Se convierte en oficial de NYPD en honor a su padre, víctima del 11 de septiembre

Marco Antonio Meléndez era sólo un niño cuando perdió a su padre en los ataques del 11 de septiembre. Hoy, busca honrar su memoria convertido en oficial del Departamento de Policía de Nueva York.

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A 24 años de los ataques terroristas del 11 de septiembre, la historia de Antonio Meléndez, trabajador en la Torre Norte del World Trade Center que perdió la vida en los atentados, sigue viva en la memoria de su hijo.

Marco Antonio Meléndez era apenas un niño cuando aquel día cambió su vida para siempre. La noche previa a los ataques, su padre le dio consejos cargados de emoción, como si presintiera algo, casi como una despedida.

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“Me dio muchos consejos sobre la vida de seguir adelante, ser fuerte… sin saber lo que iba a pasar. Dijio: ‘tienes que cuidar a la familia cuando no esté yo’”. Dos décadas más tarde, ese consejo se convirtió en una misión de vida.

Hoy, Marco viste el uniforme del Departamento de Policía de Nueva York, cumpliendo un sueño que nació del dolor, pero también del orgullo. “Es un orgullo pertenecer al NYPD. Cuando me pusieron la placa sentí una emoción grande. Dije, he logrado algo que siempre he querido”, compartió.

Preservar la memoria de su padre

En un acto profundamente simbólico, Marco donó al Museo y Monumento Nacional del 11 de septiembre las últimas pertenencias recuperadas de su padre: piezas de la ropa que llevaba el día de la tragedia.

Para él, se trata de un gesto para que la historia de Antonio no se pierda y sea recordada. “Quiero que sepan que detrás de esas cortinas había inmigrantes que sacrificaron lo que poco que tenían y vinieron a a trabajar para hacer una vida mejor sacar a su familia es por delante”, expresó.

Cada objeto preservado en el museo es un testimonio silencioso de quienes ya no están. En el caso de la familia Meléndez, es también un recordatorio de resiliencia: del niño que perdió a su padre en los atentados y que ahora protege a la misma ciudad que lo vio partir.

Marco asegura que, al caminar por el memorial donde solía conversar con su padre de niño, siente su presencia acompañándolo: “He pensado que mi papá siempre está a mi lado, dándome fuerzas para ayudar a alguien más”.

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La historia de los Meléndez es una de miles, pero también un reflejo del espíritu de Nueva York: el de una ciudad que aprendió a renacer de entre las cenizas y que encuentra en la memoria de sus héroes y víctimas la fuerza para seguir adelante.

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