Hoy el mundo amaneció con la noticia que unos cuantos temían: Donald Trump es el presidente electo en los Estados Unidos de América. Puesto así, resulta bastante curioso cómo logró sobreponerse a las críticas y campañas negativas en su contra, y más cuando hace no mucho tiempo las cosas parecían extremadamente fáciles para Hillary Clinton. Sin embargo, lejos de análisis políticos, está el sentido común.
Trump es presidente: sentido común, ignorancia y la relatividad de lo colectivo

El primer problema, y lo dejaremos rápidamente de lado, es que aquí no ganó Trump, sino que claramente perdió Clinton. La candidata Demócrata efectivamente tenía una posibilidad extremadamente sencilla de alcanzar el sillón presidencial, y por sus propios errores (y horrores) terminó perdiendo poder y credibilidad, al punto de llevarse una enorme sorpresa tras el conteo de votos.
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Pero hablar solo del pésimo manejo de Hillary sería minimizar los pequeños éxitos de Trump, que aunque algunos se nieguen a verlos, los tuvo y fueron varios. Una vieja escuela política dice que para ser buen líder no hay que forzar las ideas propias sino captar las necesidades del pueblo y poner en práctica soluciones. Con ese criterio, el resultado se hace súper lógico. El más importante logro del ahora futuro presidente fue conectar con su electorado y representar en ellos una verdadera opción, en contrapunto de los seguidores de Hillary que simplemente la veían como la "menos peor".
Visto desde afuera, los medios de comunicación se encargaron de mostrarnos todo el odio que existía en contra de un candidato misógino, xenófobo, y tantas otras cosas... pero quienes votan son los habitantes de Estados Unidos, no los usuarios de Twitter o Facebook alrededor del mundo.
Por eso, no fue extraño ver durante todo este tiempo miles y miles de posts, memes y burlas de todo tipo a quien terminó ganando la elección (y también a Hillary Clinton, vale aclarar), pero en su gran mayoría provenientes de latinos que se sentían tocados en su orgullo, en países tercermundistas que, aunque tengamos cuentas pendientes con Estados Unidos, no significamos el verdadero poder de decisión.
Ignorancia y sentido común: la relatividad de las colectividades
Aunque suene peyorativo, quienes hoy descalifican al electorado de EE.UU. por haber hecho ganador a Trump son los verdaderos ignorantes; no solo por creer que un tweet o un hashtag de un extranjero haría la diferencia, ni tampoco por pensar que al momento de votar cada ciudadano lo hace pensando en los demás... sino hasta por ignorar directamente el sistema político y cómo se elige el ganador.
Trump se llevó la victoria por un motivo muy sencillo de entender. Aunque la victoria no fue por amplio margen (y eso es importante decirlo), quienes lo votaron sí viven en los Estados Unidos, y aunque no lo expresen a través de foros, imágenes virales o millones de posts en redes sociales, lo hicieron en un lugar donde únicamente necesitaban expresarse una vez para tener más importancia que todos nosotros: en las urnas.
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Y es cierto, hoy es trending topic el hashtag #HesNotMyPresident, pero que el electorado perdedor cuestione al ganador e intente quitarse toda responsabilidad de encima en un acto casi infantil, ya no debería sorprendernos. De acuerdo a nuestra propia experiencia, la democracia y libertad de expresión solo se respetan cuando el otro coincide con nosotros.
En tiempos de dictaduras nos llenamos la boca hablando de democracia, pero cuando la tenemos, muchos se lavan las manos con el famoso "yo no los voté"... ¿suena familiar?

Que Donald Trump sea bueno o malo como presidente no depende de nosotros, y ciertamente aquí no hablamos de justos vencedores ni de favoritismo por uno u otro. Simplemente, hablamos de una realidad que quedó a las claras, y que todavía muchos se resisten a aceptar.
Vamos a proponer una pregunta que requiere una respuesta honesta: ¿cuántos de nosotros, cualquiera sea el país donde nos toca votar, lo hacemos pensando en el prójimo? ¿Pensamos en lo colectivo? ¿En lo mejor para el avance social? Seguramente muy pocos votemos así, por lo que es mejor que dejemos la hipocresía de lado.
La propia naturaleza humana nos hace pensar en nosotros, en nuestra familia y nuestro vínculo más cercano, y aunque sea muy fácil opinar desde este lado (Latinoamérica) y meterse en las políticas de un país donde no vivimos, es muy iluso pensar que el votante promedio de Estados Unidos lo haría pensando en los "pobres inmigrantes mexicanos" (por poner solo un ejemplo y que fue tema de debate oficial y parte de las campañas).
Para ellos, la inmigración es un problema que llega a su país como una consecuencia, y la raíz debe ser resuelta en sus países de origen. Si los demás países no logran satisfacer las demandas de sus propios habitantes, ¿por qué deberían hacerlo los terceros? Algunos dirán que por altruismo, pero no es fácil ser altruista cuando uno tiene sus propios problemas... Interesante debate filosófico.
De todas maneras, la moraleja de la historia es que una vez más un pueblo se expresó en las urnas y demostró su verdadero poder, ahora a la espera de ver realmente sus promesas cumplidas... pero eso ya es otro tema.
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