Esta semana celebramos el día de Acción de Gracias en los Estados Unidos, donde nos reunimos con la familia y amigos para celebrar las bendiciones en nuestra vida. Este año ha sido particular en nuestro país y en el mundo; las elecciones, las guerras y las innumerables tragedias han aportado una nota triste. Hay un asunto que particularmente me llama la atención durante esta época y es la tensión que se vive en las tierras de Standing Rock, Dakota del Norte, donde miles de personas llevan 7 meses en busca de detener la construcción de un oleoducto que pondría en riesgo la calidad del agua.
Reflexión a propósito de la celebración de Thanksgiving y Standing Rock

Nativos americanos y personas procedentes de todo el mundo se han unido al llamado de la protección de la tierra sagrada. El Dakota Access Pipeline es un proyecto de 3.800 millones de dólares que amenaza con contaminar el río Missouri, fuente de agua pura para millones de personas. Los nativos se oponen, ya que opinan que la construcción amenaza su salud y bienestar.
El proyecto planea extenderse por unas 1,172 millas. Según el sitio de internet de Energy Transfer, quien está a cargo del proyecto, el oleoducto transportaría crudo desde North Dakota, pasando por South Dakota, Iowa y terminando en Illinois. Esta empresa asegura de igual manera que el transporte del crudo se hará de la manera más segura posible.
Quienes rechazan la construcción del Dakota Access Pipeline se hacen llamar “los protectores del agua” y aseguran que semejante proyecto contaminará las tierras y lugares sagrados de las tribus.
Ahora que se acerca del día de Acción de Gracias es un buen momento para reflexionar sobre este año y a dónde queremos ir. El proceso eleccionario nos dejó con una herida abierta de la que emerge racismo, xenofobia, intolerancia y discriminación. Vale la pena detenernos y entender la trascendencia de los nativos americanos y su lucha.
Los nativos, quienes son los habitantes originales de este país, están haciendo algo que nosotros desde la comodidad y el lujo de nuestras ciudades no hacemos: proteger a la madre tierra de la contaminación y la ambición desmedida. Amar la tierra y el medio ambiente es amar nuestra propia vida.

Este día de dar gracias deberíamos mirar con buenos ojos y emular esta historia de resistencia y lucha que comenzó con los primeros nativos, desde la primera “celebración” junto a los colonos que buscaban una mejor vida a cualquier precio. Quienes pagaron y siguen pagando las consecuencias de la ambición fueron los habitantes originales de estas tierras. La lucha para ellos continúa y buscan a toda costa proteger su tierra sagrada.
Tenemos mucho que aprender de ellos.
Muchas personas en este Thanksgiving irán a apoyar a los protectores con comida, solidaridad y apoyo. Y nosotros, ¿qué haremos?.






