Soledad y Marco: Historia real de acoso callejero a una MUJER pero con final feliz

“Bájense rápido del bus,” nos recomendó una señora mayor, mientras nos empujaba hacia la puerta. “Esto se va a poner feo.” Así fue que Soledad, y su inesperado defensor, Marco, se encontraron en la acera, buscando refugio de la lluvia en un día de frías nubes quiteñas.

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Soledad, una chica de 14 años vestida de faldita plisada color gris colegial, con largas medias blancas y zapatos negros sin taco, se había subido al bus que le llevaba todos los días a su casa desde la escuela. Como no había asientos, se había parado al lado de un tubo de soporte, y, tal como le dijo su madre, intentaba no dirigir la mirada a nadie, para no despertar la atención. Era una buena chica.

Marco, un hombre de negocios que nunca tomaba el bus, subió algunas paradas después. Cargaba su maletín de la oficina y escuchaba su programa favorito de fútbol en la radio de su celular a través de audífonos. Se sorprendió de cuán lleno estaba el bus a esa hora, y empezó a fijarse en las caras de sus compañeros de transporte cuando, de repente, se enfocó en los ojos asustados de Soledad.

Mira lo que está haciendo...

Un hombre cincuentón, de porte normal y pelo negro, se había parado al lado de la chica. Justamente atrás en realidad. Su cuerpo se pegaba cada vez más al de la joven colegial y empezó a frotarse contra ella, los jeans rígidos de él levantando los pliegues de la falda de ella y exponiendo sus piernas. No había duda de lo que el hombre hacía. Pero nadie que estuvo cerca hacía nada para detenerlo. La cara de Soledad se ponía más y más pálida. Los ojos se le abrían cada vez más. Un grito silencioso se formaba en su garganta, pero el miedo pudo más y se quedó callada.

Marco se sacó los audífonos. No podía creer lo que estaba viendo. Abrió paso entre las personas que le estorbaban, se acercó al hombre y le enfrentó: “¿Qué le estás haciendo a esa niña?” “Pues, eso no es ningún asunto tuyo”, le respondió el hombre, furiosamente, añadiendo: “¿No ves que a la niña le gusta?” Soledad, con lágrimas que recorrían su mejilla y caían hasta el piso, trató de moverse, pero el hombre la tomó del brazo: “¿Adónde crees que te vas niña?”

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Momento de actuar

En este momento, Marco se interpuso entre la niña y el hombre. La sangre le hervía. Empezó a formar un puño. Los dos hombres se opusieron, pecho abierto y cara a cara, mirándose de forma amenazantes. Soledad logró cambiar de puesto, alejándose del hombre que la estaba maltratando. Marco miró alrededor del interior del bus, imaginándose el apoyo que iba a tener para la bronca que sin falta venía, cuando un hombre a su lado empezó a reclamarlo: “¿Cómo te atreves a interceder? Esa chica lo estaba pidiendo.” “Déjale que haga lo que quiere”, le gritaba una mujer. “Si tanto le molestaba, hubiera hecho algo para pararlo.”

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El bus frenaba sobre pavimento mojado, y Marco, escuchando el consejo de su vecina, tomó una decisión instantánea. Le tomó de la mano a Soledad y la sacó afuera. Las puertas del bus se cerraron y tomó nuevo rumbo. Pero para Soledad y Marco, las lecciones perdurarán para siempre.

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El acoso callejero y sus medidas de prevención

El acoso sexual contra mujeres y niñas en los espacios públicos – buses, metros, plazas, edificios – se torna cada vez más atrevida y común.

Según Estefany Jurado Velasteguí, autora de Ella y La Calle: Estudio Sobre la Violencia Contra las Mujeres en el Espacio Público de Quito con Especial Enfasis en el Servicio de Transporte Municipal Trolebus del 2012: “El acoso sexual callejero es uno de los tipos de violencia de género más aceptado por la sociedad ya que, disfrazado de conquista y de cortejo, se ha naturalizado en la psiquis colectiva.”

Daniela Chacón, Vice Alcaldesa de la ciudad de Quito y promotora de la campaña “Cuéntame”, que brinda apoyo a víctimas de acoso callejero, comenta que el 80% de las mujeres tiene miedo de usar el transporte público.

En el vecino país de Perú, donde el acoso callejero también llega a niveles alarmantes, el día 4 de marzo de 2015, se logró pasar una ley sustitutoria que sancionara el acoso callejero, pero no sin muchos reparos de gobernantes que tenían miedo de que las mujeres la aprovecharan para denunciar injustamente a los perpetrantes. La ley obliga a los gobiernos en todas sus instancias a prevenir y educar en temas de acoso, a educar a los servidores públicos y al público en general al respecto, y sanciona con multas a los acosadores.

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Pero por más que felicitemos a estas iniciativas de apoyo legal y psicológico, como Proyecto No Más en Ecuador hacemos un llamado a toda la población a tomar cartas en el asunto. Como Marco en nuestra historia, apoyemos a las personas que estén viviendo el acoso. Usemos nuestras voces para demostrar que no queremos vivir en un mundo donde es imposible viajar en un bus sin vivir una experiencia sexual indeseada.

¡No Más Indiferencia! ¡No Más Silencio!