¿Quién fue Marilyn Monroe? Los relatos de su gran amigo que nos permiten conocer su cara más íntima

Eran grandes amigos. Varios mundos se juntaron: el del periodismo, el del modelaje, el del cine… incluso, también el mundo de las drogas, el alcohol y la farándula. Truman es mi «modelo» a seguir en periodismo y de Marilyn, ¿qué decir? Ella fue un ícono de la época. Ella fue y sigue siendo una mujer importante, un símbolo del feminismo, un ejemplo de que no hay que hacerles caso a los estereotipos sociales.

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Marilyn no quería mostrar su faceta más íntima y débil, pero Truman, su gran amigo, decidió mostrarla por ella en Una hermosa criatura que se publicó en su último libro Música para Camaleones. Su relato sobre Monroe fue una de los últimos que escribió y en él mezcló todas las técnicas que sabía: relato, ficción, investigación… es, verdaderamente, un honor a la prosa —y también un dulce mimo a las almas amantes de las letras—.

«Había algo excepcional sobre Marilyn Monroe. A veces, ella podía ser etérea y, a veces, parecía una camarera de una cafetería»: así la define Truman; y así era Marilyn: una mujer, una persona que, como todos, tenía sus momentos de felicidad y otros de tristeza.

Su amistad

Se conocieron en 1949 y desde ese entonces se convirtieron en íntimos amigos. Adoraban la farándula y ambos eran muy populares en Hollywood. Compañeros de fiestas y de felicidad, pero también de momentos complejos.

Fue así que en 1955 tuvieron que asistir a un funeral: el de Constance Collier, una actriz muy amiga de ambos. Años después, en 1962, cuando Monroe murió de sobredosis, Capote se sorprendió por los titulares, pero a decir verdad… siempre esperó ese desenlace: «Me sorprendió, a pesar de que sabía que era el tipo de persona al que esto podría ocurrirle».

En ese entonces estaba escribiendo a Sangre Fría —la mejor novela de no ficción que, en mi opinión, existe en este mundo repleto de novelas, periodismo de investigación y narración—. Pero él ya lo sabía: algún día tendría que escribir de su amiga; algún día debería contarle al mundo quién era Marilyn; algún día necesitará explicar que ella no era una heroína y que, como todos, tenía su lado débil. Fue así que en Música para Camaleones decidió contar ese lado íntimo y el resultado fue, simplemente, increíble.

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No fue solo «una hermosa criatura»

«Escenario: la capilla de la Universal Funeral Home en la Avda. Lexington, esquina a la calle 52, Nueva York. Una brillante asamblea se aglomera en los bancos: celebridades en su mayor parte, del campo del teatro internacional, del cine, de la literatura, como tributo a Constance Collier, la actriz de origen inglés que había muerto el día anterior a los setenta y cinco años»: así empieza este relato…

Miss Collier, como solían llamarla, creía que Monroe era «una hermosa criatura». Y agregó, en ese entonces, que «no creo que sea actriz en absoluto, al menos en la acepción tradicional. Lo que ella posee, esa presencia, esa luminosidad, esa inteligencia brillante, nunca emergería en el escenario. Es tan frágil y delicada que solo puede captarlo una cámara. Es como el vuelo de un colibrí: solo una cámara puede captar su poesía. Pero el que crea que esta chica es simplemente otra Harlow o una ramera, o cualquier otra cosa, está loco».

Así, con esta definición diferente pero hermosa, comenzó Truman con su relato sobre Monroe. ¿Qué más sucedió ese 28 de abril de 1955? Muchas cosas… pero, dada la tristeza del funeral, ella decidió ir sin maquillaje, mostrando sus ojeras por llorar —y, por supuesto, por su estilo de vida—, dejando entrever sus debilidades. Pero había algo que no esperaba: los paparazzis.

Capote no solo la describió, también desarrolló el diálogo que ambos entablaron: enojos, sonrisas, tristezas…

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«Me maquillé toda y luego pensé que quizá fuese mejor no llevar pestañas postizas, ni maquillaje ni nada, así que tuve que quitarme todo aquello de encima, y no se me ocurría que ponerme…», expresó Monroe.

Champagne, paparazzis, maquillaje, amores y lo pésima que se sentía ese día. Incluso, lo mucho que detestaba los funerales y su decisión de que no realizaran un funeral si ella moría —además de agradecer no tener que presenciar su propio funeral—.

La prosa, la pluma de Capote es, sumamente, recomendable. La historia de Monroe también. Y, gracias a ambos, podemos disfrutar de un exquisito relato. ¿Conocías esta faceta de Marilyn?