Tengo la firme convicción de que quien acuñó la expresión «a las palabras se las lleva el viento» nunca escuchó el discurso que J. K. Rowling les regaló a los egresados de la Universidad de Harvard y, gracias a internet, a todos nosotros.
Un discurso para muggles: estas palabras de J. K. Rowling colmarán de magia y fuerza tu día

Este es uno de esos discursos que invité (o, bueno, obligué) a conocer a mis personas más queridas. A estas alturas, es probable que lo haya escuchado ya unas cuantas veces y, sin embargo, el desencanto que suele desencadenar la repetición no le ha robado ni un ápice de su fuerza. Todo lo contrario.
Así que hoy invoco a Borges y también digo: «Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído».
¿Preparados para repasar los momentos más mágicos de este discurso? Les advierto que cuando terminen quedarán más o menos así:

Ahora sí, empecemos:
Tienes el poder de decidir qué es el «fracaso»
«En última instancia, cada uno de nosotros debe decidir en qué consiste el fracaso, pero el mundo está muy dispuesto a condicionarte con su serie de criterios, si lo dejas».
El «fracaso» es sinónimo de «oportunidad»
«Creo que es apropiado decir que, por todos los criterios convencionales, siete años después de mi graduación, yo había fallado en una escala épica. Un matrimonio excepcionalmente corto había implosionado, estaba desempleada, era una madre soltera y tan pobre como alguien puede ser en la Gran Bretaña moderna sin llegar a la indigencia.
[...] Entonces, ¿por qué hablo de los beneficios del fracaso? Simplemente, porque el fracaso significó mi liberación de lo que no era esencial. Dejé de simular ser alguien más y empecé a enfocar toda mi energía en terminar el único trabajo que me importaba. Si hubiese tenido éxito en otra cosa, quizá nunca hubiese encontrado la determinación para triunfar en el único ámbito al que creía que pertenecía.
Fui liberada, porque mi mayor miedo se había hecho realidad, y yo seguía viva, y seguía teniendo a una hija que adoraba, así como una máquina de escribir y una gran idea».

… y es inevitable
«… fracasar en la vida es inevitable. Es imposible vivir sin fracasar en algo, salvo que vivas con tanta cautela que termines no viviendo en absoluto ─en este caso, fallas por defecto─».
La vida es mucho MUCHO más
«Si me dieran un giratiempos, le diría a mi versión de 21 años que la felicidad yace en saber que la vida no es una lista de adquisiciones o logros. Tus calificaciones, tu CV no son tu vida, aunque conozcas muchas personas de mi edad o mayores que los confundan. La vida es difícil y complicada, y más allá de nuestro control, y la humildad de este conocimiento te permitirá sobrevivir a sus vicisitudes».
La imaginación puede transformarte
«Si bien defenderé el valor de los cuentos antes de ir a dormir hasta mi último suspiro, he aprendido a valorar la imaginación en un sentido mucho más amplio. La imaginación no es tan solo la capacidad únicamente humana de visualizar lo que no es, y por consiguiente la fuente de toda invención o innovación. En su capacidad más transformadora y reveladora, es el poder que nos permite empatizar con seres humanos cuyas experiencias nunca hemos vivido».
[...]
«A diferencia de cualquier otra criatura en este planeta, los humanos podemos aprender y comprender, sin haber experimentado. Podemos ponernos en el lugar de otros.
Claro, este es un poder, como mi propia magia ficcional, que es moralmente neutro. Lo podemos usar para manipular o controlar, tanto como para comprender y empatizar».

Tu interior determinará tu exterior
«Una de las muchas cosas que aprendí en los corredores de los clásicos a los que me aventuré a los 18 años, en la búsqueda de algo que en ese entonces no podía definir, fue esto, escrito por el autor griego Plutarco: “Nuestros logros interiores transformarán la realidad exterior”.
Esta es una afirmación asombrosa y, sin embargo, comprobada miles de veces todos los días de nuestras vidas. Expresa, en parte, nuestra conexión inquebrantable con el mundo exterior, el hecho de que tocamos las vidas de otras personas solo por existir».
Después de releer estas palabras, no puedo sino darle la razón a Dumbledore otra vez: las palabras sí que pueden transformarse en nuestra fuente más inagotable de magia.
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