“Querido” terror: tienes los minutos contados

Podría perder mi tiempo quejándome de las locuras de los fundamentalistas. O perder mi esperanza, contando la cantidad de víctimas que sucumbieron en lo poco que va del año. Solo que tengo la convicción de que con cualquiera de esas decisiones estaría fortaleciéndote.

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Así que mejor, terror (con rima incluida y, sí, con “t” minúscula) miro tus ojos rojos y te aclaro: hasta acá llegaste. No lo puedo negar: fuiste muy astuto. Te diste cuenta muy temprano de que la estrategia de asumir varias cabezas encerraba un gran poder. Te disfrazaste de presidentes rubios y organizaciones radicales y, puede ser, lograste en algún que otro momento que nos sintiéramos paralizados.

Pero si ocultaste tu naturaleza tras todas estas máscaras, fue porque sabías (como nosotros ahora) que si la descubríamos, ibas a tener los minutos contados. Todas estas distracciones exteriores fueron tu gran fortaleza, no lo niego. Pero ahora se convirtieron en tu gran debilidad.

¿Puede ser que te note un poco incómodo? Podés ir afilando tus garras, porque estoy llegando a la mejor parte. No está en mis planes seguir buscándote afuera: ahora que sé que estás prendido a mis entrañas, es bueno que sepas que estos son tus últimos respiros. Ahora que sé que te llevo adentro, sé también que tengo el poder para que desaparezcas.

¿Me susurrás, inquieto, con qué pensamos vencerte? Nuestra artillería es pesada:

#1 Tenemos a la valentía

Imagen Getty Images

¿Hace falta que te recuerde a Tobías Ellwood? No te dejes engañar por su cabeza gacha. Te llevaste a su hermano en uno de tus ataques, pero en el mar de desesperación que inundó a Westminster, este hombre te desafió y luchó puño a puño con la muerte para intentar salvar al policía que heriste.

#2 Tenemos a la solidaridad

"Yo soy Charlie".

“Divide y reinarás”. Te tomaste muy en serio la máxima de Julio César y Napoleón. A propósito, ¿dónde están ahora estos emperadores y sus imperios?

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#3 Y sí: tenemos a las palabras

"Desde la oscuridad que padezco, Profunda cuan abismo interminable, A los dioses que existan agradezco, Por mi alma inconquistable".

Palabras como estas salvaron a su autor W. E. Henley del desasosiego, cuando le amputaron una pierna. Palabras como estas se convirtieron en el aliento vital de Nelson Mandela, cuando lo enterraron en la prisión.

Y palabras como estas, o como otras cualquiera, representan ahora tu gran carencia, terror. Las máscaras se cayeron y, a estas alturas, ni fuerzas te quedan para pronunciar tus últimas palabras. Me tomo el atrevimiento de hacerlo por ti -la dulzura de este silencio solo puede ser superada por la contundencia de tu condena:

No importa cuán estrecho sea el camino, O cuán fuerte golpee la hiriente palma, Yo soy el amo de mi destino: Yo soy el capitán de mi alma.