«Estoy de pie en el balcón de su apartamento. Estoy a cuatro pisos del suelo. Tengo en mis manos la barandilla. Estoy mirando el suelo que está muy por debajo. Siento que mi corazón va en aumento. Extraño a mi familia y sé que mi hijo me está esperando. No hay otra manera de llegar a casa. Me agarro a la barandilla, cierro los ojos y pido a Dios por su perdón si me muero ahora. Esto no es un intento de suicidio. Estoy desesperada por la libertad, no por la muerte. Con la pequeña esperanza de poder sobrevivir me dejo llevar por la barandilla. Me zambullo hacia atrás y tomo aire en plena noche. Y grito».
Se tiró de un cuarto piso para sobrevivir: conoce la historia de Beatrice Fernando

15 millones de hombres, mujeres y niños fueron víctimas de la trata transatlántica de esclavos. Durante 400 años, los esclavos eran una realidad «común» que no se juzgaba ni se penaba. Muchas leyes y acuerdos internacionales permitieron que la esclavitud no se algo corriente y estandarizado. Además, los 25 de marzo se celebra el Día Internacional de Rememoración de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica. ¿Cuál es el objetivo? Recordar a aquellos que sufrieron y murieron por la esclavitud y, a su vez, crear conciencia de los peligros del racismo.
No obstante, en este día -y todos los días- deberíamos recordar que la esclavitud viola los derechos humanos y que, aunque ya no sea algo frecuente, todavía siguen habiendo esclavos.
Una historia de esclavitud en pleno siglo XXI

Beatrice Fernando fue víctima de esclavitud. Como ella, hay muchas otras personas que son esclavizadas por trabajo o por sexo. Decidimos contar su historia y destacar su valentía para escaparse de esa situación. Lamentablemente, muchas mujeres, hombres y niños siguen en esa situación y no tienen ni la oportunidad ni las fuerzas para escaparse.
A sus 23 años, Beatrice se divorció. Tenía un hijo de 3 años y no contaba con el dinero para cuidarlo de la mejor manera. Así que decidió buscar trabajo y encontró una agencia de empleo. Le ofrecieron trabajo en Líbano. Desde Colombo, la capital de Sri Lanka, decidió emprender vuelo para poder darle a su hijo una mejor condición de vida.
«Estoy en el aeropuerto de Colombo. Le digo adiós a mi hijo de tres años de edad. Con los ojos llenos de lágrimas me pregunta: “¿No puedo ir contigo, mamá? ¿Cuando tengas mucho dinero vas a comprarme un coche para jugar?”. Lo tengo en mis brazos, mi corazón está roto. Le digo: “Si tengo el dinero, te voy a comprar el mundo”. Mi desesperación por darle una mejor vida me ha impulsado a dejarlo con mis padres para irme a Líbano en busca de trabajo».
Así fue que empezó la peor etapa de su vida. Fue allí donde le sacaron el pasaporte, donde examinaron su cuerpo y le comunicaron que a partir de ese momento pertenecía a una mujer millonaria.
En el cuarto piso de un edificio, Beatrice se encontró en un callejón sin salida. «Mis tareas parecen no tener fin. Trabajo más de 20 horas. No hay comida en mi plato. Buscan en la basura alguna sobra para mí. Trato de llamar a la agencia de trabajo, pero la mujer que ahora es mi dueña, ha bloqueado el teléfono. Trato de huir del apartamento, pero ella ha cerrado la puerta con llave».
Sigue leyendo: El matrimonio infantil destruye la vida de millones de niños. ¿Será posible un cambio?
Beatrice se convirtió en esclava. Ella no lo esperaba. Solo quería darle lo mejor a su hijo. Sin embargo, el trabajo 24/7 y la falta de comida no eran el único problema. « Puedo sentir el ardor en mis mejillas mientras ella me golpea. Es de noche, sus hijos se han ido a dormir. Me agarra por el pelo. Me golpea la cabeza contra la pared. Me tira al suelo. Ella me tira y me golpea con una escoba. Si grito o me defiendo, me mata. Así que me muerdo los labios y me desmayo. Esa es mi rutina diaria, la vida de un esclavo».
Un día decidió que ya no podía seguir más con esa vida. Que necesitaba escaparse. Tenía que volver. Su hijo la estaba esperando. Pero la única salida era saltar. Aunque eso pudiera valerle la vida.
Beatrice sobrevivió a la caída y se recuperó en el hospital. Desde que salió de allí comenzó una vida llena de activismo. Fundó la Fundación Nivada, una organización que ayuda económicamente a los hijos de las madres que fueron esclavas.
No, la esclavitud no se terminó. Si bien se abolió, sigue funcionando a lo largo del mundo. Festejemos el 25 de marzo generando conciencia de este problema. Tengamos una postura proactiva todos los días de nuestra vida. Rechacemos esta situación. Denunciemos si sospechamos. Es la única forma de terminar con esta triste realidad.
¡Te interesará!: Un negocio que destruye vidas: lo que tienes que saber del tráfico de mujeres y niñas






