Reagan, en Cleveland el 28 de octubre de 1980.
En el último caso, la campaña de Reagan obtuvo -algunos dijeron que robaron- los materiales usados por Carter en la preparación del debate.
En los docu-dramas de hoy, se han asignado fiscales especiales para investigar los hallazgos de documentos clasificados en la residencia de Donald Trump, que inicialmente se resistió a entregarlos, y en la casa y una antigua oficina de Joe Biden, que voluntariamente entregó cuando fueron descubiertos pero no lo hizo público durante meses.
Además, cuando material clasificado también se encontró en la casa del exvicepresidente Mike Pence, surgió la sensación palpable en los pasillos del poder de que a medida que más funcionarios o exfuncionarios revisen sus armarios, surgirán más momentos de este tipo.
"No pensamos que fueran importantes"
Los archivos de Carter cayeron en manos de Kristin a través de una ruta algo serpenteante.
Dos días después del debate de 1980, el empresario Alan Preble encontró los papeles en la habitación en que se alojó en Cleveland, aparentemente dejados por la secretaria de prensa de Carter, Jody Powell.
Preble los llevó a su casa en Franklin Park, donde estuvieron durante más de tres años como un recuerdo apenas apreciado.
“Los habíamos mirado, pero no pensamos que fueran importantes”, dijo Carol Preble, la madre de Kristin, en ese entonces, aparentemente poco impresionada por las marcas de ‘clasificado’.
Pero para la clase de ciencias sociales, Kristin pensó que serían “muy interesantes”. “Yo también creí que serían algo genial".
La niña fue a la escuela secundaria Ingomar el 19 de enero de 1984 con un maletín con cremallera.
Los ojos del maestro Jim DeLisio casi se salen de sus órbitas cuando vio las advertencias en los documentos en el interior. Entre ellos: “Clasificado, Confidencial, Ejecutivo” y “Propiedad del gobierno de los Estados Unidos”.
“Realmente no quería mirarlos”, dijo entonces. Estaba demasiado... asustado. No quería saber qué contenían.
Pero la curiosidad se apoderó de él. Esa noche, reconoció, él, su esposa y su hija repasaron detenidamente los documentos, que contenían “todo lo que querría saber de la A a la Z” sobre los acontecimientos mundiales y estadounidenses.
Una carpeta estaba marcada como ‘Irán’. Libia también aparecía.
Al no poder comunicarse con la familia de Kristin por teléfono, DeLisio llamó al día siguiente al FBI, que rápidamente recuperó los documentos.
Un funcionario del Departamento de Justicia que habló con The Associated Press bajo condición de anonimato en ese momento dijo que el paquete de documentos tenía cuatro pulgadas (10 centímetros) de grosor.
A pesar de desviar los secretos al lugar que les corresponde, los funcionarios escolares reprendieron a DeLisio por llamar a las autoridades antes de comunicarse con la familia Preble o con ellos.
El descubrimiento dio pie a una investigación más amplia, realizada por un comité del Congreso liderado por demócratas, sobre los documentos oficiales de Carter obtenidos por la campaña ganadora de Reagan.
El Departamento de Justicia de Reagan rechazó los llamados del comité para nombrar un abogado especial en ese asunto. Un proceso judicial para forzar ese nombramiento fracasó y no se presentó ningún caso penal. El debate se desvaneció, pero no la preocupación sobre cómo los que están en el poder manejan los documentos clasificados.
En cuanto a Kristin, se ganó un pequeño lugar en la historia de Estados Unidos, pero una "B" en su proyecto escolar.