CLOVERLEAF, TEXAS – En Galena Park, Juan Flores, de 46 años, afirma que dos acontecimientos importantes de su vida lo impulsaron a convertirse en activista: la muerte de su padre de un ataque al corazón, tras años de trabajar en una instalación petroquímica y padecer problemas respiratorios; y la enfermedad de su única hija, Dominique Soleil Flores, que nació con un teratoma, un tipo raro de tumor canceroso situado alrededor de uno de sus riñones.
Habitantes de Houston recurren al uso de sus propios monitores ambientales para medir la toxicidad del aire que respiran
En Houston, habitantes de Galena Park y activistas de Air Alliance Houston cuentan cómo crearon su red de monitores ambientales para medir la calidad del aire en la ciudad.

Dominique tuvo que someterse a ciclos de quimioterapia e intervenciones quirúrgicas para extirpar el tumor. Hoy, la niña de 8 años no tiene cáncer, pero Flores sigue preocupado por la salud de su familia y por las consecuencias de vivir cerca de las petroquímicas.
Flores dice que desconfía de las autoridades para el cuidado de la salud. Cuando ha llamado a la TCEQ por fuertes olores químicos, tardan horas o días en responder. Y cuando llegan, el olor suele haber desaparecido.
Hace 10 años se unió a Air Alliance Houston como organizador para enseñar a otras personas sobre la calidad del aire y la justicia ambiental. Él y otros organizadores impulsaron la creación de una red comunitaria para vigilar los niveles de contaminación. Estaba frustrado por la falta de información de la TCEQ durante el incendio de la petroquímica ITC.
Flores y sus compañeros preguntaron a los dueños de viviendas, negocios e iglesias de Galena Park si podían instalar un tipo de monitor más sencillo para medir los contaminantes. Lograron colocar el primero en 2020. Desde entonces, el grupo ha puesto casi 30 equipos en Galena Park, Channelview y otras comunidades cercanas al canal de navegación. Los monitores que miden material particulado cuestan aproximadamente $300 y los que evalúan compuestos orgánicos volátiles, óxido de nitrógeno y ozono rondan los $11.000.
La organización publica en internet los datos que captan sus monitores usando un sistema de códigos por colores: verde para buena calidad del aire, amarillo para moderada (lo que significa que puede ser peligroso para personas con afecciones respiratorias), y rojo para muy insalubre.
"La educación es la clave", dice el activista. "(Las personas) saben que hay una refinería, pero no saben a qué se dedica. Y no saben cuáles son los efectos para la salud".

De abril a diciembre de 2022, los equipos de monitoreo comunitario en Galena Park registraron niveles de dióxido de nitrógeno más de 3.000 veces por encima del nivel permitido por la EPA. El óxido de nitrógeno puede causar inflamación y daños en el sistema respiratorio. Los monitores registraron además niveles de ozono 850 veces por encima de los límites nacionales. El ozono puede irritar los pulmones y las vías respiratorias y desencadenar ataques de asma.
"Definitivamente, vemos que los picos rojos (altos) ocurren mucho", dice Anthony D'Souza, que trabaja con Flores en Air Alliance Houston como coordinador de investigación y política.
Las visitas tóxicas y explicar a los vecinos sobre el ozono y otros contaminantes
Flores guía a vecinos y periodistas en "visitas tóxicas", conduciendo su camioneta por las calles en los barrios donde las casas están situadas frente a imponentes refinerías. El año pasado, organizó un tour en bicicletas con disfraces como lo harían el día de Halloween; los ciclistas recorrieron los sitios de monitoreo de calidad del aire en Galena Park y Jacinto City para aprender más sobre la contaminación y cómo funciona el monitoreo.
"La calidad del aire es un tema difícil", dice Flores con un dejo de frustración. " Cuando hablas con alguien sobre contaminación, hablas de ozono, hablas de sustancias químicas, la gente no lo entiende".
Flores considera que los datos que generan dan poder, porque validan las preocupaciones de la comunidad. Por ejemplo, en las audiencias de permisos ― en las que la TCEQ solicita comentarios del público sobre la instalación o expansión de una planta industrial ―, las personas pueden señalar el número de veces que los monitores comunitarios han registrado alertas rojas y especificar si estas se correlacionan con los días en que se han enfermado.
Antes solo podían hablar de sus dolores de cabeza, mareos o falta de aliento sin tener las pruebas, señala Flores. Ahora, pueden respaldar lo que dicen con cifras, aunque la TCEQ las descarte porque no provienen de los monitores estatales.
"Siempre era nuestra palabra contra la de (la TCEQ)", dice el activista con orgullo. "Después construimos esta nueva red de monitoreo del aire. Ahora tenemos nuestra prueba".
La pregunta es si Cloverleaf podría ser el siguiente. "Hay una gran necesidad en Cloverleaf de organizarse. Esa comunidad lleva años desatendida", analiza Flores.
En el parque cercano al hogar de la familia Lazo, Alina juega a las escondidas y, de tanto correr, el delgado cabello castaño se le suelta de la trenza. Transpira y no para de reír. Su madre la llama porque es hora de volver. “¡Alina!”, le grita a su hija que va de un lado a otro. Lazo la persigue en la bicicleta. “Alina”, le dice con ternura cuando por fin la alcanza y la sube al asiento. La niña tose y los ojos lucen irritados. Pedalean de vuelta en la noche y, al llegar, cierran bien el portón de alambre. Mañana, otra vez, deberá jugar solo dentro de casa.

Este es un proyecto de la beca de Medioambiente de Altavoz Lab, en alianza con Environmental Health Sciences, realizado con fondos adicionales del Pulitzer Center. Un reportaje copublicado por The Texas Tribune, Environmental Health News, palabra y La Esquina de Texas.
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